Estrecha, de unos 100 metros cuadrados y escondida debajo de la aguja… Así es la habitación secreta que esconde la Torre Eiffel en su parte más alta. Cuando París preparaba la Exposición Universal de 1889, el arquitecto Alexandre Gustave Eiffel proyectó una obra de ingeniería sin precedentes que maravilló al mundo por su construcción, diseño y majestuosidad. Una torre con una estructura metálica de 312 metros (que luego pasaría a 324 con la instalación de la antena) desde la que se podía disfrutar de la vista de toda la ciudad.
Las obras de este proyecto faraónico comenzaron el 28 de enero de 1887 y se prolongaron durante dos años. Para levantar las 7 300 toneladas de la estructura, con 18.038 piezas de hierro y 2,5 millones de remaches fueron necesarios 250 obreros, 50 ingenieros y un desembolso de ocho millones de francos de la época.
La inauguración oficial se produjo el 31 de marzo y la expectación y admiración alcanzaron tales cotas que todo el mundo -previo pago de dos y tres francos, en función del nivel al que accedieran- quería disfrutar de la construcción y de la vista de la ciudad subiendo hasta la parte alta por los 1.710 escalones que llevaban hasta el observatorio situado en el segundo nivel. Los cinco ascensores no se comenzaron a utilizar hasta 20 días después. Más de 30.000 personas pasaron por ella durante la exposición, que cada día se se agolpaba para descubrir la nueva estructura y superar el vértigo del ascenso.
Entre sus numerosos visitantes célebres, la Torre Eiffel atrajo a rostros conocidos como la actriz francesa Sarah Bernhardt, el Príncipe de Gales (futuro rey Eduardo VII) y la Princesa de Gales, Jorge I de Grecia, el Sah de Persia, el príncipe Balduino y muchos otros a los que no se les esperaba como Buffalo Bill.