En una reciente reunión de profesores de Derecho, un profesor de Filosofía del Derecho, a sabiendas de nuestra cátedra de Derecho Ecológico, nos preguntó, que, ¿si esa fauna que hoy prolifera en Caracas, integrada en su mayor parte por guacharacas y guacamayas, se puede catalogar de fauna silvestre? Pregunta atinente a nuestra exposición sobre el “Tema 4” del programa de nuestra cátedra, referido a “El Derecho para la Protección de los Recursos Naturales Renovables“, que incluye la Ley de Protección a la Fauna Silvestre; la que es complementada por las leyes, de Bosques que protege la flora, la de Aguas, y la Ley Orgánica para la Ordenación del Territorio, que incluye una amplia normativa para la protección del recurso suelo, que quedó fuera de normativa con la derogatoria de la Ley Forestal de Suelos y de Aguas.
Sobre la pregunta, que corresponde al Derecho Ecológico, indicamos que, de acuerdo con el artículo 2° de la ley referida para la protección de la fauna silvestre, ésta considera como tales, a los mamíferos, aves, reptiles y batracios que viven libremente y fuera del control del hombre en ambientes naturales y que no pueden ser objeto de ocupación sino por la fuerza, y también, a los animales de igual naturaleza amansados o domesticados, que tornen a su condición primitiva y que por ello sean susceptibles de captura, como lo son los animales silvestres apresados por el hombre y que posteriormente recobren su libertad. De igual forma, en su artículo 4°, excluye a los animales domésticos; los animales que nacen y se crían ordinariamente bajo el cuidado o poder del hombre, en hatos, rebaños, manadas o cualquier otro conjunto de animales de cría mansos o bravíos mientras no sean separados de sus pastos o criaderos, ya se encuentren en establos y corrales o a campo raso o abierto; y a los animales acuáticos con respiración branquial. Es obvio entonces, que esta fauna citadina, es fauna silvestre.
A la conversación se integraron profesores de otras materias de Derecho, y obviamente, por haberla iniciado el profesor de filosofía, éste la enrumbó al conocimiento que siempre hemos tenido de la fauna citadina, que pareciera ser la que hace la diferencia de la fauna silvestre, y aquí entramos, sin proponérnoslo al pensamiento derivado de la lógica, que es prácticamente el fundamento de la filosofía; es, por no entrar en su propio tema filosófico, la rama de la filosofía, que entendida como la ciencia formal, estudia los principios de la demostración y la inferencia válida,? las falacias, las paradojas y la noción de verdad. Aquí entro Perogrullo, cuando derivamos la discusión al concepto de la falacia verdadera, que aunque redundancia o contradicción, nos hace comprender, que nadie es poseedor de la verdad y todo cuanto derivemos de una discusión, es en búsqueda de esa verdad que nunca encontramos.
Aquí la discusión, entre profesores de Derecho, llegó al dilema de siempre, que nos condujo hoy, como a todos los venezolanos impacientes y preocupados a la gran pregunta: ¿lograremos algún día la paz política entre los venezolanos?
Esta sorpresiva derivación, más que desviación de la conversación llevó al profesor de filosofía a preguntar: ¿y que tiene que ver esta pregunta con la discusión sobre la fauna silvestre, enlazada con la filosofía, o mejor aún, con la lógica que discutimos?
La respuesta fue sorpresiva, ya que la hacía el profesor de Economía Política, quien se aventuró a explicarnos: “Es que en la primera clase de mi materia, un alumnos recién iniciado, me preguntó: ‘¡Profe!, cuándo usted nos dice que la economía de un Estado es el fundamento de su riqueza, como base de la felicidad de su pueblo, ¿cómo debemos creer, que en un país tan rico como Venezuela, logremos la felicidad, si esa economía esta manejado por esa ‘fauna política’ que tenemos?, por eso mi duda, que creo podemos encontrar aquí el entendido.
Obviamente, la discusión derivó en una muy amena cuestión que, aunque triste, al ver la verdadera cultura de nuestros políticos, que nos demuestra la incultura de la mayoría de los venezolanos, que como “loros”, repiten lo que oyen o leen, y lo más grave es que aprovechando el chat, los “reenvían”, aun cuando no saben, pero creen entender su significado. Surgió así el lenguaje hoy en boga de la política venezolana: “escuálidos, alacranes, cucarachas, focas, perdices, gallinas, serpientes venenosas o solo culebreras”, otros que se nos escapan, pero no podemos dejar de lado a las “arañas”, que son las mejores fabricantes de redes, como las hay muchas, y las hormigas huelen miel.
Cuando regresamos en la reunión al tema que tratábamos, nos encontramos con que todas estas supuestas alimañas, no califican como fauna silvestre, conforme al artículo 4 de la Ley de Protección a la fauna Silvestre, sin embargo, no dejamos de discutir el tema, porque creemos que son alimañas sociales, que debemos enseñarles lo que es política, conforme al Zoon Politikon aristotélico, una enseñanza hoy necesaria para el venezolano, que muchas veces dice: “no soy político”. Aquí, la discusión fue asumida por el profesor de Filosofía, quien explico: Según el filósofo griego Aristóteles, quien en su libro de “Política”, caracterizó al ser humano como Zoon Politikon cuando actúa en la esfera pública. Consideró Aristóteles, que es ésta una propiedad fundamental del ser humano. Para él, tiene implicaciones importantes para la teoría política. Así sugiere, que el ser humano está predispuesto a la sociabilidad: el hombre por naturaleza es un animal social, que vive con otros y solo puede alcanzar la justicia y el bien común a través del dialogo y la deliberación.
Traducidas del griego las dos expresiones del zóon politikon, son: animal social o político, más específicamente “animal político”, y hace referencia al ser humano, que a diferencia de los animales posee la capacidad natural de relacionarse políticamente, o sea, crear sociedades y organizar la vida en ciudades, la “polis”. Aristóteles, comprendan que el ciudadano es un hombre con dimensiones social y política: que el hombre y el animal por naturaleza son sociales, pero solo el hombre es político, siempre que viva en comunidad. En ella, la dimensión social ayuda a constituir la base de la educación y la dimensión política contribuye a la extensión de esa educación. Para Aristóteles, el individuo solo puede realizarse plenamente en sociedad, ya que posee la necesidad de vivir con otras personas. Decía además, que aquellos que son incapaces de vivir en sociedad o que no la necesitan por su propia naturaleza, es porque son bestias o dioses.
Esta consideración aristotélica implica, que la naturaleza política del ser humano se deriva de su naturaleza retórica. Aquí el término de la reunión de los profesores, cuando se explicó que: “La retórica es la disciplina de distintos campos del conocimiento (ciencia de la literatura, ciencia política, publicidad, periodismo, ciencias de la educación, ciencias sociales, derecho, estudios bíblicos, música, etc.), que se ocupa de estudiar y de sistematizar procedimientos y técnicas de utilización del lenguaje, puestos al servicio de una finalidad persuasiva o estética, añadida a su finalidad comunicativa”. Esa finalidad persuasiva es la que debe utilizar el político, lo que entra en contradicción con la conceptualización de fauna que expusimos.
Dos conclusiones a entender: ¡La fauna política no existe, al contrario, el hombre es un animal político!