Que los estadounidenses no entiendan lo que significa abandonar el país que los vio nacer para asegurar la supervivencia es de algún modo comprensible, pues nunca se han visto en la necesidad de una medida tan extrema. Aunque esto de ningún modo justifica el trato inhumano que se ha visto en los últimos días en esa frontera. Pero que un pueblo como el chileno, que sufrió una dictadura horrenda, que persiguió y eliminó a opositores, se comporte como lo ha hecho con los venezolanos es demasiado doloroso.
A esta tierra llegaron muchos, no solo de Chile, sino de Argentina, Perú, Ecuador y Colombia. Por variadas razones, por persecución, por falta de libertad, por escapar del sometimiento a grupos de irregulares, por huir del narcotráfico que se come a los hijos. Venezuela siempre los recibió con los brazos abiertos y no hay que cansarse de recordarlo, porque también son muchos los que agradecen y aman a este país que les dio una segunda oportunidad.
Ahora un grupo de chilenos arremete contra ellos, específicamente en Iquique, les queman sus pocos enseres, les gritan y les humillan sin ni siquiera pensar en todo lo que esas personas han dejado atrás. No toman en cuenta que escapan de la peor de las pesadillas y buscan refugio para ellos y sus familias.
No se les pide que retribuyan los favores que los venezolanos con todo el amor de hermanos les hicimos en su oportunidad, sino que simplemente tomen en cuenta que se trata de un pueblo que necesita asistencia y que tiene miedo de perder la vida. Solo se les pide un poco de solidaridad con estos desposeídos.
La situación de los refugiados y de los migrantes en el mundo es muy dura, pero hay que recordar que el desplazamiento que ha habido de venezolanos es el más grande en la historia de Latinoamérica. No se compara ni con los que huyeron de la guerrilla ni los que dejaron sus países perseguidos por las dictaduras del Cono Sur. Venezuela es un país desmembrado, con familias resquebrajadas, y lo que es peor, con pocas esperanzas de volver a reconstruirse. Por eso la desesperación de salir a toda costa y por eso la urgencia de auxilio.
Apelamos al espíritu de hermandad de una región unida por la historia, por héroes que hicieron el bien a nuestros pueblos sin mirar fronteras para que cese la persecución y la humillación a los venezolanos que tratan de salvar sus vidas. Todo esto será pasajero, pero el auxilio que los latinoamericanos les den quedará en el corazón para siempre.
Este artículo fue publicado originalmente en El Nacional el 27 de septiembre de 2021