Lejos han quedado las suntuosas fiestas de la jet set para la “socialite” Ghislaine Maxwell, amiga de la realeza británica que tuvo amores con multimillonarios y encandiló a las viejas élites.
Ahora, la hija del que fuera magnate de la prensa británica Robert Maxwell aguarda en una cárcel de Brooklyn -en compañía de ratas y comiendo alimentos podridos, según se quejó recientemente-, el juicio que se inicia este lunes para responder por las acusaciones de tráfico sexual de menores con el fallecido Jeffrey Epstein.
Si el jurado la declara culpable de captar a jovencitas para consumo sexual de Epstein, podría ser condenada a 80 años de cárcel.
Es una caída sórdida para esta mujer de 59 años acostumbrada a codearse con la flor y nata de las élites, que fue detenida en julio de 2020 en una pequeña localidad de New Hampshire tras desaparecer de la escena pública a raíz de la muerte de Epstein, su antiguo amante y amigo del alma.
El financiero de 66 años se suicidó cuando aguardaba, a su vez, en una cárcel de Nueva York a ser juzgado por tráfico sexual de menores.
Las demandantes que acusaron a Epstein describen a Maxwell como su mano derecha, su confidente y cómplice que actuaba como amante y facilitadora para satisfacer su voraz apetito sexual que le hacía, por una necesidad “biológica”, tener sexo al menos tres veces al día, según las 2.000 páginas del sumario divulgadas tras su muerte.
Las demandantes en este caso, algunas de origen humilde y menores de edad en la época de los supuestos abusos, aseguran que los “reclutadores” de Epstein acudían a la salida de los colegios o a sus lugares de trabajo.
La fiscalía acusa a Maxwell de ganarse la confianza de estas jovencitas, algunas de 14 años, a partir de mediados de la década de 1990, para proponerles que dieran masajes desnudas a Epstein antes de pasar al acto sexual.
También la acusan de haber participado en el abuso de las jóvenes en su casa de Londres y en las suntuosas viviendas que poseía Epstein en Manhattan, Palm Beach y Nuevo México.
Según el sumario, Maxwell permanecía a veces en la habitación cuando Epstein abusaba de las menores “para tranquilizarlas con la presencia de una mujer”.
– “Vivaz e interesante” –
El nombre de Maxwell salió a la luz pública en 1991 cuando su padre, el magnate de la prensa que también fue parlamentario seis años, se ahogó al caerse de su yate bautizado “Lady Ghislaine” por su adorada hija.
Con su muerte surgieron los rumores de operaciones financieras turbias en los diarios del Mirror Group Newspaper (MGN), que empañaron el buen nombre de la familia del hombre de negocios de origen judío nacido en Checoslovaquia, que huyó de los nazis a Reino Unido.
Ello no impidió que su hija mantuviera su opulenta vida y se introdujera en el circuito selecto de la élite de Manhattan.
Entre su círculo de amigos se encuentra el príncipe Andrés, el expresidente Donald Trump y la familia Clinton. Maxwell aparece en una foto de la boda de Chelsea, la hija de Bill y Hillary Clinton.
En 2011, un colaborador de la revista Vanity Fair la describía como “la persona más interesante, la más vivaz y la más inusual en una habitación”.
Maxwell era una reputada buceadora y piloto, que fundó una onegé medioambiental, TerraMar Project, para proteger los océanos.
No está claro cómo conoció a Epstein, con quien mantuvo un romance en la década de los 1990 antes de convertirse en su “mejor amiga”, como reconoció él en un artículo publicado en 2003 en Vanity Fair.
– “Villana” –
Siempre ha negado haber hecho algo malo pese a los seis cargos que pesan sobre esta “villana”, como la definió un agente del FBI.
También está acusada de perjurio en el testimonio que dio en 2016 tras una denuncia por difamación presentada por Virginia Giuffre, una de las supuestas víctimas de Epstein.
Poseedora de varios pasaportes, las autoridades le han denegado en repetidas ocasiones la libertad bajo fianza por el riesgo de que huya del país.
Acostumbrada a los grandes lujos, se ha quejado de las condiciones de detención en la Cárcel Metropolitana de Brooklyn, donde permaneció durante más de un año en aislamiento.
Su equipo de abogados asegura que las condiciones insalubres la han debilitado.
Pero durante la selección del jurado hace unos días apareció elegantemente vestida con un jersey negro y pantalones grises, y con su pelo oscuro brillante pese a que se quejó de que lo estaba perdiendo en la cárcel.
Es raro que los acusados como Maxwell acepten hablar en el juicio, pero no está descartado.
Se espera que la defensa ataque la credibilidad y la memoria de las cuatro mujeres que han denunciado a esta maestra, según la fiscalía, en el arte de la manipulación.
AFP