Caen en mis manos una citas atribuida a Jorge Luis Borges. A pesar de que he leído muchas obras del gran maestro argentino, no consigo encontrar el texto original de donde fueron extraídas. Probablemente alguna entrevista, en realidad no importa, la sabiduría imperecedera sigue estando ahí, intacta. Van apareciendo las frases de Borges de manera inexplicable y premonitoria a medida que se acerca la fecha de las elecciones regionales en Venezuela convocadas para el próximo mes de noviembre, el fin del interinato del presidente (e) Juan Guaidó, el aumento de las probabilidades de un evento catastrófico que involucre a CITGO, uno de los más importantes activos petroleros de Venezuela, y el avance del rumbo incierto de la negociación en México. Eventos que podrían parecer completamente desconectados, pero que dado el profundo grado de incertidumbre en el que se encuentra sumida una parte muy importante de los venezolanos, comienzan a encadenarse en una especie de acto de caída del telón, un incidente que se desarrolla lenta pero inexorablemente ante nuestros ojos. Una madeja de acontecimientos que tiene como eje focal la incoherencia y la falta de unidad en la acción de la oposición democrática frente al gobierno de facto de Nicolás Maduro.
Siguen las tres frases de Borges y el contexto en el que pienso se inscriben en la realidad venezolana:
· El futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer.
Los humanos nos debatimos entre creer que todo está escrito y el convencimiento de que podemos modificar nuestro futuro. Lo primero, aparentemente nos condena a la inacción, lo segundo, abre caminos de cambio, esperanza y frustración. En el caso de nuestro país, resignarnos a que el futuro que se abre a Venezuela es el que se deriva de la destrucción por diseño que la “revolución del siglo XXI” ha avanzado con mano cruel y traicionera, es un agujero negro, una caída sin fin a la que estamos compelidos a oponernos. Pero ello nos obliga a ser consistentes, porque el adversario que tenemos en frente, el populismo autoritario castro-chavista, es astuto y lleno de recursos para mantenerse en el poder, manejando el hambre, el miedo, y ahora el COVID 19, como instrumentos de control. Y la tarea de ser consistentes en nuestra acción opositora, y con una estrategia unitaria, no la hemos cumplido
· El futuro es inevitable y preciso, pero puede no ocurrir. Dios acecha en los huecos.
La idea de que el futuro es inevitable y preciso, padece de una ambigüedad contradictoria con la idea anterior, porque una caracterización tan certera del futuro pareciera negar nuestra habilidad para cambiarlo a través de nuestra acción. Quizás debemos entender esta sentencia de Borges, como que a pesar de que nuestra acción prefigure un futuro inevitable, siempre Dios y la providencia pueden intervenir para cambiarlo. En la tarea de actuar con decisión y unidad para prefigurar un futuro distinto al desastre chavista, también tenemos debilidades muy importantes.
· El futuro no tiene otra realidad que la esperanza presente, y el pasado no es más que memoria presente.
Concebir el pasado como memoria, no olvidarlo y aprender del mismo, es un sabio consejo. Concentrarse en la esperanza como realidad, nos expone también a la inacción, pero al menos nos invita a la reflexión.
¿Cómo se introdujo esta cadena de pensamientos en mi mente? No logro realmente resolver el dilema, pero me encuentro contemplando y analizando lo que ocurre. Me había dado un receso de un mes, en el cual pensaba seguir actuando, pero no escribir mucho sobre Venezuela porque quería darle un espacio a la negociación de México, sin especulaciones excesivas, entendiendo que era un proceso inevitable. Pero esa convicción no me ha impedido ver y analizar el desastre de centenares de candidatos opositores, peleando entre si en las circunscripciones electorales, tratando de usurpar espacios, propinándose zancadillas mutuas, y dejando una sensación amarga de que nuestra gente insiste en pelarse por una botella vacía mientras el régimen se regodea en nuestras divisiones y desaciertos. Mi predicción sobre el futuro incierto de las elecciones no está cargado de esperanza.
Mi receso tampoco me ha impedido ver la madeja de intereses que se tejen alrededor de los activos de la industria petrolera que están bajo el control del interinato. La acción valiente de Horacio Medina, amigo entrañable e incorruptible, y de un grupo de venezolanos ligado al mundo del petróleo, ha logrado mantener una espacio de eficiencia y compromiso con la defensa de nuestros activos, especialmente CITGO. Pero el escándalo de la empresa Monómeros, y la injerencia descarada de agentes políticos en su manejo ha detonado una bomba peligrosa y de largo impacto. Es difícil no concluir que Humberto Calderón Berti tenía razón en muchas de sus críticas a la injerencia política en la empresa. La acción de Guaidó en todo este tema ha sido encomiable, pero insuficiente para detener la desintegración del interinato que se anuncia con el comunicado de Primero Justicia y la posición de Julio Borges, insistiendo en una fórmula imposible de articular sobre CITGO, una empresa que se encuentra bajo la protección del gobierno norteamericano. Una protección que ha sido vital para resguardar este activo fundamental de sus acreedores, tanto la empresa canadiense Crystallex, como los propietarios de los bonos 2020, como otros acreedores como Conoco-Philips, y fondos buitre que se encuentran al acecho. ¿Cómo puede explicarse la insistencia en la fórmula del fideicomiso de Borges mientras algunos de los miembros de su partido en la Comisión Delegada la AN han sido instrumentales en negar los recursos presupuestarios indispensables para la defensa de CITGO?
Y por último México. Todavía es demasiado temprano para sacar conclusiones, pero el solo hecho de ser testigo de la acción descarada y poco seria del gobierno de facto en una negociación donde ya se anotaron el triunfo de que el interinato no está presente, el boicot a Carlos Vecchio, y la exhibición de globos y pancartas con la imagen de Saab, fugitivo de la justicia internacional y agente de una red de corrupción internacional. Todo ello hace pensar que el gobierno de facto ya sacó de la negociación de México lo que le interesaba: el reconocimiento de la comunidad internacional acerca de la legitimidad de Maduro y la participación de la oposición en las elecciones de noviembre. Falta solamente entregar alguna parcela seleccionada a la oposición para completar la transición de régimen forajido a gobierno legítimo. El resto es el regreso de importantes capitales, muchos de ellos producto de la corrupción, y empresas que estén dispuestas a trabajar bajo las condiciones leoninas que imponga el régimen para instaurar un modelo económico que “mejorará” la situación del país al precio de perpetuar al chavismo-madurismo en el poder. El tema de las sanciones, supuestamente clave para el gobierno, ha ido pasando lentamente a un segundo plano.
Sigo pensando en la sabiduría de Borges, mientras me pregunto como se recompondrá el liderazgo opositor, porque la pelea seguirá y estamos obligados a continuarla, después del desastre anunciado de noviembre.