VICKY DÁVILA: ¿Qué significa para Luis Carlos Sarmiento Angulo ser el hombre más rico de Colombia?
Por Vicky Dávila / Semana
LUIS CARLOS SARMIENTO ANGULO: En primer lugar, una gran responsabilidad ante todo el país: especialmente los accionistas, los empleados, los clientes, la familia y los amigos. Hay que cuidar mucho eso porque todos estos grupos grandes suelen tener muchos enemigos gratuitos. Yo llegué a esto a través de muchos años de trabajo; digo jocosamente que si pensáramos en una jubilación de 20 años, ya cumplí tres jubilaciones y estoy trabajando para la cuarta. Tengo 68 años de trabajo continuo como profesional y a lo largo de todos estos años hemos podido construir muchas cosas, participar en el país, contribuir, eso me llena de satisfacción y hay que cuidarlo. La riqueza de estas grandes empresas forma parte de la economía del país. Estoy satisfecho de lo que hemos logrado.
V.D.: ¿Cuántos años tiene?
L.S.: 88 años.
V.D.: ¿Cuánto paga en impuestos?
L.S.: Pagamos una cifra muy importante. Es variable año por año. Por ejemplo, el año pasado se disminuyó por la pandemia, y se disminuyeron también las utilidades, pero pagamos entre el 2 por ciento y el 3 por ciento del total de los impuestos de renta que recibe el país cada año.
V.D.: ¿Eso a cuánto equivale?
L.S.: Entre 2 y 2,5 billones de pesos por año.
V.D.: ¿Cuántos empleos genera Luis Carlos Sarmiento Angulo?
L.S.: En la última revisión que hicimos, hace 15 días, son 117.000 empleados, de los cuales 23.000 están en Centroamérica, en los bancos que tenemos allá, y los otros 94.000 en Colombia
V.D.: ¿Qué significa el dinero para usted?
L.S.: El dinero es un elemento muy importante, pero hay que tener en cuenta que el dinero tiene que ser un medio y no un fin. El dinero tiene que servir para muchas cosas, pero no tiene sentido que la vida sea únicamente para hacer dinero. Si uno no está parejo en las dos cosas, consciente de su compromiso y de su obligación, pues no valdría la pena hacerlo.
V.D.: ¿Qué vale más que el dinero?
L.S.: ¡Bueno! Hay unos valores afectivos. La familia, primero que todo, los amigos, el país, los mismos ciudadanos; en fin, me gustaría tratar un tema de una vez.
V.D.: Dígame…
L.S.: Aquí todos los días se habla de igualdad y se critica mucho, y que hay que hacer que todos seamos iguales. En primer lugar, no somos iguales. Todos somos diferentes, nada que hacer. Lo que hay que buscar no es que todo el mundo sea igual, que todo el mundo tenga la misma plata y el mismo trabajo porque eso es imposible. Eso es apenas para hacer discursos políticos. Lo que hay que buscar es que todo el mundo tenga oportunidades y realmente nuestra gente en Colombia es pobre, nuestro país es pobre, los ingresos nuestros son bajos y se habla mucho de que las grandes empresas se quedan con el dinero.
V.D.: ¿Entonces?
L.S.: Permítame hacerle una pequeña aclaración. Las grandes empresas son las que producen el dinero. Entonces se dice que hay que repartir. Si no hubiese esas empresas, no habría nada que repartir. Lo que los países tienen que buscar y todos tenemos que buscar es que todos tengan oportunidad, que haya trabajo para todos, según sus capacidades, trabajos decentes, bien pagados. Es solamente una cuestión de enlazar las políticas públicas con el interés de los ciudadanos, es decir, los países tienen que preocuparse por que existan esas empresas. Por eso, esas tesis de “vamos a seguir, por ejemplo, poniendo impuestos y más impuestos”, y hablar con naturalidad de la reforma tributaria de este año, como si no pudiera pasar un año sin reforma tributaria, pueden resultar perjudiciales porque desestimulan la actividad empresarial.
V.D.: Veo que no le gusta que haya reformas tributarias tan seguidas…
L.S.: Los países estables tratan de no hacer reformas tributarias sino cada cinco o diez años. ¿Para qué? Para que haya empresas. ¿Y para qué las empresas? Para que creen empleo, para que la gente pueda trabajar y tener unos medios decorosos de vida, y tener una tranquilidad y una seguridad de cómo llevar el dinero a su casa.
V.D.: ¿Está harto de las reformas tributarias?
L.S.: Pues por lo menos muy poco convencido de su efectividad.
V.D.: ¿Por qué?
L.S.: Porque se trata es de crear empleos y si a las empresas que producen las atormentan todos los años aumentándoles los impuestos, cambiándoles las reglas de juego, poniéndoles más compromisos, amenazándolas con infracciones, aplicando sanciones penales muchas veces discutibles, pues es muy difícil. Los índices de desempleo, por ejemplo; no nos vamos a comparar con Estados Unidos ni con Europa, que tienen índices de 4 por ciento y de 6 por ciento; aquí en nuestro medio, Ecuador, Perú, tienen índices de desempleo de 5 por ciento y de 6 por ciento, uno de los líderes en desempleo, desde México hasta Argentina, es Colombia. Hoy tenemos 12 por ciento de desempleo y naturalmente nos quejamos porque la gente no encuentra empleo. Después de que lo tengan, podemos discutir cómo mejorar las condiciones, pero lo fundamental es que lo tengan, y para tenerlo hay que crear empresas porque son las que producen el trabajo y hay que favorecerlas. Me dirán “¡claro!, como usted es un rico lo que quiere es ganar todavía más plata”. No. Lo que quiero es más empresas y eso no se consigue sino dándoles oportunidades. Porque si los potenciales inversionistas encuentran mejores condiciones para su capital en los países vecinos se lo llevan para allá.
V.D.: ¿Tantos impuestos matan a las empresas?
L.S.: En algunos casos extremos puede que sí las maten. En la mayoría se entorpece el crecimiento natural.
V.D.: Las golpean…
L.S.: La población aumenta todos los días, las necesidades aumentan, no es posible conformarnos siempre con el mismo nivel de educación y el mismo nivel de ingresos, eso tiene que mejorar permanentemente. Y esa es la misión y la responsabilidad de los empresarios. Estamos en eso. Y por eso cuando vienen esas reformas tributarias, hay una expresión muy cotidiana, pero hay que repetirla, no hay que matar a la gallina de los huevos de oro.
V.D.: ¿Está preocupado por el país?
L.S.: Es un momento difícil. Como le digo, hay mucho desempleo y tenemos que corregir esa falla. Pero, por otra parte, Colombia es un país de una fortaleza increíble. Por ejemplo, con alguna frecuencia salgo tarde de la oficina, hacia las diez de la noche, y me voy por la avenida Caracas. A esa hora hay una multitud de gente que está saliendo de un montón de escuelas y universidades pequeñas, preparándose, estudiando. Eso llena de satisfacción y optimismo porque el nivel de nuestra gente va mejorando. Cuando empecé a trabajar, conseguí un contrato para construir un alcantarillado de la avenida Boyacá, que en esa época era un camino de herradura. No había circulación de tráfico y allí los obreros eran muy humildes, llegaban con alpargatas. Eso afortunadamente se superó. Vamos mejorando, pero sí podríamos hacerlo más rápido, con un planeamiento de ciertas cosas.
V.D.: ¿Políticamente está preocupado por Colombia?
L.S.: Sí, claro.
V.D.: ¿Por qué?
L.S.: En primer lugar, no es normal esperar una proliferación de candidatos tan abundante como la que hay, pues naturalmente estaría uno más confiado y más tranquilo si hubiera dos o tres o cinco candidatos con su prestigio bien merecido, de años de trabajo. Pero, bueno, Colombia ha tenido muchas crisis y siempre hemos salido bien, siempre quisiéramos salir mejor, por supuesto.
V.D.: ¿Usted cree que en las elecciones de 2022 están en juego el futuro de Colombia y la democracia?
L.S.: Por supuesto que sí, porque depende de quiénes sean los elegidos, puede que haya cambios muy fuertes en el manejo político y económico del país. Y eso puede traer muchas dificultades.
V.D.: ¿Le gusta la política?
L.S.: Sí, no he sido muy político en mi vida, pero sí.
V.D.: ¿Se interesa por la política?
L.S.: Sí, por supuesto, porque además dependo de la política, igual que todos los colombianos, pero mientras más interés le tenga uno, más depende.
V.D.: Más que preguntarle por cada candidato, quiero abrir un capítulo especial. Quiero saber qué piensa de Gustavo Petro. Más que por su aspiración presidencial, porque él lo ha mencionado muchas veces. ¿Usted es consciente de eso?
L.S.: Sí. No sé por qué lo hace. Hemos coincidido en la vida muy poquitas veces, ocasionalmente. Cuando fue alcalde por ahí me invitó a dos o tres reuniones en la Alcaldía y allá asistí. Unas relaciones personales normales. Ahora, él debe tener también sus propias ideas sobre cómo se deben manejar las economías y quizás eso es lo que le molesta. Pero yo por mi parte lo que siento es que estoy cumpliendo con un deber, estoy aportando a Colombia lo que se debe, estoy cumpliendo con mi responsabilidad.
V.D.: Por ejemplo, en una entrevista con SEMANA, Gustavo Petro dijo que Luis Carlos Sarmiento Angulo no genera empleo.
L.S.: (Risas) Ya le dije cuántos, 117.000 personas en total. Si tenemos un índice promedio de personas por cada jefe de familia, que es como cuatro, eso significa que hay 400.000 personas que su sustento depende cada año de empresas como esta. Entonces eso no puede ser criticable. Aquí no hay problemas laborales, nos entendemos con nuestra gente, pagamos bien, nos aprecian. Tenemos gente que desde hace años trabaja con nosotros y ahora ya sus hijos y algunos de sus nietos. Eso habla de si los tratamos bien o no.
V.D.: Petro también les tiene el ojo puesto a Luis Carlos Sarmiento Angulo y a todos sus bancos. Él, por ejemplo, dijo que los banqueros en Colombia lo que han hecho es enriquecerse y que si él es presidente los va a poner a competir con el Banco Agrario. ¿Qué opina usted?
L.S.: Esa competencia no es nueva, de allá venimos. En una época aquí la mayoría de la banca era pública. El servicio era muy deficiente y perdían mucho dinero. Para evitar la quiebra los tuvieron que privatizar. La banca tiene una responsabilidad fundamental, además de atender a todos los clientes y prestar los servicios usuales, y es financiar las propias empresas, no digo las de los banqueros, sino las del país y financiar al Estado. Por ejemplo, ¿quién financia las carreteras que se están construyendo? La banca privada. Si quiere le menciono un caso que ha sido muy diciente, la carretera a Villavicencio. Nosotros tenemos varios años trabajando en esa vía.
V.D.: Lo que dicen es que usted ha tenido contrato de más de 20 años…
L.S.: Es verdad. El primer contrato nos lo dieron en el año 94, pero es que la memoria de la gente es frágil. En esa época la carretera a Villavicencio era un camino de herradura, eso era una cosa terrible, era una carreterita de seis metros de ancho de vía sin pavimentar. Un carril en cada sentido, los buses pasaban rozándose, hubo muchos accidentes. Había derrumbes. Muchas veces la gente salía de Bogotá para Villavicencio y había un derrumbe en un sitio y tenía que parar, daba reversa y había caído otro atrás, y la gente pasaba la noche en esos buses dos y tres días hasta que llegaban los buldóceres a abrir paso. Yo conocí mucho esa carretera porque mi padre tenía una finca en Guayabetal. Tenía un negocio de explotación de madera. Recuerdo con horror la carretera. La finca de mi padre era allá en el kilómetro 58, donde están cayendo esos derrumbes (risas). Son cosas anecdóticas. Entonces no ha sido un solo contrato, han sido contratos para una cosa, para otra, pero hay que ver la carretera hoy en día.
V.D.: Veo que se siente muy orgulloso de la vía a Villavicencio…
L.S.: Tiene especificaciones de autopistas de montaña, de las que se construyen en Suiza y Estados Unidos. Las nuestras son similares y eso es lo que hemos hecho. Al principio nos pagaron unos contratos, pero en los presupuestos nacionales no hay dinero suficiente para obras públicas. Entonces la fórmula que se han inventado, y no aquí, es universal además, es obtener créditos para construir las obras y luego con la utilización de esas mismas obras, pagarles a quienes financiaron la construcción y producir dinero suficiente para mantenerla con los peajes. Ahí quiero aprovechar para disipar una duda, todos los días se dice que los peajes de la carretera…
V.D.: Sí, que son muy caros…
L.S.: Que son muy caros. En primer lugar, el costo del mantenimiento depende de la calidad de la vía. Por ejemplo, si tenemos una carretera en los Llanos, con unos terraplenes mínimos, absolutamente plana con muy poquitas curvas, el mantenimiento es una cosa. Pero si tenemos una carretera como esta o como la que inauguraron del paso de La Línea, llena de túneles, puentes, taludes y cunetas, el mantenimiento es mucho más costoso, pero es lo que se necesita. Hacemos esas carreteras y del mismo peaje hay que sacar el dinero para amortizar los créditos y los bancos damos esos créditos. Los bancos financiamos esas obras en plazos muy largos de 25, 30 o 40 años, con unos intereses preacordados con el Gobierno y se abren licitaciones, y al que ofrezca una mejor oferta se la adjudican. Le doy un dato: estamos trabajando en el tercer sector, cumpliendo el cronograma, estamos ya en el 93 por ciento de ejecución de este tercer sector. ¿Y cuánto le ha costado esa carretera al Gobierno colombiano hasta ese momento?
V.D.: ¿Cuánto?
L.S.: Cero pesos. No han pagado un centavo, ninguno. No es por abuso, no es porque estén incumpliendo, no es porque se estén aprovechando. No, así es el contrato.
V.D.: Se paga con los peajes…
L.S.: Se paga con los peajes, entonces cuando dicen “es que los peajes son muy caros”, hay que repetir que el peaje no es únicamente para mantener la vía, sino para pagar el costo de la construcción. Si no se quiere hacer eso, pues no habría mantenimiento, pero, claro, tampoco existiría la vía.
V.D.: Déjeme regresar a Gustavo Petro. Él también es un crítico de los fondos privados de pensiones. Si él es presidente, sin duda, estos también se verían afectados y su organización tiene intereses allí.
L.S.: Independientemente de que sea la opinión de Petro o no, le propondría que analicemos cuál es la realidad. Por muchos años, en Colombia la única fuente para pagar pensiones de jubilación era el Instituto de Seguro Social y todos recordamos que iba uno por la calle y veía las filas de dos y tres cuadras de gente a ver si le pagaban su pensión. No había fondos. El Seguro Social nunca constituyó una reserva, nunca, y todavía no tienen un peso de reserva para pagar la pensión. Los dineros que reciben los utilizan en los pagos y los faltantes de cada año, que ya son muy cuantiosos, tienen que salir del Presupuesto Nacional. En los fondos de pensiones, lo principal es pagar las pensiones que ya se estén causando. En Porvenir, por ejemplo, ya tenemos 100.000 pensionados. La mayor parte del dinero que se recibe en los fondos de pensiones es para crear reservas, para garantizar que en el futuro, cuando una persona tenga derecho a cobrar su pensión, todo lo que tenga que hacer es ir a la entidad donde está afiliada y se la pagan inmediatamente. El proceso está completamente tecnificado. Manda sus papeles y el pago se le consigna en el banco. Desde luego ya no tiene que hacer esas filas, que eran humillantes, horribles.
V.D.: ¿Cómo es que trabajan los fondos con la plata de los afiliados?
L.S.: Cada peso que aporte un afiliado, el fondo de pensiones tiene que ponerlo a trabajar en inversiones y los aportes, junto con los rendimientos de esas inversiones, forman parte de los fondos que le pertenecen al afiliado, no al fondo de pensiones, ni mucho menos a los empresarios. Esa reserva en su totalidad les pertenece a los trabajadores de Colombia, ese dinero es el que les garantiza que les van a pagar sus pensiones. Esos traslados alegres que dicen, que pasémoslos para allí, para allá, si los van a hacer, que digan primero con qué van a responder para pagar las pensiones. Mientras la plata esté en los fondos de pensiones, ahí permanece aumentando y la certifica la Superintendencia Financiera. Tiene el control de las autoridades. Dónde está la plata, en qué está invertida, qué rendimientos tiene, hay normas muy estrictas que lo controlan. Si un fondo de pensiones tiene unos rendimientos muy bajos, los empresarios de ese fondo tienen que pagar de su bolsillo el faltante para completar el promedio de lo que dan los otros.
V.D.: ¿Y esa idea que han promovido Petro y otros de que usted se ha enriquecido con las pensiones de la gente?
L.S.: No. Ya le dije cuál es la primera razón de cómo me he enriquecido. Ya estoy en la cuarta jubilación, he trabajado más que cualquier otro colombiano. En segundo lugar, yo me preparé, soy ingeniero civil, me gradué a los 21 años, en ese entonces la carrera era de seis años. Me gradué con el primer puesto de mi promoción. Los últimos tres años, mientras estudiaba, trabajaba medio tiempo. Siempre estudié en entidades oficiales, estudié mi bachillerato en el Colegio Nacional de San Bartolomé, mi carrera fue en la Universidad Nacional. Vivo con agradecimiento por la educación que me dieron. He trabajado mucho, me he asesorado de muy buena gente, he logrado mantener el interés, y para lograr ese interés hay que ser justo en los repartos, o sea en los salarios que se pagan, en las bonificaciones.
V.D.: No sé cómo tome esta pregunta. ¿Teme que si Gustavo Petro llega a la presidencia los persiga a usted y a su organización?
L.S.: Es difícil saber qué piensa él. Él es muy fuerte en sus comentarios, pero de todas maneras es alguien que tiene un interés como colombiano y como político en tener éxito. Creo que cuando él llegue allá y pueda constatar la realidad y ver las cosas, cambiará su manera de pensar. Si se toma el tiempo necesario y se asesora convenientemente, verá que las cosas son como le digo.
V.D.: Usted siempre ha vivido en Colombia, sus empresas están aquí. Si gana Petro ¿usted se va del país?
L.S.: Eso no lo he pensado. Siempre he estado aquí, mi familia está aquí, nuestros negocios están aquí.
V.D.: ¿Por qué decidió quedarse aquí toda la vida?
L.S.: Porque yo quiero a este país. Nací aquí, mi familia es de aquí, de muchas generaciones atrás. Este es un buen país, tiene sus problemas, pero precisamente eso es parte de la responsabilidad, no criticar tanto, sino ayudar a resolverlos.
V.D.: Cuando le digo Julio Mario Santo Domingo, ¿qué recuerda? ¿Qué se le viene a la cabeza?
L.S.: Un buen amigo, ya desapareció, era un gran empresario. Él sí pasaba mucha parte del tiempo en el exterior. Hicimos varios negocios juntos, tengo muy buen recuerdo de él.
V.D.: ¿Y Carlos Ardila Lülle?
L.S.: Un hombre excepcional, acabó de morir. Su hijo está casado con una hija mía. El aprecio es muy grande, siempre lo sentí como un gran colombiano.
V.D.: ¿De esa generación solo queda usted?
L.S.: Sí, pero también va surgiendo más gente, va apareciendo más gente. Y ahí es cuando yo reclamo: no persigamos tanto a la gente que asoma la cabeza, porque entonces nadie se vuelve a atrever a sacarla, no critiquemos tanto a las empresas y no saquemos tantas reformas tributarias, porque es que usted me hace la pregunta adecuada, si aquí los perseguimos tanto y los acosamos tanto, pues se pueden ir. La persona que es buen empresario triunfa aquí y triunfa a donde vaya. El que es mal empresario le va mal aquí y le va mal a donde vaya. Entonces los que están hay que cuidarlos, no son tan fáciles de conseguir.
V.D.: ¿Qué le quiere dejar a Colombia? ¿Cómo quiere que lo recuerden?
L.S.: Quiero que el grupo empresarial nuestro sea apreciado, es un grupo serio, cumplimos las leyes, trabajamos con honradez y con éxito; es que no tener éxito no solo es una desgracia, puede haber culpa. He tenido a lo largo de mi vida una política de ayudar, no ando haciendo alarde de eso. Pero le puedo comentar, por ejemplo, empecé haciendo donaciones de equipos de cirugía para la Fundación Cardioinfantil, para la Fundación San Ignacio y después hicimos otras cosas más. Por ejemplo, le doné a la Universidad Nacional un edificio nuevo que construí de 10.000 metros cuadrados para bibliotecas. Hay una cosa anecdótica: cuando fuimos a hacer la escritura, no había antecedentes, nunca la Universidad Nacional había recibido una donación de ningún exalumno. Ni de nadie. Tocó consultar con las autoridades civiles de qué manera se podía hacer eso. También aquí hubo una inundación muy grande; en el primer Gobierno de Santos, muchas familias fueron perjudicadas. Construí un barrio en Usme, son 400 apartamentos, lo construí y se lo entregué a los damnificados con cero pago. Una cosa similar ocurrió en Cartagena, con otra inundación, allá doné 50 casas. Ahora, con motivo de la covid, las donaciones que hicimos para mercados, para importación de equipos, fue de algo más de 120.000 millones de pesos. Eso forma parte de una metodología, no solo hablar, sino hacer. Ahora estoy muy próximo a terminar una obra de la que me siento muy orgulloso, que se llama el CTIC.
V.D.: Me habla del Centro de Tratamiento e Investigación sobre Cáncer…
L.S.: Esa es una obra muy grande. La primera etapa va a tener 100.000 metros cuadrados de construcción. Quiero que sea lo máximo en estudio e investigación sobre cáncer, no solo en Colombia, sino en la región. Ya tengo cuatro años en la construcción. Antes de eso duré tres años en investigación, consiguiendo información. Viajé varias veces a Estados Unidos, a los hospitales de cáncer más grandes, como el Johns Hopkins y el MD Anderson. Ya estamos terminando la construcción, la vamos a terminar el próximo diciembre. Estamos alistando la dotación, espero poder abrir al público en seis meses. Hasta el momento esa inversión nos está costando 1,2 billones de pesos. Es una fundación sin ánimo de lucro, nosotros no estamos esperando recibir ningún rendimiento de esa inversión. Obviamente con todos los procedimientos que se realicen habrá algún superávit. El compromiso es que se reinvierta, adquiriendo lo último en tecnología. Y hay un edificio al lado, de 10.000 metros cuadrados, únicamente para investigación. En Colombia hay mucho cáncer y las instituciones existentes no son suficientes, no hay suficiente capacidad para atenderlo y no se investiga nada. Por ejemplo, aquí el cáncer de estómago es uno de los que más se presenta y todos los tratamientos los traemos de Estados Unidos, y allá el cáncer de estómago es del 1 por ciento y aquí es el 10 por ciento. Debería ser al contrario, nosotros deberíamos hacer la investigación y deberíamos suministrársela a ellos. También hay que darles oportunidad a los profesionales colombianos. Me he encontrado que hay profesionales extraordinarios. Hace poco estuve en Londres, en un instituto de investigación allá, y había dos o tres colombianos. Gente muy buena que aspiramos volver a traer a Colombia.
V.D.: ¿Usted cree que ha habido una campaña de desprestigio contra usted y su organización?
L.S.: Sí, pero ¿qué hace uno? Son gajes del oficio. Para no merecer ninguna crítica se necesita no decir nada, no pensar nada y no hacer nada.
V.D.: ¿En qué ha consistido esa campaña de desprestigio?
L.S.: Ahí con el tema este de la asociación que desafortunadamente hicimos con Odebrecht, que resultó ser una firma tramposa y delictiva, eso nos ha traído muchos sinsabores. En la carretera que hicimos con ellos, que es la Ruta del Sol en el segundo sector, ha sido un desastre para nosotros. Alcanzamos a ejecutar la obra como de 3 billones de pesos y nunca nos pagaron completo. Hubo un tribunal de arbitramento que dijo que había habido mala fe en la adjudicación.
V.D.: ¿La hubo?
L.S.: Sí la hubo, pero no nuestra. Los funcionarios de Odebrecht compraron a unos funcionarios públicos. Pero fíjese que la falta no fue entre Odebrecht y nosotros. La falta fue, para decirlo con su nombre, entre el funcionario de Odebrecht, representando a Odebrecht, y el encargado del Ministerio, del ministro de Obras Públicas del momento, ¿representando a?
V.D.: Al Estado…
L.S.: Sí. No a nosotros. Yo tengo una trayectoria. Desde que salí de la universidad he estado trabajando con todo tipo de empresas públicas y privadas. Nunca en mi vida he tenido un problema. El único ha sido como consecuencia de la asociación con esa gente. Entonces se han aprovechado para atropellarnos y criticarnos, pero hemos demostrado hasta la saciedad que ninguna de nuestras empresas como tal participó en la comisión de ese delito. Solo un funcionario de una de nuestras compañías, traicionando la confianza que se le dio y actuando por su cuenta, se coludió con los empleados de Odebrecht para participar en el delito. A ese empleado lo juzgaron, lo condenaron y está preso. Pero los sobornos que pagaron, entre 30.000 o 40.000 millones de pesos, y no es ni mucho menos que yo los justifique, no tienen proporción con la suma que el Gobierno no pagó de la obra con la constitución del tribunal de arbitramento. Solo quiero llamar la atención en la desproporción. La suma que no pagó es mucho más de un billón de pesos, 50 veces más.
V.D.: ¿Y quién puso entonces ese billón de pesos?
L.S.: Los contratistas.
V.D.: ¿O sea ustedes?
L.S.: Exactamente, pero los contratistas la tomaron prestada de los bancos.
V.D.: ¿Ustedes por qué se asociaron con Odebrecht?
L.S.: Ese contrato lo hicimos en el año 2009. Odebrecht era entonces la firma más prestigiosa del mundo en contratos de ingeniería. Cuando resultó este escándalo, en Estados Unidos, que fue donde lo descubrieron en 2016, le dieron una gran publicidad. Odebrecht era contratista, por ejemplo, del aeropuerto de Miami, contratista de la I 95, que es la autopista que va desde Miami hacia el norte y hasta Nueva York. Era contratista y después de eso siguió haciendo la obra. En Estados Unidos son pragmáticos: les dijeron “ustedes tienen que pagar estas multas, esto es un delito, pero antes de irse terminan la obra” y así lo hicieron y la terminaron. Aquí lo primero que dijeron fue “¡fuera!”, y mire cómo está la obra hace cinco años. Esa carretera es un desastre, lo que se construyó está abandonado, ahora están empezando a abrir licitaciones para terminarla.
V.D.: ¿Entonces qué pasó?
L.S.: Nosotros, antes de asociarnos, hicimos todas las investigaciones posibles y pedimos recomendaciones, solicitamos y obtuvimos certificaciones bancarias, hicimos todo lo que teníamos que hacer. Ellos habían construido unas obras en Colombia, unos de los ingenieros nuestros los conocían. Por eso nos asociamos con ellos.
V.D.: ¿Qué es lo que más le ha dolido de lo que se ha dicho? Porque a usted lo han pintado como el jefe de la banda, por decirlo coloquialmente…
L.S.: La Fiscalía, la Procuraduría y todas las entidades afines que existen nos han investigado, y no han encontrado nada censurable de nuestra parte. Nos arman ese escándalo por una cosa que llegó importada de Brasil. Nosotros no nos dimos cuenta antes del año 2016. Llevábamos siete años trabajando con ellos. Pero pregunto yo: ¿y Estados Unidos, con los mejores sistemas de investigación, sí se dio cuenta antes que nosotros? Y las autoridades colombianas y todos los países donde delinquieron, Ecuador, Perú, Venezuela, Brasil, Argentina, casi cogen todos los países y póngales una cruz a todos… tampoco se dieron cuenta.
V.D.: Y obviamente ahí terminaron ustedes, asociados con unos ladrones…
L.S.: Sí, con unos pícaros. Me gustó un fallo que salió hace pocos días en la Procuraduría.
V.D.: ¿Contra Paolo Ferracuti y Eleuberto Martorelli?
L.S.: Exactamente, a esos dos los sancionaron con una multa, a cada uno, de 16.000 millones de pesos y la inhabilidad para contratar por un número largo de años. Los primeros tuvieron una suerte diferente, dieron una información y les dieron una amnistía. ¿Qué información tenían que dar? Nada, si ellos eran los artífices. Ese sistema de hacer negociaciones con los delincuentes que informen algo tiene que ser revisado, porque puede conducir a que el jefe de una banda, el que organiza un delito, el que consigue los secuaces que necesita, el que dirige la ejecución del delito, luego va al tribunal que le corresponde, denuncia a todos los que él mismo contrató y adoctrinó, y lo dejan libre. ¿Esa es la negociación?
V.D.: De hecho, su hijo, Luis Carlos Sarmiento júnior, tuvo que darles algunas explicaciones a las autoridades. ¿Eso cómo lo vivió usted como papá?
L.S.: Uno en estas posiciones tiene que tener la piel fuerte y aguantar lo que venga. Me sentí muy ofendido, muy molesto, muy martirizado por ello. Pero a la vez muy satisfecho, no pudieron encontrar nada. La investigación que hicieron llegó a límites que usted no se imagina. Cogieron todos los computadores de todos los funcionarios, incluso el mío, y mandaron a que revisaran todos los correos que recibí en los últimos cinco años a ver si había algo que me pudiera comprometer. En esos cinco años yo tenía 25.000 correos y no encontraron nada. A él lo llegaron a llamar para ver si podían abrir investigación, nunca se abrió formalmente, nunca recibió imputación de ningún delito porque no había ninguna base. Aquí en la compañía el único responsable es el funcionario de Corficolombiana, quien actuó por su cuenta y sin contar para nada con las compañías que manejaba, pero ese está ya pagando su pena.
V.D.: De todo esto, lo que le debió doler más fue lo de su hijo…
L.S.: Eso es muy doloroso, lo atormenta mucho a uno. Uno tiene tendencia a hacer un balance. Hombre, si yo no he hecho sino servir, si no he hecho sino cumplir las normas del establecimiento, por qué me atropella. Y ese proceso está próximo a terminarse y nosotros salimos absolutamente limpios de eso, totalmente transparentes, todas las pruebas que se hicieron y no encontraron nada, porque no había nada que pudiera comprometernos.
V.D.: ¿Por qué hay tanta corrupción en Colombia?
L.S.: Usted toca un tema muy delicado. El sistema judicial ha sido tradicionalmente la parte mala de la administración pública por mucho tiempo. Yo, personalmente, traté de ayudar a mejorarlo, invertí en investigación para ese propósito. La satisfacción es que sí ha mejorado, pero le falta mucho. La justicia tan lenta se presta para favoritismos y para lo contrario. Para con unos cerrarse los ojos y a otros inventarles delitos. Colombia tiene que hacer ese esfuerzo y lo hemos reclamado muchas veces. Hay una entidad que se llama la Corporación Excelencia en la Justicia, yo soy uno de los principales financiadores de esa corporación. Y en ella se ha trabajado mucho. Hay resultados para mostrar de los esfuerzos de los jueces, de los magistrados, pero nos falta todavía mucho en la tecnificación. El país tiene que hacer un esfuerzo, tiene que contratar una misión de gente especializada en eso. Cuando la justicia es más eficiente y más efectiva, contribuye a que disminuyan los delitos.
V.D.: ¿Pero hay algo en la cultura del colombiano?
L.S.: Pues el ambiente, ¿no? Si la gente tiene y ve a familiares que hacen esto y hacen aquello y no les pasa nada, pues sienten la tentación. ¿Yo por qué no tengo eso que él tiene? Eso se riega, es decir, la ocasión es causa del delito algunas veces.
V.D.: “La ocasión hace al ladrón”, decía mi abuela.
L.S.: Exactamente. Entonces donde ven que no hay control, pues habrá algunos que sus principios les impidan hacerlo. Pero otros no. Hay un puntico que le quería mencionar muy rápidamente, si todavía tenemos tiempo.
V.D.: Sí, tenemos tiempo…
L.S.: Es lo que le decía de la obligación, de la responsabilidad, de producir oportunidades para que la gente tenga a su vez la capacidad de conseguir empleos buenos. Eso es lo que le da estabilidad a la familia, lo que garantiza el estudio de los hijos. Uno dice: bueno, y en Colombia ¿qué se puede hacer? Porque yo no soy político ni he sido, ni lo seré jamás, pero…
V.D.: Perdóneme una cosa. ¿Algún día le propusieron lanzarse a la presidencia, ser senador o algo así?
L.S.: Sí, pero en charlas de borrachos.
V.D.: Lo interrumpí; continúe, por favor…
L.S.: Sí, le iba a hablar de una idea. Llevo 20 años trabajando ahí en estas carreteras de Villavicencio, y he podido conocer mejor el Llano. Esa es una región increíble. Mire, tienen las más importantes reservas de petróleo del país, al igual que sus recursos hídricos. Tiene todas las ventajas, los paisajes más lindos. Entonces el Llano es para desarrollar la cosa más extraordinaria. Hay más terreno sin desarrollar que terreno desarrollado. O sea, allá hay unas tierras inmensas con toda clase de potencialidades. He invertido un poco de dinero en eso investigando y me parece que eso sería una solución para Colombia.
V.D.: Explorar y explotar todos los Llanos…
L.S.: Pero con un programa nacional con permanencia, no dependiendo del Gobierno de turno. Unos estudios serios, confiables, que podrían costar 150 o 200 millones de dólares, pero eso lo que significaría para la producción de este país… usted no se imagina, tiene todo, allá está todo.
V.D.: O sea, esta es como la última gran idea que usted ha tenido.
L.S.: La última (risas). En algo tiene uno que pensar cuando no duerme por la noche.
V.D.: ¿Cuántas horas duerme al día?
L.S.: Pocas, duermo muy mal, me acuesto como a la 1:00 de la mañana y me levanto a las 6:30 de la mañana.
V.D.: La gente sueña con jubilarse. ¿Usted por qué no se ha jubilado?
L.S.: Porque me gusta lo que hago…
V.D.: Le gusta trabajar…
L.S.: Me encanta obtener resultados, me encanta ver las cosas, ver lo que se hace…
V.D.: ¡Además usted trabaja hasta los sábados!
L.S.: Sí, eso es un resabio viejo (risas).
V.D.: ¿Colombia está en paz o no?
L.S.: Mmm, ¡qué pregunta! Si lee uno la prensa de hoy, no está en paz.
V.D.: ¿Qué opina de los exguerrilleros de las Farc que van a cumplir cuatro años en el Congreso, legislando para millones de colombianos que nunca han cometido un delito, mientras ellos tienen pendiente pagar por sus delitos de lesa humanidad?
L.S.: Mal, porque eso se presentó como una parte de un precio que se pagaría para lograr una serie de beneficios de la paz, de reintegro de los terrenos, de reparación, entonces siento que nos pusieron conejo, ¿no?
V.D.: ¿Las Farc? Y ahora Estados Unidos las saca de la lista de organizaciones terroristas…
L.S.: Qué tal… Esa es una pena muy grande y definitivamente Colombia tiene que aprender la lección, el orden no se logra con una secuencia indefinida de negociaciones y amnistías porque está visto que ese no es el camino. Recuerdo la de Belisario, en 1984 tal vez, y antes había habido otras con el EPL, o sea, hasta este momento ya tenemos 30 años de hacer amnistías. Pregunto: ¿se ha pacificado el país? ¿Hemos mejorado? O, por el contrario, ¿esto se ha expandido de una manera terrible? Además, se volvieron narcotraficantes y son los amos del narcotráfico en todo el mundo. El narcotráfico es un corruptor de una capacidad increíble. El orden se logra poniendo orden. Si no se hace de una vez, pues hay que hacerlo poco a poco.
V.D.: ¿Usted cree que si se hubiera respetado el resultado del plebiscito, en el que ganó el ‘No’, estaríamos en otras circunstancias?
L.S.: Claro que sí.
V.D.: Usted siempre ha estado en la mira de los grupos delincuenciales. Las Farc, por ejemplo, lo tenían muy chequeado.
L.S.: Sí, mucho, sí. Desde el secuestro de mi hija Sonia (se le quiebra la voz y se le aguan los ojos). Eso fue el 26 de enero de 1983, y solo regresó el 17 de julio.
V.D.: ¿Por qué se quiebra al recordar, tantos años después, el secuestro de su hija Sonia?
L.S.: Porque esas cosas son muy duras y tienen muchos problemas y complicaciones. Además, esa es una ofensa que uno recibe de un tamaño inmenso. No hay manera de repararla, nada, y yo nunca recibí ninguna reparación. El apoyo que recibí del Gobierno en ese secuestro fue cero absoluto.
V.D.: Era el Gobierno de Belisario Betancur…
L.S.: Sí, el Gobierno de Belisario.
V.D.: ¿Y fue el M-19?
L.S.: No, no me atrevería a decirlo, parece que fueron las Farc.
V.D.: ¿Las Farc?
L.S.: Hay mucha correspondencia que ellos mandaron y decía Farc-EP. Pero dijeron que habían sido los del M-19. Al final, uno ni sabe, esa gente se intercambiaba los secuestrados de un lado a otro, y eso era una cosa horrorosa.
V.D.: Además, su hija Sonia era una jovencita, se la llevaron de la universidad.
L.S.: Sí, la sacaron del salón de clase…
V.D.: Cuando piensa en ese día ¿vuelve a revivirlo todo?
L.S.: Sí, claro, terrible, terrible, terrible. Ojalá que esa época no vuelva. En ese entonces hablé con el presidente (Belisario Betancur). Me dijo “mire, haga usted lo que pueda, pero en el Gobierno no tenemos cómo resolverle ese problema”.
V.D.: ¿O sea, lo dejó solo?
L.S.: Absoluto, absoluto, y así lo manejé.
V.D.: Y era un secuestro extorsivo, me imagino. ¿Cuánto le estaban pidiendo?
L.S.: Eso se me olvidó.
V.D.: Mejor
L.S.: Sí.
V.D.: Pero era con ánimo de sacarle dinero.
L.S.: Por supuesto.
V.D.: Y fueron muchos meses… seis meses, aproximadamente.
L.S.: Seis meses, menos nueve días.
V.D.: ¿Llegó a perder la esperanza en algún momento?
L.S.: No, no. Yo solo pierdo la esperanza al día siguiente de que fracasa un proyecto; mientras tanto, trabajo hasta la última hora en todo, en los negocios, en todo soy igual.
V.D.: ¿Y recuerda la felicidad del día que volvió a abrazar a su hija?
L.S.: Sí, claro, yo fui a recogerla. Son las cosas que pasan.
V.D.: Las Farc le hicieron seguimientos muy graves a usted. Algo le iban a hacer.
L.S.: Sí, sí.
V.D.: Con videos y todo.
L.S.: Eso creo, sí.
V.D.: Se salvó de esa, gracias a Dios. ¿Es creyente o no es creyente?
L.S.: Yo soy muy creyente. Y me he salvado de tantas cosas en la vida, tantas, tantas.
V.D.: ¿Hoy todos sus hijos trabajan con usted en la organización?
L.S.: Todos, sí.
V.D.: ¿Cómo están ellos? ¿Qué hacen en la organización?
L.S.: Hay familias que dicen: no queremos que los familiares trabajen en las empresas para evitar conflictos personales, de autoridad y cosas de esas. Pero lo que yo aplico es que quiero que todos trabajen aquí. Trabajan en muchas áreas, en los bancos, en la constructora, en los hoteles, en la corporación financiera, viven muy interesados y les gusta mucho hacerlo y producen, aportan y cuidan lo suyo.
V.D.: ¿Quién es el sucesor? Se supone que todos sus hijos, ¿pero alguno en particular?
L.S.: Luis Carlos júnior, es el presidente del Grupo Aval, que es nuestro grupo central. Pero nosotros tenemos otras inversiones, en agricultura, industrias y hay unas partes de esas que pasan por el Grupo Aval y otras que no, entonces Luis Carlos, como presidente del Grupo Aval, es el que tiene la mayor injerencia, la mayor capacidad de decisión y acción: Pero hay comité y juntas y todos participan.
V.D.: ¿Le ha gustado ser dueño de El Tiempo?
L.S.: (Risas) A raticos sí, a raticos no…
V.D.: ¿Por qué a raticos no?
L.S.: Porque pasan muchas cosas y la gente se siente maltratada. A veces la verdad la maltratan inconscientemente, pero igual se sienten maltratadas. Usted como directora de medio lo sabe: la gente piensa que uno es omnipotente, que no es sino ponga esto y se corrigió, eso no es así. Uno puede contribuir a que la verdad resplandezca, pero no puede hacer la verdad.
V.D.: En esto usted tiene toda la razón…
L.S.: Es interesante poder participar en procesos que generan desarrollo. Soy un convencido de crear riqueza. Entonces los periódicos, todos los medios de opinión ayudan a impulsar esos procesos y a frenar los abusos. Ese es un poder que sí existe y que es muy útil.
V.D.: ¿Cuáles son los valores de El Tiempo?
L.S.: En El Tiempo saben que nuestra función es ayudar a crear riqueza y no destruir riqueza. Me refiero a crear riqueza en general para el país.
V.D.: ¿Bienestar?
L.S.: Bienestar. Además poder influir en la opinión de la gente, presentando hechos ciertos y demostrándolos, poder influir en cosas como, por ejemplo, la mejora de la justicia, nosotros hemos sido un jugador importante en la mejora de la justicia. Y también tratar de orientar al país en la parte política.
V.D.: ¿Defender la democracia?
L.S.: Defenderla, pues claro.
V.D.: ¿La libertad?
L.S.: Claro.
V.D.: Esos valores ahora se han como caricaturizado…
L.S.: Sí.
V.D.: Piense que por estos días hasta le quieren quitar hasta el “Dios y Patria” a la Policía…
L.S.: Sí.
V.D.: ¿Cómo le parece?
L.S.: No, absurdo. A la autoridad hay que considerarla, hay que respetarla, hay que exigirle, pero no se podrá exigirle si no se le proveen los medios. Las dos cosas tienen que ir de la mano.
V.D.: Y los valores democráticos en un país no se pueden perder. Y los medios influyen mucho.
L.S.: Sí, los medios son el punto de convergencia. Eso es importante. Además, uno lo puede mirar de muchas maneras. Por el aspecto de qué puedo hacer yo para contribuir si logro tener el control de este medio y también qué tanto puedo influir para que no caiga en manos inadecuadas.
V.D.: Le entiendo perfectamente. ¿Para cuidar lo que significa El Tiempo?
L.S.: Claro, porque El Tiempo es una institución. Es un periódico que tiene más de 100 años, y al que hay reconocerle que tiene unos méritos extraordinarios. El Tiempo ha formado parte de la civilidad de este país. Sin duda, en los momentos más álgidos. Qué tal todo ese problema de la época de la violencia y de la dictadura. Afortunadamente, este país ha sido muy parco en eso de las dictaduras. Pero El Tiempo ha sido definitivo y lo cerraron, ¿se acuerda de Intermedio? El Tiempo es un periódico que vale la pena defender, es parte de la nación, esas cosas que deben existir, forman parte de la nacionalidad, no son una obra, como decir el Capitolio Nacional, pero tienen una equivalencia en su valor social.
V.D.: La gente cree que El Tiempo da mucha plata…
L.S.: No, eso no da plata y cada vez da menos, porque los medios escritos estamos compitiendo con la tecnología y eso es muy difícil, porque la tecnología es arrasadora, inevitable e irreversible.
V.D.: ¿Usted cree que algún día se va a acabar El Tiempo en el papel?
L.S.: No sé, pensaría que no, pero quizás se disminuya el volumen de la edición en papel, pero pensaría que acabarse podría tal vez tomar mucho tiempo. Esas predicciones son difíciles. Por ejemplo, entre tantas cosas que he hecho en la vida, alguna vez fui agricultor.
V.D.: Claro, tuvo cultivos de algodón en el Cesar.
L.S.: Sí, me acuerdo que hice tres cultivos y después dos seguidos y dije: no, este trabajo no me gusta. Las carreteras llenas de polvo y todo. Entonces vendí la finca y listo. Allá anunciaban que el algodón tenía un gran enemigo que eran las fibras sintéticas. Pero hoy el algodón está boyante, con el mejor precio de la historia. Entonces, en eso del papel dejemos a ver qué pasa. Yo no le auguro una muerte tan pronta, sin contar con que los medios también pueden ingresar con todo el ímpetu y las fuerzas a los medios tecnológicos…
V.D.: Habla del mundo digital…
L.S.: Es más, no solo pueden, sino que deben y tienen que hacerlo. Pero la mezcla de los dos a mí me gusta, y creo que está bien eso, vamos a ver cuánto aguanta.
V.D.: Le cambio de tercio. ¿Qué opina de lo que le ha ocurrido al expresidente Álvaro Uribe?
L.S.: En primer lugar, la gente no puede tener tan mala memoria. El expresidente Uribe es una de las personas que más ha hecho por Colombia en toda su vida. Y una persona con la que los colombianos tenemos una deuda de gratitud, una deuda de aprecio por todo lo que él ha hecho a lo largo de toda su vida, los sacrificios que le ha tocado hacer. Dejemos claro ese punto. Luego, esos ataques… para empezar, sin ser abogado, ni mucho menos. Soy apenas ingeniero y eso es todo. Pero uno lee y qué poquito lo convencen las cosas que dicen de él.
V.D.: ¿Usted no cree las cosas que dicen de Uribe?
L.S.: No. Esa es la teoría de engrandecer un delito, en este caso tendríamos que decir la teoría de engrandecer un hipotético delito porque nunca han demostrado que se cometió y esa es la gran discusión que hay. Pero si se hubiera cometido, ¿da para semejante escándalo? Cuando aquí asesinan yo no sé cuántos niños y cuántas señoras cada año. Y cuando los cultivos ilícitos y los decomisos de droga no son por libras, sino por toneladas, cuando el país está en lo que está, ¿se justifica semejante escándalo?
V.D.: ¿Le parece lógico que las Farc, que él tanto persiguió, estén en el Congreso, y él esté sentado en una audiencia de preclusión que ha parecido más un juicio?
L.S.: No, pues claro que no, y yo con lo que le conté pues menos todavía. Cómo me voy a sentir confiado con esos ángeles, por Dios.
V.D.: Hablemos del puente de Chirajara. Se cayó, hubo unas personas que murieron, eso fue un escándalo y responsabilizaron a Luis Carlos Sarmiento Angulo.
L.S.: Ah sí, claro. Eso sí. Pero mire, primero le voy a explicar algo. En el contrato de construcción de la carretera a Villavicencio nosotros nos comprometimos a ejecutar la obra, y a obtener el financiamiento, y teníamos libertad absoluta para subcontratar. Además, eso es lo usual en estos contratos porque, como son muchas obras, si se condicionara a que una sola compañía con sus propios recursos tenía que hacer el total de las obras, pues se iba a demorar muchísimo tiempo. Por otra parte, se reparte trabajo. Uno consigue ese trabajo y les da trabajo a otros ingenieros. Ese es el caso del puente de Chirajara.
V.D.: A usted lo llaman y le dicen: se cayó el puente. ¿Usted podía creer que eso hubiera ocurrido?
L.S.: Estaba en la misa del entierro de una persona amiga, en la iglesia de San Ignacio, y llegó uno de los escoltas a decirme que me necesitaban en la entrada, y yo dije: ¿qué pasó? Salí, estaba el director de construcciones de la compañía y me dijo de una: “Mire, ocurrió una tragedia, se derrumbó el puente de Chirajara”.
V.D.: Usted debió quedar de una sola pieza…
L.S.: Yo acababa de estar allá en esa obra visitándola. Yo visito las obras cuando puedo. ¿Qué pasó? Esa obra la habíamos contratado con una firma de ingeniería de Antioquia, que ya nos había construido otros puentes. No era el primer puente que les contratábamos, ni era una firma sin experiencia ni mucho menos. Fácilmente, nos había construido 20 o 30 puentes. No de semejante envergadura, ese puente es muy difícil, muy importante; actualmente lo estamos construyendo nosotros directamente. Ya no lo subcontratamos. Lo estamos haciendo…
V.D.: ¿Y lo está haciendo de su propio bolsillo?
L.S.: Ah, por supuesto. Ahora le cuento esa parte. Pero le estaba diciendo que contratamos con esa firma, que a su vez contrató los diseños. La financiación sí la hacíamos nosotros. Es decir, a nosotros la nación nos pagaba según el plan de pagos convenido, pero al contratista teníamos que pagarle quincenalmente. Eso lo financiábamos nosotros, lo pagábamos nosotros. Los diseños de los puentes son delicados, requieren bastante estudio y gente muy especializada. Los contrató con la misma persona que le había diseñado esos otros puentes y era el profesor de puentes de una Facultad de Ingeniería de una universidad en Medellín. Después de que ya pasó todo esto, pasan las sorpresas, empiezan los análisis, las investigaciones, van todas las autoridades. Llegaron la Fiscalía, la Procuraduría, la Contraloría, todo el mundo, cercaron la zona, no nos dejaban acercar. Así son los procesos. Es parte de nuestro sistema anacrónico que en realidad hace que la justicia sea más demorada. Le puedo decir que este señor falló en los diseños.
V.D.: ¿Se equivocó?
L.S.: Se equivocó, hizo un diseño mal hecho. Tenía un error en un diseño de un nudo, donde se encuentran dos vigas o una viga con una columna. Y en ese nudo se concentraba un volumen de esfuerzos gigantesco. No lo calcularon adecuadamente. En el proceso se contrataron cinco técnicos para que dijeran la causa del siniestro. Sobre eso no hay duda ninguna. Y se cayó por eso. Y entonces, pues una gran tragedia. Nosotros pudimos entrar a reconstruir ese puente tres años después. ¡Tres años después! No se imagina la burocracia y la tramitomanía de esto. Cuando se cayó, yo lo único que hice fue llamar al presidente y le dije…
V.D.: En ese entonces el presidente era Juan Manuel Santos.
L.S.: Sí señora, Juan Manuel Santos. Yo lo conozco hace muchos años. Le dije: “Mira, Juan Manuel, yo llamo a decirte lo siguiente. Me acaban de informar que se cayó este puente, aún no tengo idea por qué, tengo que ir, tengo que revisar planos, tengo que informarme, no quiero comprometerme en nada graciosamente sin tener en qué soportarlo. Te llamo para una sola cosa. Sea cual sea la causa por la que se cayó ese puente, yo soy el responsable de la compañía contratista. Por lo tanto, el 100 por ciento de ese siniestro, te lo informo oficialmente, y te lo voy a poner por carta, será por cuenta nuestra. La nación no tiene que pagar un peso de eso. Ese es un daño que nos corresponde a nosotros, nosotros lo pagaremos”. Y así lo he hecho. Hubo que cambiar el diseño porque tocó mover el puente un poquito a otro sitio. Estamos en la construcción de las nuevas pilas. Esos puentes son largos, este puente de Chirajara tiene casi 445 metros de largo y tendrá tres luces iguales de 148 metros cada una. Tenemos proyectada la terminación del nuevo puente en año y medio.
V.D.: ¿Y qué pasó con la multa que les impusieron?
L.S.: La pagamos. Pero dice uno: es como si mañana me contratan un edificio y arranca a llover y no para, ¿y entonces me ponen una multa porque llovió? Esa es la naturaleza. Si nosotros estuviéramos violando la norma de la subcontratación, ni hablar. Tendrían que habernos multado. Han dicho que se ha producido muchísimo deterioro en el tráfico, no es verdad. Este puente está en la nueva segunda vía. Pero decir que ha perjudicado el tráfico, no, porque el puente no existía antes.
V.D.: ¿Cuántos años más quisiera vivir?
L.S.: No, eso no se lo puedo contestar. Estoy muy consciente de que el tiempo ha pasado, que ya no es lo mismo. Y que la vida que quede no será tanta, pero me siento muy bien. En plena capacidad. Me encanta trabajar. No me tengo que violentar para hacer eso, me gusta hacerlo. Me gusta investigar y meterme en todas estas cosas que le cuento que tampoco tendría por qué hacerlo.
V.D.: ¿Cómo se imagina usted la muerte? ¿Piensa en ella?
L.S.: No, yo no (risas). Yo pienso en hacer rápido lo que estoy haciendo.
V.D. ¿Pero siente afán?
L.S.: No…
V.D.: ¿Qué cree que hay después de la muerte?
L.S.: No, no. Voy a pensarlo (risas).
V.D.: ¿Cómo le pareció el paro de abril, en el que hubo muertos, heridos, incendios, destrucción…?
L.S.: Una cosa horrorosa, una cosa tremenda. Todos los días se ponen más y más restricciones a la forma en que puede intervenir la fuerza pública con el objeto de evitar excesos. Eso está bien, siempre y cuando simultáneamente también se tenga en cuenta que tienen un objetivo y una obligación que cumplir. Y si se les quitan los medios, entonces después cómo se les exige.
V.D.: Por ejemplo, han querido acabar con el Esmad…
L.S.: No, eso es una barbaridad. Y eso existe en todas partes además.
V.D.: ¿Cómo le ha ido con este Gobierno?
L.S.: Bien, muy bien. No he tenido nada especial, pues he estado desarrollando los contratos que tengo. He estado en todo esto que le conté. Tenemos muy buenas relaciones. Tengo mucho aprecio por el Gobierno y veo los esfuerzos diarios que hacen permanentemente por manejar el país de la mejor manera posible.
V.D.: ¿El próximo Gobierno debería restablecer las relaciones con Venezuela?
L.S.: Yo no sé si en el próximo Gobierno, pero de todas maneras la historia nos enseña que no es posible que dos países, y más limítrofes, mantengan un odio vitalicio. Ahí puede que se sigan odiando, pero tienen que establecer relaciones. Eso es inevitable. Hay familias de cada país que tienen sus hijos en el otro. Además, si todos los países se aislaran, haciendo una exageración, el máximo tamaño del mercado del mundo sería el de un país grande. Eso sería un desastre para la economía mundial. Precisamente, esta integración es la que hace que existan unos mercados gigantescos. Y que generen ese desarrollo, y ese bienestar tan grande.
V.D.: Hablemos del covid. ¿Le tiene miedo?
L.S.: Sí, le tengo mucho miedo al covid porque he leído que en las personas de edad es mucho más agresivo y más delicado. Por suerte no he tenido problema.
V.D.: ¿No se quita el tapabocas?
L.S.: Siempre lo utilizo.
V.D.: ¿Y ya se vacunó?
L.S.: Tengo las tres dosis. Y le digo: la primera me la puse el primero de febrero, la segunda el 21 de febrero y la tercera hace tres semanas en Estados Unidos.
V.D.: ¿Hay que fumigar con glifosato?
L.S.: Yo pienso que sí. Es decir, las cifras del crecimiento de los cultivos no nos pueden dejar tranquilos. La simultaneidad entre la suspensión de la fumigación con glifosato y el crecimiento desorbitado de los cultivos está dando la respuesta. Lo uno es por lo otro. No puede existir semejante coincidencia, luego esa es la causa. Tienen que hacerlo. Ahora, si consiguen algo que lo reemplace, pero que lo reemplace de verdad, pues entonces no. Lo cierto es que lo tienen que hacer y la experiencia demostró que el glifosato sí es útil. Y lo cierto es que se logró bajar de 160.000 hectáreas o no sé cuántas que hubo en el pasado a 45.000. Y ahora lo suspenden, y ya estamos en una cifra que nadie sabe cuál es. Unos dicen que 150.000, otros 250.000, a gusto del consumidor.
V.D.: ¿Usted cree que nos va a pasar lo de Chile?
L.S.: Pero en lo de Chile toca esperar a la última jugada.
V.D.: La primera vuelta la ganó la derecha. Pero las encuestas dicen que la segunda vuelta la podría ganar la izquierda.
L.S.: Falta la elección y ahí sí le contestaría con más propiedad.
V.D.: ¿Quiere decirles algo a los usuarios de los bancos, que son muy críticos?
L.S.: Nosotros tenemos tan buenas relaciones con ellos. Es decir, yo no sé si ha tenido oportunidad de mirar los resultados de los bancos nuestros en el último tiempo. Estamos muy contentos. Vivimos muy preocupados por ofrecer un muy buen servicio. Y le dedicamos todo el tiempo y el dinero necesarios a eso. Estamos invirtiendo mucho dinero en tecnología. Incluso creamos nuestro propio laboratorio grande de tecnología digital. Tenemos ahora mismo unos 300 ingenieros desarrollando permanentemente tecnología solamente para el grupo nuestro. Y ese es el que preside Ana Margarita Albir, otra de mis nietas Nos va muy bien, hemos hecho cosas muy buenas.
V.D.: Algunos creen que la solución de Colombia es que los ricos dejen de ser ricos. ¿Está de acuerdo?
L.S.: Y en ese momento todos a pasar hambre, ricos y pobres. Si lo quiere poner en el orden correcto, los pobres y los ricos. Porque insisto en mi tesis, para repartir algo lo primero es que tiene que haber qué repartir. Si no hay qué repartir, qué más importa si decimos que al de allá le damos el doble y al de acá la mitad o al contrario. Nada, porque si no hay nada qué repartir eso es una conversación sin propósito. Los ricos son, si quiere llamarlo, un mal necesario. Llámelo mal, pero necesario. No tenga duda. Si no hay un estímulo para los que tienen más éxito, los que se exponen más, los que trabajan más, si el que trabaja 60 horas a la semana gana en valor acumulado igual que el que trabaja 30, pues ¿quién vuelve a trabajar 60? Nadie. Pues todos trabajarían 30. Y la economía dónde va. Tiene que haber estímulos, tiene que haber eso. Y siempre habrá unos ricos y unos pobres. Eso está desde el origen de la creación. Desde ahí está eso. Eso no lo podemos cambiar. Ahora, que haya unos ricos y otros más ricos, pues eso sí depende, no solo de la capacidad, porque hay mucha gente que supera su falta de capacidad, si queremos decirlo así, con su actividad. O viceversa, hay algunos que son unos sabios, pero no trabajan, entonces no son ricos tampoco. Total, eso no es gratuito.
V.D.: ¿Usted se siente de derecha, centroderecha, izquierda, centroizquierda?
L.S.: Yo soy de centro.
V.D.: ¿Es liberal?
L.S.: No, con eso no me identifico. Soy de centro…
V.D.: ¿De centro, pero conservadorcito o qué?
L.S.: Sí, un poquito (risas), porque es que el centro, al menos como yo lo veo, no es tanto del partido político o no político, sino qué tan consciente está de la respuesta obligatoria a las necesidades de la gente. Es decir, el de derecha absoluto es un tipo que dice “no, esto es lo que tenemos. ¿Y los de allá? Ah no, esos que le pidan a Dios”. No señor, no. Esta es la economía, está en su conjunto, hay que analizarla, hay que tener en cuenta que todos tienen derechos. Y eso es lo que yo entiendo como centro.
V.D.: ¿Tiene temor de Dios?
L.S.: Temor y mucho respeto.
V.D: ¿Y reza?
L.S.: Yo rezo, sí.
V.D: ¿Todos los días?
L.S.: No tan juicioso, pero trato de hacerlo muchas veces.
V.D.: Dígame la verdad: ¿cuál es el secreto para estar así como está de bien?
L.S.: Hago ejercicio todos los días.
V.D.: ¿Qué hace?
L.S.: Troto, camino o hago bicicleta estática. Más que todo, eso.
V.D.: ¿Cuánto tiempo más o menos?
L.S.: Aproximadamente media hora.
V.D.: ¿Diario?
L.S.: Diario, sí.
V.D.: ¿Y la alimentación? ¿Come de todo?
L.S.: Sí, como de todo, pero no como mucho.
V.D.: ¿Tiene azúcar, tensión alta, algo de eso?
L.S.: Tensión alta sí tengo. Hace como 40 años me la diagnosticaron, pero hemos logrado acomodarnos viviendo juntos.