Son 23 años de retroceso, de mentiras, de crímenes de lesa humanidad, de torturas, de infamia y tratos crueles, de muerte, miseria, ignominia, de trampas, de injusticia generadora de impunidad para los usurpadores. De pérdida atroz de la calidad de vida, ruina del aparato productivo y del sistema de salud, de enseñamiento contra un pueblo que pronto encarnará la mayor diáspora del planeta. Se lo debemos a una revolución panfletaria que ha enriquecido a un grupete militar desviado de la Constitución, y a unos enchufados que, por un puñado de dólares, se vendieron y declinaron sus luchas.
Los zafios llegaron desde un primer momento con la pretensión de instalar una autocracia totalitaria y ladrona, un narcorrégimen, dándole un tiro de gracia a la alternabilidad republicana que impide la necesaria renovación de la dirección a cargo de los destinos del país.
Sería inútil enarbolar teorías políticas para fundamentar lo que no resiste la menor discusión: la voluntad de permanecer siempre en el poder. Condenamos la conducta de aquellos que ante las dificultades que han surgido para todos en esta larga lucha, resolvieron quebrarse olvidándose del país por sus intereses personales, justificar lo injustificable, y pasarse con armas y bagajes a la cohabitación con una corporación criminal que dolosamente ha producido un daño antropológico del venezolano.
El destino histórico de Venezuela quedó delineado en nuestra génesis libertaria desde hace 211 años: el de ser una república que garantice a favor de los ciudadanos el contrapeso de las instituciones y el Estado de Derecho. Habrá democracia en la medida que haya república y así pueda asegurarse la senda para la satisfacción del bien común.
Hemos insistido que una autocracia que realice elecciones fuera del marco republicano deja al ciudadano indefenso y sin posibilidad de ejercer su derecho de elegir a sus representantes, y jamás serán elecciones sino meras votaciones y asignaciones trucadas.
La mayoría tiene claro hacia dónde quiere que vaya el país. En este largo camino ha habido momentos luminosos para el cese de la usurpación, y dirigentes del momento que perdieron la conexión con la gente cedieron ante la presión del régimen y se transaron por la cohabitación. Esta conducta bochornosa se ha repetido y causado desazón y frustración colectiva.
La farsa del 21N produjo un notorio silencio atronador de parte de los ciudadanos que descartaron abiertamente a unos dirigentes que ya no los representan. Sabemos que los liderazgos no se decretan sino que se van forjando día a día con su trabajo, en medio de una ardua lucha y afirmándose con coherencia al mantener una conexión cercana con los sentimientos de la gente y presentándole cuentas claras sobre su ejecutoria.
Lo anterior no es óbice para hacer nuestra la propuesta de María Corina Machado sobre la renovación del liderazgo, no lo ha hecho con ínfulas y poses de salvadora de la patria sino que ofrece un camino para que lo asumamos y construyamos en conjunto.
El liderazgo elegido por los ciudadanos se encargaría de articular la lucha del frente interno con la comunidad internacional. Resulta oportuno que luego de una lucha dura e insigne de 23 años, los ciudadanos elijamos a nuestros representantes ejerciendo así nuestra soberanía popular, para que propongan cursos de acción estratégicos para liberarnos del oprobio de unos facinerosos que están a punto de lograr la disolución de una nación llamada a destinos superiores de realización personal y colectiva.
¡Libertad para Javier Tarazona¡ No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados¡