Motín contra el Black Friday: El movimiento “no compres nada” vende cada vez más en EEUU

Motín contra el Black Friday: El movimiento “no compres nada” vende cada vez más en EEUU

Black Friday
Protesta contra el Black Friday en Suecia. (EFE/Jonah Nilsson)

 

Cada año, a finales de noviembre, el Black Friday inicia la temporada de caza en Estados Unidos. Los consumidores salen con sus lanzas a recorrer los pastos de internet y los centros comerciales, experimentando un resabio de la excitación que vivían sus ancestros hace miles de años. Pero no todos los norteamericanos quieren participar en los rituales cinegéticos, o prefieren hacerlo de forma gratuita. Aunque no son nada nuevo, las redes de trueque —en las que se regalan o intercambian todo tipo de objetos de segunda mano, desde camas y mesillas de noche hasta juguetes, maquillaje, libros, pantallas planas y comida sobrante— están en plena expansión en el país símbolo del consumismo extremo.

Por El Confidencial





“Hemos experimentado un crecimiento exponencial como resultado de la escasez de mano de obra y los problemas en la cadena de suministro”, dice Liesl B. Clark, cofundadora de The Buy Nothing Project, una plataforma que desde 2013 permite a los miembros donar o conseguir productos usados. Clark asegura que, entre marzo de 2020 y agosto de 2021, duplicaron el número de usuarios, hasta superar los cuatro millones en todo el mundo. “Esperamos otro millón en los próximos seis meses”, asegura en una conversación con El Confidencial.

Las condiciones económicas actuales de EEUU, como apunta Clark, habrían estimulado las redes de trueque en diferido. Según el Departamento de Trabajo, unos 34,4 millones de estadounidenses dejaron sus empleos este año, sobre todo en los sectores de primera línea, como la hostelería, el transporte o la logística. Una posible consecuencia del miedo al covid y, quizá, como se especula desde hace unos meses, de una crisis existencial derivada de la experiencia pandémica. La vida sería demasiado frágil y breve como para dedicarla a un trabajo desagradecido.

Este fenómeno, bautizado como la Gran Dimisión, provoca que más de 10 millones de puestos de trabajo continúen vacantes en Estados Unidos. Sin ingresos y con tiempo de sobra para bucear en internet, millones de americanos se habrían lanzado a la caza de cosas gratis en sus barrios, con ayuda de plataformas digitales como Buy Nothing.

Los problemas de abastecimiento, derivados en parte de la escasez de trabajadores y del aumento salvaje del comercio digital en tiempos del covid —el cual ha generado cuellos de botella en la cadena global de suministros—, también habrían animado a recurrir a esta ‘economía circular’. Los puertos de Los Ángeles-Long Beach, por donde entra el 40% de los contenedores de mercancías en EEUU, están multando a las empresas mercantes que no desembarquen sus productos lo suficientemente rápido. Un día normal puede haber un centenar de barcos esperando su turno. Grandes corporaciones como Walmart, Target y Amazon han adelantado sus campañas y ofertas de Black Friday para estirar al máximo la temporada de consumo navideño y evitar que los estadounidenses encarguen todos los regalos a la vez.

La razón original

Pero habría otra razón. La razón original por la que Liesl B. Clark y la otra cofundadora, Rebecca Rockefeller, crearon Buy Nothing hace ya ocho años: la conciencia medioambiental, nutrida por la cada vez mayor presencia política e informativa del cambio climático, está creciendo entre los estadounidenses. Las fundadoras dicen que se les ocurrió la idea en una playa de la costa del Pacífico, mientras estaban con sus hijos, sentadas y viendo cómo las olas arrojaban multitud de plásticos sobre la arena. Empezaron a coleccionarlos, a estudiarlos y a identificar de dónde provenían. En 2013, Clark y Rockefeller fundaron el portal de trueque como respuesta al despilfarro y la subsiguiente contaminación del medio ambiente. Aseguran que buscaban ofrecer una alternativa.

“Ha llegado el momento de que la gente descubra las prácticas más sostenibles de compartir la abundancia que ya tenemos en nuestras comunidades”, dice Clark por correo electrónico. “Una manera no solo de cuidar los unos de los otros, sino de mandar el claro mensaje a las manufactureras de que no necesitamos que tantas cosas sean fabricadas y enviadas, resultando en desechos excesivos y emisiones de carbono”, agrega.

Con o sin Buy Nothing, la misma filosofía de “economía hiperlocal de regalos”, como describe Clark, resulta patente en vecindarios como el de Windsor Terrace, en Brooklyn. Además de las cosas que los vecinos dejan a la puerta de sus casas, que a veces son muebles de Ikea nuevecitos, libros sin tocar o triciclos que solo se han usado una vez, cada varios bloques hay una especie de pajareras de madera donde se dejan o recogen libros. Y luego están, muy parecidas, las despensas, donde lo más habitual es encontrar alimentos enlatados o frescos. Muchas de estas son esenciales para las familias con menos recursos, y algunas han evolucionado hasta formar pequeñas redes de donativos e incluso comedores sociales.

También es de justicia reconocer que algunos vecinos dejan cosas rotas o demasiado viejas, o comida de lo más sospechosa, como cartones de leche que pasan el día al sol, o, al menos en una ocasión, una cacerola llena de “caldo de pollo” que estuvo en un escalón desde por la mañana hasta por la tarde. Pero son excepciones.

Pese al crecimiento de Buy Nothing y otras iniciativas parecidas, que salen en Facebook o en Instagram y que permiten, con la paciencia debida, amueblar una casa entera, su efecto económico de momento es inapreciable o inexistente. Si una mayoría de norteamericanos empezara a regalar y recibir cosas usadas, la maquinaria de la primera economía del mundo se pararía como un coche sin gasolina, varado después de dos siglos y medio, con algunos hiatos, de expansión. Los partidarios del ‘decrecionismo’ brindarían, el PIB dejaría de ser el sumo indicador de la prosperidad y un humilde Nirvana estaría al alcance.

Sin embargo, la realidad es la opuesta. La pandemia de coronavirus hizo que los estadounidenses ahorraran hasta niveles históricos. Según la Reserva Federal de Kansas, los ahorros medios del país, como porcentaje de los ingresos disponibles, pasaron del 7,2% en diciembre de 2019 al 33,7% el abril siguiente. Un año más tarde, la pasada primavera, continuaban altos, en el 14%. Ahora, esos ahorros fluyen a las cajas registradoras de las empresas, incluso demasiado. Son, entre otros, uno de los factores por los que la inflación está creciendo al mayor ritmo en tres décadas. Otra razón para evitar comprar y darse una vuelta por los pastos gratuitos de internet.