En Venezuela los únicos que insisten en la eternidad del tiempo son los chavistas maduristas que pretenden quedarse en el poder indefinidamente, esa ilusión política no es nueva, Hitler arengaba a las masas prometiendo la construcción de un Reich de mil años que tan solo duró doce, pues como todo el mundo conoce, en 1945 la megalomanía de Hitler llegó a su fin con la derrota de Alemania y el suicidio del propio líder. Hugo Chávez que era un megalómano con dotes histriónicas se marchó de este mundo sin poder ver la total devastación de la nación potencia que con la chequera del petróleo, prometía a la audiencia nacional en sus interminables cadenas, convirtiéndolo en el más grande embaucador político venezolano de todos los tiempos. Con más sensatez Maduro sigue reciclando las propuestas de Chávez, pero tiene mucho menos credibilidad y audiencia, así que de manera similar a los optimistas del tiempo de Dios, espera un milagro, la intervención de algo sobrenatural para solucionar los graves problemas que aquejan a los venezolanos, porque carece de capacidad y voluntad para ello.
El milagro que espera Maduro para noviembre es que la oposición agrupada en el G4 continúe dividiéndose, acusándose entre ellos y colocando su atención en obtener victorias pírricas en algunas gobernaciones y alcaldías, que con el reconocimiento a los resultados que seguramente le dará la Comisión de la Comunidad Europea designada por Borrell, apoyada por Podemos y el partido Socialista, le permitirá saltarse el escollo de la mesa de México, que tiene como principal propósito según Juan Guaidó, el de fijar un cronograma electoral en donde la elección presidencial sea la prioridad.
Para Guaidó, María Corina, Andrés Velásquez y Juan Pablo Guanipa, entre otros políticos que resisten en Venezuela, no existen condiciones para participar en las elecciones de noviembre, porque sin importar los resultados eso no ayuda en nada a salir de Maduro porque lo legitima, insisten en una pronta elección presidencial con todas las condiciones que hagan falta para destrancar el juego de una vez y niegan una cohabitación a largo plazo que afianzaría a la dictadura y con ello los sufrimientos de los venezolanos estén donde estén.
La estrategia de dividir a la oposición con unas elecciones regionales ha desatado los demonios en contra del gobierno interino de Juan Guaidó, que a pesar de todo el palo que ha llevado todavía tiene una fuerte carta en sus manos con el apoyo de los Estados Unidos, lo que hace improbable si no se llega a ningún acuerdo en México que se le reduzcan las sanciones al régimen.
En este escenario de contradicciones opositoras se pueden suponer objetivos distintos, no se trata solamente de recuperar espacios políticos, satisfacer las demandas legítimas de la militancia de aspirar posiciones u obtener cuotas de poder para los partidos, más allá de todas las conclusiones que podamos hacer, lo que se está preparando en el G4 es la convivencia con el régimen y para ello tienen que sacar a Guaidó del juego por una simple deducción ¿Si se logra arrancar por los motivos que sean un cronograma electoral con presidenciales en 2022, quién, a pesar del desgaste sería la figura política opositora que naturalmente tendría la primera opción? como diría Cantinflas, ahí está el detalle. Capriles ha sido dos veces candidato presidencial y todo indica que su estrategia con Borrell de darle legitimidad a Maduro hasta 2024 es parte de su plan de aspirar una tercera vez, con similares pretensiones se encuentran Julio Borges y Leopoldo López que van por el estreno, el caso de Acción Democrática es un poco más complejo, Henry Ramos ya no tiene edad para aspirar, pero si obtiene unas victorias puede reconstruir el partido y negociar las siglas y la tarjeta, lo que le permite con ese capital llamar de regreso a casa al hijo prodigo Manuel Rosales si gana en el Zulia y promover una candidatura adeca, de hecho todos los aspirantes opositores que logren victorias se convierten en potenciales candidatos presidenciales para el 2024 si se llega allá.
Pero como afirmamos al principio, no hay tiempo histórico perfecto, las posibilidades que lleguemos con Maduro en el poder hasta el 2024 son complicadas, el gobierno está haciendo implosión por la acumulación de problemas no resueltos, la crisis es descomunal y a pesar de que algunos perciban una normalidad hay que recordar que el 70% de la población según un estudio reciente de la Universidad Católica Andrés Bello está pasando hambre, sudando sangre y derramando lágrimas sin atención ni esperanzas. Para ellos debe ser la estrategia, se trata de salvar vidas no de reflotar egos.