Durante la mayor parte de la tarde de este lunes, Facebook, Instagram, Whatsapp y todas las aplicaciones que pertenecen al gigante tecnológico que lidera Mark Zuckerberg, experimentaron una caída sin precedentes en sus servidores y estuvieron inaccesibles para el público en casi todo el mundo. El episodio duró algo más de 7 horas y despertó alarmas en todo el planeta.
Por infobae.com
Pero el hecho de por sí no significó sólo la imposibilidad de postear fotos de gatitos, manjares culinarios o goles de Cristiano Ronaldo. Tampoco compartir memes en nuestros grupos de WhatsApp. El hecho fue más allá. Puso en evidencia la extrema dependencia que se ha generado en torno a este tipo aplicaciones -no sólo Facebook y sus demás apps- y lo indispensables que se volvieron para el funcionamiento cotidiano de nuestras relaciones en línea y, por qué no, de nuestras vidas.
A lo largo de los años, Facebook ha generado -mediante la app que lleva ese nombre y otras plataformas que fue adquiriendo mediante millonarias compras- un ecosistema tecnológico que utilizan 3.500 millones de usuarios y que les permite a éstas enviar mensajes, transmitir en vivo, publicar imágenes y videos, utilizar la realidad virtual y muchas otras funciones. Además, son muchas las aplicaciones que se interconectan a la hora de iniciar la sesión de sus usuarios, por lo que la caída generó un efecto dominó que terminó afectando páginas de todo tipo.
Para quienes utilizan estas plataformas para su entretenimiento, el apagón no fue más que anecdótico; aunque para muchos no es fácil no poder acceder a las aplicaciones que se utilizan todo el día durante muchas horas. Ante la falta de estas, un gran número de personas se volcó hacia la red social Twitter para llenar esas horas de distracción. Pero la situación fue más delicada para aquellos que dependen de Facebook, Instagram y WhatsApp para desarrollar su actividad laboral, ya sea utilizando la plataforma directamente para sus ventas o porque la necesitan para la publicidad y visibilidad de sus productos.
Mark Donnelly, un emprendedor irlandés dueño de la marca de ropa HUH, le dijo al diario The New York Times que “con la caída de Facebook estamos perdiendo miles de ventas. Puede que a otros no les parezca mucho, pero perder cuatro o cinco horas de ventas puede ser la diferencia entre pagar la factura de la luz o el alquiler del mes”.
Y experiencias como esta se replicaron en todo el mundo. Samir Munir, dueño de un local de delivery de comida en India, también lamentó la caída de Facebook y Whatsapp debido a que la página de su negocio se encuentra en la primera y que toma pedidos a través de la segunda. “Todo está caído, todo mi negocio está caído”, le dijo al mismo diario. Y así con millones de personas. “Es difícil cuando la principal plataforma de ingresos para mucha gente se cae”, declaró el gamer Douglas Veney de Cleveland.
Sin embargo, el apagón plantea otro interrogante: lo sucedido pone el foco en lo problemático que es depender casi exclusivamente de una sola empresa para que brinde servicios que ya son indispensables para algunos sectores. Como ocurrió ayer, empresas y usuarios se encuentran todo el tiempo a un “error en el servidor” de distancia de la obsolescencia. Y cuando esto no afecta simplemente a consumidores ociosos, la situación se vuelve más delicada.
Brooke Erin Duffy, profesora de comunicación de la Universidad de Cornell, declaró al diario que “El apagón de hoy -por ayer- ha puesto de manifiesto nuestra dependencia de Facebook y de sus propiedades como WhatsApp e Instagram. La brusquedad del apagón de hoy pone de manifiesto el asombroso nivel de precariedad que estructura nuestra economía laboral, cada vez más mediada por lo digital”. Y la precariedad de nuestra economía digital laboral es real: de haberse mantenido las fallas de Facebook se hubieran perdido miles de millones de dólares de ventas en todo el mundo, aún más de las que efectivamente se perdieron.
Otro de los problemas que se comenzarán a debatir es el de no saber nunca cuándo esto puede volver a ocurrir. Si bien la empresa ha invertido miles de millones de dólares en los últimos años para evitar que esto pase, en vista de los hechos de ayer nunca se puede estar seguro de la fiabilidad de los servidores en línea y su estabilidad. Si bien es cierto que el último “apagón” significativo de la empresa fue allá por el 2019, cuando estuvo caída por 24 horas, la empresa ha experimentado desde entonces cortes más leves que la mantuvieron fuera de línea por algunas horas.
Al interior de Facebook también se experimentaron problemas. Muchos de los trabajadores de la empresa perdieron acceso a los edificios y a sus oficinas ya que la caída de los servidores significó también el cese de funcionamiento de las tarjetas de acceso. También, al estar todo conectado, dejaron de funcionar los sistemas de seguridad de las instalaciones, los mails de la empresa y la plataforma de comunicación para empleados, entre otras herramientas.
Eventualmente la megacompañía de Zuckerberg logró solucionar el problema y volver a su funcionamiento normal, para la tranquilidad de miles de millones de usuarios que, o dependen de ésta en términos económicos o “dependen” de esta para pasar entretenerse y comunicarse con sus allegados. La solución llegó luego de que un pequeño grupo de empleados llegara al centro de datos de la empresa y efectuara un “reseteo” manual de los servidores de la compañía. Luego de hecho este, las aplicaciones volvieron gradualmente a funcionar, pero dejando un halo de incertidumbre acerca de la viabilidad de una dependencia tal con una única empresa de servicios.