“Uno de los libros sobre Los Siete Sabios de la Grecia Clásica, escrito de manera lúcida por Carlos García Gual, apunta a un ángulo de reflexión sobre el cual no me había percatado. Dice en sus primeras páginas que todos ellos vivieron en el tiempo durante el cual se hizo necesario concebir una nueva “inteligencia política” para constituir a las polis griegas de un modo acorde a las exigencias democráticas. La política es, entonces, la inteligencia constitutiva dirigida a concebir la convivencia en todas sus dimensiones relevantes. Para ello, debe ser capaz de desplegar, no solo las concepciones requeridas por una sociedad en un momento clave de su historia; sino el correlativo obrar constitutivo para llevar la concepción al plano de lo realizable, para que la reflexión se transforme en la conformación de esa sociedad en un plano más acabado, más integrado y más inclusivo”. Julia Alcibíades de Morales (El Nacional, Política como inteligencia constitutiva en opinión del 20 de octubre de 2021)
La revolución chavomadurista, la de todos los fracasos y también denominable, la del cinismo; entre otros cargos que le formulará el fiscal de la historia está el de haber malogrado la institucionalidad y el espíritu republicano que nos había por cierto acompañado desde el alba y se había mantenido, aún en difíciles momentos y dando tumbos quizás, pero erguido a lo largo de nuestro decurso existencial.
Hoy no sería serio ni resistiría algún examen afirmar que tenemos una república, una democracia, ni tampoco un Estado Constitucional y de Derecho, ni la más elemental observancia de las reglas que mantienen nuestros derechos humanos incólumes y menos todavía un Estado soberano. El cataclismo oficialista abatió y destruyó todo vestigio de justicia y probidad. Decir otra cosa es mentir y sumarse al cinismo que caracteriza a estos depredadores.
Empero, cabe preguntarnos qué debemos hacer y una primera respuesta es obvia: recuperar la soberanía y retomar el control de nuestra vida, conculcado por este engendro maléfico que nos despoja de la primordial dignidad incluso. No obstante, después de lograrlo, la tarea estaría todavía pendiente por hacerse, dado que no se trata de instantaneidad mágica y requeriría todo un programa de regeneración, reconstrucción y revalorización.
¿A qué me refiero? “Mutatis mutandis”, no creo exagerar cuando afirmo que la devastación que nos lega la catástrofe chavomadurista alcanza todos los órdenes e inficionó con malignidad hasta el tuétano y no bastaría ni siquiera la honda refundación institucional que pudiera llevarse a cabo con una actuación del poder constituyente entre otras faenas, sino que apuntaría al ser humano venezolano, física, moral y espiritualmente dañado. La exigencia demandará una voluntad muy firme, dotada y convencida, sobre todo, de la necesaria e impostergable transformación del país.
Sin pretender ni remotamente un abordaje suficiente y dejando claro que solo quiero echar unas líneas de pensamiento sobre asuntos capitales, neurálgicos, esenciales y de naturaleza ciudadana, comenzaré mencionando algunos, como veremos de seguidas.
En efecto, es menester recuperar la república que se perdió y los elementos que la hacen posible. Debemos, sin embargo, sincronizarnos con las corrientes que hoy en día pugnan por superar las tendencias que se evidencian caotizantes como aquella del liberalismo a ultranza o aquellas otras que entre confusiones nos han llevado al escenario de una pretensión socialista errática y causante del desastre de nuestra economía. Una genuina república no es ni liberal ni socialista por principios, pero procura la libertad en la justicia y la equidad
El populismo en boga, por cierto, es una trampa y un fiasco y, ¿la justicia de Rawls, articulada en la responsabilidad de cada individuo hacia sí mismo y hacia la sociedad, léase también humanidad, corregiría la orientación del capitalismo actual?
El individuo, el individualismo, se ha impuesto y sesga con sus pretensiones, no solo a la comunidad, comunitarismo, por cierto también en asedio sistémico y entretanto, la libertad, la no dominación, la autonomía del ser humano, se decantan como un objetivo a lograr partiendo de un nuevo ideal republicano. No es lo mismo.
Hay que formar al homo partiendo a mi juicio de dos bazas. La una es ciudadanizándolo en la responsabilidad y la otra, llevándolo con urgencia al porvenir que no es sino el presente del mundo, donde nos atrasamos por la acción nefasta, inepta, anacrónica e ideologizada de esta seudorrevolución.
El venezolano y en grandes proporciones, insisto, está malogrado, antropológicamente dañado, dirían Freddy Millán Borges y Paola Bautista de Alemán, entre otros que glosan el fenómeno desde diferentes puntos de observación, como José Rafael Herrera y su tesis de la pobreza espiritual y ese brillante carabobeño Carlos Ñáñez, que apunta a la desculturalización que desarma y anula, emergente e imperante.
Un “homo novus” debe descubrirse, sembrarse, procurarse, que no proviene de las élites como en la antigüedad romana, pero que se destaque por sus méritos y virtudes personales y en especial, la de ciudadanía, a parte entera; en otras palabras, es menester invocar, convocar, promover, pero sin ninguna ajenidad por lo crítico, al militante de la libertad en la verdad y también la responsabilidad; no como carga esta última sino como correlativo, al individuo y al sujeto social en simultáneo.
No pretendo un producto, un modelo, sino una reingeniería del hombre y de la sociedad coetáneamente a partir de una educación tan profunda como exigente. Redención espiritual y moral siguiendo a Fernando Savater haciéndolo en la casa y en la escuela y en el ambiente y apuntando al espíritu. (Savater F. El valor de educar, Ariel, Madrid 1991). Nunca lució más alienado en su intrascendencia el homo.
La clase gobernante que venga debe reunir algunas condiciones para tener la cualidad que sabemos impajaritable en la estrategia de refundación de la nación y del Estado. El asunto no es de mera arquitectura institucional, insisto, sino por el contrario y fundamentalmente, atañe al humano, a su ser que se completa en su entorno y en el moldeado que induce y muestra pero no que lo coloniza.
El homo novus sería equipado del elenco de elementos que le permitan discernir responsablemente. Solo así sería libre y ciudadano. La sociedad y el homo deben crear, constituir para ser.
Angustia más que otra cosa, sin embargo, el alcance radiactivo que conoce y como resultado de estos años del lastre pragmático o ideologizado en el que se quiso funcionar socialmente pero, en particular, en la familia. Me explicaré.
Otrora, y no me refiero a las familias de clase media sino a muchas más de origen humilde, todo se disponía en torno al propósito de preparar a los hijos para la vida. Una dinámica se imponía y desarrollaba en la que todos colaboraban en mayor o menor medida. Llevarlos a la universidad era un acontecimiento celebrado y presentado con orgullo, y la mejoría del grupo no se hacía esperar, porque los signos de la movilidad y el progreso social brotaban rápidamente.
Actualmente y no solo en Venezuela, pero notablemente acá, la educación de la prole ha dejado de ser la prioridad. Un sesudo y bien fornido ensayo del destacado comunicador e intelectual Andrés Oppenheimer acota que ese punto precisamente de la agenda societaria ocupa uno de los últimos lugares en la lista de los temas y objetivos que se trazan los también disolutos e inconstantes grupos familiares, aunque todavía persisten otros valores como la solidaridad que siguen manteniendo el vínculo a pesar de todo.
Lo estratégico, además, es erigir un Estado capaz de defenderse de sus actuales tendencias que lo debilitan y lo comprometen, por lo que agregaré al objetivo de la educación como tarea de todos y prioritaria, reinventarlo.
Oír al general Hugo Carvajal denunciar el fraude continuo del liderazgo; enterarnos de las andanzas de la enfermera del difunto que administró la hacienda pública como un malhechor, devenida ella en tesorera y reo de corrupción y en especial, al señor Alex Saab Morán y lo que se viene afirmando sobre su conducta y la de lo más elevado del régimen como sus socios, sugiere una revolución copernicana.
Nos referiremos, Dios mediante al asunto, en la próxima publicación.
@nchittylaroche