Varios analistas, tanto profesionales como populares, miran con pesimismo el movimiento de la oposición en Venezuela. Discrepo de ellos a profundidad. El panorama se ha ido decantando. Se van colocando las piezas en su lugar y hasta el más lego observa con mayor claridad el panorama.
Cuando Henrique Capriles decidió apartarse de la lucha opositora definitivamente, enrumbó hacia el régimen sus apoyos, causando más atomización y hasta el descreimiento que hoy dura acerca de su entrega económico-política a Nicolás Maduro y su banda. Si alguien lo dudaba o lo duda, acérquese a revisar sin mucho detalle lo ocurrido en el estado Miranda en la pasada simulación electoral. El jueguito de la supuesta división entre Carlos Ocariz y David Uzcátegui selló la “victoria”, sin nada que celebrar, del delfín Héctor Rodríguez. El régimen del terror moviendo sus fichas, las propias empoderadas, y las que fingen no serlo, pero que también lo son. Allí se sitúa Capriles con lo que le va quedando de su Primero Justicia.
No había que ser un experto o un mentalista para avisorar lo que venía ocurriendo, Julio Borges, como canciller del interinato, colgaba de media uña en la cuerda floja. Pero no se soltó hasta esperar, según ellos, el momento más oportuno. El postelectoral, el que señala la cercanía de la definición del mismo interinato presidencial y la posibilidad de extender la labor parlamentaria de quienes, electos en 2015, duran hasta hoy en sus funciones por no haberse realizado otra elección parlamentaria valedera. Borges, Capriles y PJ, juegan, así lo dijo el primero, a la caída de Juan Guaidó antes de la caída del régimen. Juegan así al fortalecimiento y la prolongación del régimen criminal.
La situación, decía, se decanta; ya nadie ignora, por ejemplo, de que lado anda Claudio Fermín y varios otros oportunistas que se dicen líderes nacionales, en una olla caracterizada por una edad que no da para más y la búsqueda de rédito pecuniario donde no lo hubo político. La oposición se filtra y va consolidando un prestigio que avanzará, que crecerá en los próximos días, meses. La polarización se establece con mayor claridad en todo el país, una vez identificados más certeramente los figurantes con sus propósitos. La gente más lerda se percata del movimiento de las fieras sagaces.
La meta no ha variado en nada: lograr la expulsión del régimen. Para la concreción de ese objetivo se cuenta con las fuerzas de quienes en el país se le oponen radicalmente a Nicolás Maduro y su combo. Las pifias se pagarán caro en los próximos días. El simulacro electoral bufo sirvió para determinar donde se sitúa el interés del país, el que somos aquí dentro y el regado por el mundo. Requerimos la orientación de un nuevo liderazgo que interprete y asuma realmente el propósito del quiebre definitivo de quienes han secuestrado el poder en Venezuela. Sin miramiento. La historia del canciller quedó bajo la mesa.