Tambaleante pero de pie
Fui operado de la mano, escribir en el último mes ha sido una prueba de esfuerzo memorable por ello no lo he hecho con la misma regularidad. No miento, me siento como Rocky Balboa en el quinceavo round contra el ruso Iván Drago, amolado, golpeado, tambaleante, pero de pie, con el ánimo de seguir a pesar de todo. Claro, sería más fácil si –como los rusos hicieron con Rocky– los chavistas corearan mi nombre. No ocurrirá.
No hay chavista decente ni honesto, ni uno. Semejante a los nazis, ninguno se salva, cada uno a su modo y en mayor o menor medida es un criminal.
Dime si eres chavista y te diré quién eres.
Hasta el final
Nadie corea mi nombre ni necesito que lo hagan. No soy Rocky ni lo que hacemos busca reconocimientos ni aplausos. Luchar contra una tiranía no es nada fácil, es doloroso…, y por supuesto hiriente. Yo combatí en una larga batalla de conciencia y vencí. Mi victoria frente al chavismo ha sido íntima, personalísima, pero eso sí, enorme. La celebré a solas, sin frutos, sin éxitos, en el destierro, con mi nación aniquilada –como la Rusia de Drago– por el verdugo comunista.
Escribo, pese a los dolores de la operación y las frustraciones venezolanas del día a día, por ti, porque sé que tú también estás como Rocky. Luchas hasta el final.
Escribo por ti porque luchamos juntos.
Asesinos por naturaleza
El 11 de abril de 2002, en el marco de la protesta más grande de la historia de Venezuela, mientras caminábamos Jesús Mohamed, su padre Mohamed Merhi y yo por la avenida Baralt hacia el palacio de Miraflores para exigirle la renuncia al sátrapa Hugo Chávez y fuimos recibidos por las balas asesinas de los sicarios chavistas, que desgraciadamente mataron a Jesús, confirmé la naturaleza criminal del chavismo y entendí que había que enfrentarlos.
Lo que hicieron el 4 de febrero de 1992 y el 27 de noviembre de ese año: asesinar a mansalva y cobardemente venezolanos para llegar al poder lo volvían a hacer.
Lo harían siempre y lo seguirán haciendo, es su naturaleza.
Lo sabíamos
Tres meses antes de los eventos de abril, un amigo me había entregó una copia del Estatuto de Roma, documento legal que tipifica los peores crímenes que la humanidad puede conocer (genocidio, crímenes de guerra, lesa humanidad) y que da vida al Tribunal Penal Internacional de La Haya, cuando lo leí supe instantáneamente que el chavismo encarnaba ese tipo de criminales y que me tocaría demandarlos algún día. Me preparé para hacerlo.
Lo supe y lo hice, demandé junto a un grupo de amigos abogados a Chávez y a sus secuaces por crímenes de lesa humanidad e iniciamos la cruzada por la justicia en Venezuela.
Contra viento y marea aún sigue.
En su propia cara
Me preparé para demandar a Chávez, incluso antes de que cometiera los atroces crímenes que ha cometido, porque conocía su naturaleza. Los golpes de Estado y su vinculación con el castrismo eran indicios suficientes. No me equivoqué ni me equivoco cuando digo que Maduro y su pandilla de asesinos serán juzgados no sólo porque son unos comprobados criminales, sino por un evento peor: seguirán cometiendo crímenes, es su naturaleza, no cambiarán jamás.
Sabía que el Fiscal Penal Internacional Karim Khan iniciaría una investigación contra Maduro y sé que lo va a enjuiciar. Lo sé. Se los dijo en la cara.
Habeas corpus (cuerpo presente), acusó al criminal viéndolo al rostro.
Sin descanso, sin tregua
A partir de ahora, cada venezolano doquiera que se encuentre tiene una misión de vida: exhibir, fomentar y potenciar el conocimiento de los crímenes de lesa humanidad que el chavismo ha cometido en Venezuela, sin descanso, sin tregua, hasta sus últimas consecuencias. Los políticos de patética categoría moral que tenemos no se atreven a hacerlo porque incoherentemente están yendo a elecciones para convalidar a los criminales.
Pero tú y yo, que hemos luchado juntos (y lo seguiremos haciendo), no podemos descansar en nuestras denuncias. La justicia llegará sólo si seguimos.
Hemos vencido.