Votar en un proceso que de antemano se sabe que es fraudulento, es como pretender sacar agua de un pozo seco. Por donde se le mire, esas elecciones tendrán el resultado que ya Maduro y su corte han pre elaborado y para eso se valen de la ingenuidad de muchos y de la colaboración de otros, para legitimar un proceso contaminado de trampas.
Los que llaman a votar, en nombre de una supuesta “oposición”, son los mismos que en diciembre pasado decían todo lo contrario, porque según ellos, “no habían condiciones mínimas para garantizar transparencia electoral en las elecciones parlamentarias”, por lo tanto, cabe preguntarles ¿qué ha cambiado de diciembre pasado a este 21 de noviembre 2021 para que le hayan dado la vuelta a la tortilla?. Es evidente que no se está pensando en salir de Maduro para poder liberar a Venezuela de ese régimen usurpador, la lucha que se plantean esos operadores políticos, que modifican alegremente sus tácticas electorales, es apuntando a ver como siguen controlando “espacios de poder”. ¡Por eso no ha caído esa dictadura!
Junto con Antonio Ledezma he recorrido varias veces mi país y en esos desplazamientos por los cuatro costados de Venezuela, he podido conocer a mucha gente buena, valiente y trabajadora, de probada vocación política y social; mujeres y hombres que se entregan con una pasión digna de elogiar, porque en la mayoría de los casos no buscan otra cosa que servir a sus localidades en sus respectivos estados y municipios. En esta justa amañada no faltan esos ciudadanos que se meten en esos avatares de la mejor buena fe, en la mayoría de los casos animados por los jefes de los partidos que controlan y que los exponen como “carne de cañón” para que terminen siendo víctimas de ese espectáculo fraudulento, que puso al descubierto “el siquiatra de la revolución”, cuando lo traicionó el subconsciente y confesó en público que “la derrota que tienen asegurada no será posible arrebatárselas”.
Y es que todo es un descaro, de lado y lado. Por parte de los operadores del régimen es descarada la tramposería con que manipulan el tinglado del que se sirven en el Consejo Nacional Electoral: lo controlan todo, desde la entrega de cédulas de identidad, reubicando y metiendo en ese registro electoral como se le da su real gana a quien se les antoje. Controlan las auditorias y cuentan con militares, policías y bandas armadas para “imponer su ley” en las etapas de votación y de escrutinios. Y por el lado de lo que aparenta ser oposición, además del triste espectáculo de las riñas, insultos y divisiones a granel, están las comparsas de infiltrados y cooperadores disfrazados de voceros de la transición que ya no les sirve y se proponen continuar la farsa a lo gatopardo “cambiando todo para que nada cambie”, cuando ahora salen a proponer una nueva estrategia para las elecciones que seguirán organizando los expertos en fraudes.