Una de las primeras decisiones del Congreso instalado el 19 de enero de 1959, fue la de designar una Comisión Bicameral encargada de redactar una nueva Constitución.
Esta comisión fue presidida por los Presidentes de ambas Cámaras; el doctor Raúl Leoni (AD), como Presidente del Senado, y Rafael Caldera, (COPEI) como Presidente de la Cámara de Diputados.
Estaba vigente el ordenamiento constitucional puesto en vigor por la dictadura Perezjimenista en 1953.
La Comisión Bicameral realizó su trabajo, y mediante un análisis sereno de la realidad nacional, y de la historia, uno de los primeros aspectos que se consideraron, fue el del régimen que debía dársele a Venezuela.
No hubo vacilación en que el Estado debía seguir, conforme a la tradición, con un gobierno presidencial.
Un Presidente, con una autoridad sólida, con clara responsabilidad ante la Nación y seriamente controlado por los otros órganos del poder público: un Congreso que no sólo legislara sino que controlara y un Poder Judicial fortalecido en su origen y funcionamiento.
El régimen de gobierno en Venezuela, como en todos los demás países de América, reposaba sobre un Presidente, que a la vez con carácter honorífico es Jefe del Estado, tiene la plena atribución de dirigir el Gobierno y la Administración y de responder por ellos ante el pueblo que lo eligió.
Que se pusieran controles y límites a su actuación, correspondía al mejor pensamiento bolivariano: un Ejecutivo fuerte, un Legislativo fuerte y una Administración de Justicia fuerte, separados e independientes entre si.
El Legislativo, para hacer las leyes y controlar la acción del Ejecutivo; el Judicial para asegurar la aplicación de las leyes y evitar la impunidad en las infracciones. Pero el Ejecutivo en unas solas manos, “escogidas por el pueblo”.
Esta fue la orientación seguida por el Constituyente de 1961 y cada cinco años, “el pueblo” decidía quién debe de gobernar.
Y así, en los hombros de un Presidente con inmenso poder, nuevamente se colocó la tarea de dirigir la marcha del país, pero ni el legislativo controlo como se suponía, ni el judicial (a partir de la tribu de David Morales Bello) aplicó la justicia como debía hacerlo y todo en el país se corrompió.
La realidad histórica nos muestra que el pacto de punto fijo, no fue lo suficientemente eficiente para controlar el poder creciente del ejecutivo y así, a pesar del primer boom petrolero en la década de 1970 en que se obtuvieron índices de asistencia educativa, médica y tasas de crecimiento macroeconómico (paridad y estabilidad cambiaria, inversión, inflación y productividad) altamente satisfactorios; esos índices se desplomaron en las décadas siguientes, con el común denominador del excesivo centralismo en todos los aspectos de la vida nacional con las consecuencias perversas, de gobiernos regionales asfixiados y provincias empobrecidas, negandoles su desarrollo intrínseco.
Así, veinte años después de suscrito el pacto, (1958- 1978) los índices del BID mostraban una pobreza creciente en el país petrolero que ascendían al 54% y ese creciente descontento social fue utilizado eficientemente en una campaña electoral que permitió el ascenso del chavismo al poder. Hoy según ENCOVI 2021 el último informe de pobreza en venezuela llega al 94,5% de la población.
La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, presentada por la UCAB, revela que en el último año la pobreza extrema subió más del 8%, el empleo formal se redujo en 1,3 millones de puestos de trabajo, la cobertura educativa cayó 5%, el éxodo se estima superior a los 6,5 millones y el país clasificado como uno de los mas corruptos del mundo.
En conclusión, durante años, los venezolanos nos hemos preguntado ¿Qué ha fracasado en el país? ¿Cuáles son las causas de la crisis y sus explicaciones históricas, sociológicas y políticas? y principalmente encontramos las respuestas, en el fracaso reiterado de utilizar el mismo modelo de estado centralista de poder ilimitado que se reemplazó en el 58 heredado desde la época colonial.
Conclusión, si queremos cambiar el país, debemos cambiar el modelo de estado federal de poder centralizado que heredamos desde la época colonial, por eso seguiremos insistiendo hasta el cansancio en la DEMOCRACIA PARLAMENTARIA como alternativa de poder en la Venezuela por venir.
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