Como pantomima, lo calificó el Presidente Biden, pero lo de Nicaragua escenifica un terrible modelaje para América Latina donde la democracia cada día da traspiés. No fue caricatura la degollina policial de todos quienes osaron asomarse como candidatos de oposición, bajo la brujeril conseja de la tenebrosa vicepresidenta. Fue la demonización total del adversario. Un hecho que se nos antoja emparentable con aquella anécdota del dictador haitiano François Duvalier, alias Papa Doc, observante del Vudú como la señora Ortega, cuando, advertido por su babalao de que un adversario se había corporizado en un perro, en una noche sus tonton macoutes degollaron a cuanto can realengo o doméstico se atreviera por las calles de Puerto Príncipe.
La farsa electoral, sin opositores, produjo una abstención que fue estimada en 81.5% por el Observatorio Electoral Multidisciplinario Urnas Abiertas. Si bien la OEA ha desconocido mayoritariamente la elección, ésta recibió aplausos de las carnales dictaduras de Cuba y Venezuela y del gobierno de Bolivia. En Brasil, Lula Da Silva, ex cobrador oficial de Odebrecht y posible nuevo Presidente, organizó una movilización popular de felicitación. Socarronamente, el Presidente de México se cobijó en la obsoleta excusa de la no intervención para convalidar la grotesca farsa. Como sorpresa, Pedro Castillo, Presidente del Perú, ideológicamente afín del Foro de Sao Paulo, quizás iluminado por la dignidad de su condición de maestro, condenó el abuso y llamó al rechazo internacional de la reelección de Ortega.
En su conjunto, el andamiaje democrático de América Latina flaquea. Lo erosionan la vocación autocrática de Bolsonaro, el sello Kirchner de la Argentina, el narcisismo de Bukele en El Salvador, la peligrosa deriva de la democracia chilena bajo la torpeza de su empresario–presidente, la inestabilidad de Ecuador, la proverbial corruptela de gobiernos centroamericanos.
Solo dos luces, aunque pequeñas, alumbran sólidamente la democracia del continente: Uruguay y Costa Rica. Otra también firme, Colombia, todavía resiste.