Un estudio de la Sociedad Argentina de Cardiología, presentado en el 47° Congreso Argentino de la especialidad, comparó casos de los períodos pandémico y prepandémico. Aquí los resultados.
Por infobae.com
Frente a la ocurrencia de un infarto, el tiempo de intervención resulta vital: el objetivo es salvar ese corazón que está siendo dañado por la obstrucción de una de las arterias que lo nutren con sangre. Para que la atención resulte exitosa, deben confluir varios factores: la consulta inmediata del paciente, el diagnóstico temprano y el rápido accionar de la institución para realizar la intervención.
Durante la pandemia por COVID-19, algunas de estas variables se vieron modificadas: así lo refleja un estudio realizado por especialistas de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) presentado durante el 47° Congreso Argentino de Cardiología que se lleva a cabo a partir de hoy y hasta el 16 de octubre en formato virtual y con la participación por vía remota de cerca de 10 mil inscriptos, junto a destacados invitados internacionales.
El objetivo del trabajo, denominado Reporte del Registro Continuo de Infarto ARGEN-IAM-ST de la SAC en el primer año de pandemia fue comparar los principales indicadores del IAM desde abril de 2020 a marzo 2021 con el registro histórico de casos ingresados. Para esto se analizó la base de datos del registro continuo de infarto ARGEN-IAM-ST que incluye pacientes con IAM (infarto agudo de miocardio) con elevación del segmento ST (un tipo de infarto de pronóstico reservado) desde el año 2016 en una base de la que participan aportando sus datos aproximadamente 50 instituciones médicas de Argentina.
De acuerdo con el relevamiento, los tiempos extrahospitalarios (ante de llegar al hospital) se vieron impactados con demoras: desde el inicio del dolor hasta la consulta: 120 minutos versus 105 minutos en el registro histórico, y desde los síntomas hasta internarse en la institución (dolor-ingreso): 180 minutos versus 130 minutos en el registro histórico (casi 1 hora más de demora).
El tiempo de reperfusión (recuperar el flujo sanguíneo), conocido como tiempo puerta-aguja, con el uso de fibrinolíticos no difirió significativamente entre los dos períodos (75 minutos versus 60 minutos), pero se observó un incremento en el tiempo total de isquemia (232 minutos versus 180 minutos respectivamente). Mientras que el tiempo puerta-balón, es decir, el tiempo desde que el paciente ingresa al centro asistencial hasta que se dilata el balón de la angioplastia en el interior de sus arterias, fue más corto (95 minutos versus 118 minutos).
El infarto de miocardio ocurre cuando las células del corazón empiezan a ser dañadas como consecuencia de la obstrucción repentina de una de las arterias que lo alimentan con sangre, esta falta de oxigenación y nutrientes produce la isquemia del músculo cardíaco. Por lo general, la obstrucción ocurre debido a un coágulo formado al romperse una placa de colesterol que se alojaba en la pared de la arteria. En este caso, para desobstruir la arteria se recurre a la angioplastia, una intervención mediante la cual se introduce un catéter con balón para eliminar la obstrucción. Durante el procedimiento, en la gran mayoría de los casos, se coloca un stent. También existen, aunque con un nivel de eficacia inferior, los fármacos trombolíticos que se aplican con el objetivo de disolver el trombo.
Respecto del relevamiento realizado Carlos Tajer, ex presidente de la SAC y uno de los autores del trabajo, advirtió que “en todos los países, durante la pandemia se atendieron menos infartos; se estima que la reducción fue de entre el 30% al 40%, algo que se atribuye a la falta de consulta por temor al contagio”.
El estudio permitió observar “un cambio en la edad de los pacientes, una edad mayor durante la pandemia al momento de la internación, dificultades para la derivación y demoras reflejadas en los tiempos de consulta e ingreso a las instituciones. Pero lo más relevante fue que los pacientes consultaron con una demora de una hora adicional respecto al promedio anterior, lo que llevó a que el tiempo total de sufrimiento cardíaco se prolongara y comprometiera los resultados del tratamiento para destapar las arterias”, indicó
“No obstante, hay algo que fue bueno: la manera en que funcionaron los sistemas de tratamiento: si bien los pacientes consultaron más tardíamente, los tiempos institucionales fueron más cortos que los que se habían registrado en el período control. Así, el tiempo puerta-balón, fue más corto”, señaló Juan Gagliardi, director del Registro Nacional de Infarto Agudo de Miocardio con Elevación del Segmento ST (ARGEN-IAM-ST) de la Sociedad Argentina de Cardiología y co-autor del estudio.
“Es probable que esto responda a que se armaron estructuras más específicas, hubo mayor alerta y, por lo tanto, los pacientes recibieron más rápidamente los procedimientos de reperfusión coronaria (angioplastia) en comparación con el grupo control”, completó Gagliardi.
“Durante el año 2020 vimos claramente una reticencia para consultar por síntomas agudos debido al temor de contagiarse el virus, preocupación por los problemas legales que pudo implicar movilizarse hasta el hospital para aquellos ciudadanos que no estaban exentos del aislamiento, cancelación de turnos médicos programados, disminución en la dotación de trabajadores de la salud considerados población de riesgo para COVID-19 a causa de licencias preventivas, disminución en la dotación de trabajadores de la salud debido a infección viral y desviación de los recursos institucionales (por ejemplo, camas de cuidados intensivos para la atención prioritaria de pacientes infectados por COVID-19, entre otros”, afirmó Alejandro Hershson, presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología y del Comité organizador del Congreso.
“Es en este contexto que resulta relevante el estudio que se presentó en el Congreso, relativo al impacto que tuvo la desatención durante la pandemia en los pacientes con Infarto Agudo de Miocardio”, destacó.
En distintos trabajos se reportó una caída del 40% en la utilización de angioplastia coronaria en pacientes con infarto agudo de miocardio y de un 80% en procedimientos como el reemplazo de la válvula aórtica, que de no realizarse en pacientes con síntomas en presencia de estrechez de esa válvula implica un riesgo de muerte muy elevado en los dos años siguientes al diagnóstico.
“El desafío principal que planteó la pandemia radicó en cómo se tuvo que proteger a los pacientes con enfermedad cardiovascular (ECV) de la infección por COVID-19 y a la vez de las consecuencias de su propia enfermedad”, subrayó Hershson.
El especialista, destacó que “la calidad y el acceso a la salud son esenciales para disminuir la mortalidad por ECV, pero las personas que habitan países de ingresos medios como el nuestro poseen 3 veces más riesgo de presentar enfermedad cardiovascular fatal que aquellos de los países de ingresos altos. Si bien este incremento del riesgo está asociado a diferencias socio-culturales, el acceso deficiente a los servicios de salud constituye un componente central de este exceso de eventos cardiovasculares fatales”, aseguró Hershson.
“El sistema de salud cargó todo el esfuerzo en la prevención del desborde sanitario que podría haber llevado el COVID-19 y, sin dudas, la estrategia fue exitosa, pero esto se hizo a expensas de una afectación a la asistencia ambulatoria por el cierre de consultorios, demoras en la atención de problemas cardiovasculares que requerían intervenciones y reducción de camas disponibles de unidad coronaria; es poco realista pretender que todo hubiera funcionado perfectamente ante un desafío inédito de esta magnitud, pero esperamos haber aprendido lo suficiente para que ante nuevas amenazas podamos coordinar la atención de las patologías cardiovasculares y otras relegadas con mayor eficiencia”, destacó Tajer.
“La enseñanza que deja esta pandemia es la gran necesidad de que una vez que alguien presenta algún síntoma no tiene que retrasar la consulta porque puede empeorar la evolución del cuadro”, manifestó Héctor Alfredo Deschle, presidente electo de la Sociedad Argentina de Cardiología, quien asumirá el cargo en 2022.
Deschle agregó que “uno de los obstáculos que quedan por vencer en la atención de la salud cardiovascular es la toma de conciencia por parte de la población de que lo más importante en materia preventiva está en sus propias manos: no fumar, no comer con exceso de sal, no tener una vida extremadamente sedentaria, cuidar los niveles de colesterol y del azúcar”.
Pero al mismo tiempo, “todo lo que pueda hacer el Estado ayuda y mucho”, dijo, por ejemplo asumiendo el rol de “avisar en forma efectiva cuáles son los alimentos que tienen mayor contenido de azúcar, de grasa o de sodio”, manifestó.
El Registro Continuo de Infarto ARGEN-IAM- ST de la SAC comenzó a funcionar hace 5 años y está conformado por los reportes de unas 50 instituciones médicas. Lleva incluidos 3.815 casos, de los cuales 627 ocurrieron durante la pandemia; tiene por objetivo mantener un control de calidad de los procesos de atención frente a un infarto y permitió analizar el impacto de la pandemia, así como detectar aspectos que se pueden mejorar en la atención de la enfermedad cardiovascular.
El 47° Congreso Argentino de Cardiología, organizado por la SAC, comenzó hoy y se extenderá hasta el próximo sábado. Durante tres días especialistas nacionales e internacionales debatirán casos clínicos, se realizará la comunicación de trabajos científicos y se darán a conocer las últimas novedades en tecnología y salud digital.
Se trata del mayor congreso de cariología de habla hispana del que participan, además, sociedades cardiológicas del exterior, como las delegaciones de la World Heart Federation, la European Society of Cardiology, el American College of Cardiology y la American Heart Association, como así también representantes de las sociedades cardiológicas de países de América Latina, la Sociedad Interamericana de Cardiología y la Sociedad Sudamericana de Cardiología.