De continuar esta tendencia podríamos confrontar antes de que promedie este siglo el colapso de los estados nación. Porque ambos procesos minan de manera silenciosa e imperceptible la piedra angular del estado nación: su capacidad para controlar un territorio y proteger a sus habitantes. En efecto, bajo las circunstancias descritas por la Naciones Unidas la mayoría de los estados nación no puede detener los éxodos poblacionales o controlar el crecimiento de las actividades delictivas en sus propios territorios. Como consecuencia, de esta incapacidad disminuye la confianza de la ciudadanía en la capacidad del estado para protegerle. Esto corroe el estado de derecho. Los habitantes deciden entonces tomar la solución de sus problemas en sus propias. Se generaliza la violencia y comienza a instalarse la cultura de ley de la selva. En ese contexto se produce el rechazo de las poblaciones locales a los migrantes ambientales al sentirse invadidas en su propio territorio. Estas circunstancias son explotadas por el crimen organizado que encuentra en una oportunidad para recibir ingresos derivados de lo que se denomina “pastoreo” hacia el lugar de destino y de la utilización de muchos individuos como conducto para el trafico de drogas, objetos robados y productos copiados. En síntesis, el crimen organizado saca provecho de la situación incrementando sus recursos y engrosando la lista de mano obra para acometer sus fechorías.
En lo que nuestro continente se refiere la situación es una de las peores del mundo. Las estadísticas para América Latina sobre muertes directamente vinculadas al crimen organizado son alarmantes. La tasa de homicidios cuyas victimas son hombres es del 31. 6 por cada 100,000 habitantes. La tasa de África es 21.5 por 100.000 habitantes. El 54% de los homicidios en las Americas son perpetrados con armas de fuego. El envenenamiento representa el 24% y las armas blancas el 22%. Los adolescentes son por el segmento poblacional más afectado por la violencia del crimen organizado. Para el 2016 la tasa de asesinatos de adolescentes entre 19 y 19 años por parte de organizaciones criminales fue de 47 por cada 100.000 habitantes. Si se amplía el segmento para cubrir desde los 15 a los 29 años la tasa se eleva a 64 por 100.000 habitantes. Esto significa que tres de cada cinco familias del hemisferio experimentaran la pérdida de un adolescente durante su existencia.
Peor aún, las estadísticas nos dicen que los victimarios son también jóvenes cuya edad oscila entre los 15 y los 25 años. Esto significa que aproximadamente el 20% de jóvenes de la región están vinculados al crimen organizado en sus diversas versiones y escalas. En síntesis, América Latina hoy es una región donde la minoría mas eficiente es el crimen organizado.
Por tanto, pareciera que la disolución del estado nación comenzaría por América Latina y terminaría por afectar directamente a los Estados Unidos y a Europa. Curiosamente ninguno de estos dos temas cruciales para la preservación del estado nación aparece en la agenda electoral de los candidatos y partidos que participaran en las justas electorales del 2022.
Este artículo fue publicado originalmente en Instituto Interamericano para la Democracia el 1 de noviembre de 2021