Comienza pronto el tránsito del último trimestre de 2021, probablemente muy influído por los siguientes factores:
Por Luis Brusco / bancaynegocios.com
1.- Un lapso que estará altamente impactado por lo que se denomina en la teoría macroeconómica como la hipótesis de los ciclos electorales, también conocida como hipótesis del ciclo económico político, la cual sostiene que los políticos adoptan medidas restrictivas al comienzo de su mandato y aplican medidas expansivas cuando se aproximan las elecciones, con el objeto de conseguir una decisión favorable de la mayoría de los votantes.
2.- La presencia de un período cuando estacionalmente, sobre todo en el mundo occidental, aumenta el consumo y los ingresos nominales tanto de las empresas comerciales y de servicios, como de todos los trabajadores formales e informales.
3.- Cuando todavía se mantiene viva la condición hiperinflacionaria de la economía venezolana, debido a la aparente conducta inútil de los hacedores de política económica de creer que ese fenómeno desaparecerá por muerte natural y no por la ejecución de un plan integral de estabilización de la economía.
4.- La aplicación de una nueva reconversión monetaria o nueva expresión del cono monetario (como lo llama el Banco Central de Venezuela) que además de minimizar las cifras representativas de precios y salarios se anuncia como la vía para implantar el “bolívar digital”, sin explicar en qué consiste el formato de este último.
Además, la reconversión se pone en marcha sin realizar cambios y acciones en la política monetaria, y menos en materia fiscal y cambiaria, lo que implica que dicho proceso no tendrá ningún efecto antinflacionario, y solo tendrá un efecto favorable en el corto plazo en los registros contables y formas de pagos de las transacciones en bolívares.
Esto último, sin embargo, pudiese no ser aprovechado en su totalidad, debido a que la reconversión se pondrá en marcha en un entorno donde la mayoría de las funciones del dinero venezolano ya han sido asumidas por una moneda sustitutiva representada principalmente por el dólar estadounidense, que será difícil revertir sin ejecutar un programa integral de políticas estabilizadoras.
Tomando como determinantes últimos los factores antes comentados, es de esperarse que el crecimiento de la liquidez monetaria durante el trimestre final del año supere el 160% y la tasa de inflación para el mismo período alcance una tasa próxima al 270%, con la cual la hiperinflación en el 2021 pudiese cerrar con una variación cercana al 2000%.
Como es de conocimiento público, algunos indicadores adelantados vienen señalando una menor caída del producto interno este año, que teóricamente debería redundar en cierto crecimiento del empleo formal y alimentar ligeramente presiones de costos sobre los precios de los sectores favorecidos; no obstante, dado que estas áreas productivas no tienen un efecto difundido hacia aquellos sectores que masivamente pudiesen generar empleo, el efecto costo sobre los precios a escala nacional sería prácticamente insignificante.
Lo que sí probablemente ocurra es una mayor inflación por excesiva demanda, causada no solo por el incremento del consumo estacional, sino, en última instancia, por un excesivo aumento del gasto fiscal, financiado monetariamente ( como se ha hecho costumbre por estos años recientes), y que esta vez muy posiblemente obedecerá a razones políticas-electorales, lo que representaría saltos significativos en el monto de todo tipo de transferencia (bonos, asistencias, entre otros) no asociadas necesariamente con un objetivo económico.
Otro factor a considerar en estos tres meses finales del año es el inicio y desarrollo (como se dijo antes) de la reconversión monetaria dentro de un proceso ya suficientemente avanzado de dolarización informal y transaccional de la economía, el cual pudiese contribuir a seguir alterando los precios relativos en el marco de la presente hiperinflación, de no contarse con una gestión adecuada de las instituciones oficiales que rigen el proceso de sustitución del cono monetario.
En esta etapa inicial de la reconversión es obvio que la moneda “marcadora” para la nueva expresión de los precios es el bolívar mismo y no el dólar, pero dado que la informalidad presente en las transacciones con moneda extranjera ha permitido que muchos oferentes transen con paridades cambiarias distintas, en la práctica será el valor de cambio que prefiera el comerciante el que impondrá el nuevo precio, con sus efectos adicionales en su redondeo.
Por todo lo anterior, y dado que en el presente ya se considera un precio más de mercado el tipo de cambio que calcula y publica diariamente el BCV, sería conveniente y recomendable que este instituto ampliara la ponderación (sin descartar fuentes importantes) para obtener el valor de las distintas divisas y minimizar su dispersión. Luego, con base en ello, pedir a los distintos vendedores tomar esa paridad para expresar en dólares los precios en bolívares ya reconvertidos.
De esta manera se aceptan las distintas diferencias de costos que puedan tener las empresas que compiten en el mercado y que inciden en las diferencias de sus precios y al mismo tiempo se minimizan los efectos negativos de un mercado cambiario poco organizado y transparente en los valores referidos.