El crimen que asombró a Beverly Hills: Los jóvenes millonarios que mataron a sus padres por la herencia

El crimen que asombró a Beverly Hills: Los jóvenes millonarios que mataron a sus padres por la herencia

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Hasta 1989 la familia integrada por José Menéndez, su esposa Marie Louise “Kitty” Anderson y sus hijos Lyle y Erik tenía la imagen de máxima perfección.





Por: Clarín

El padre, a sus 45 años, era un próspero directivo de una empresa cinematográfica; la madre había elegido la dedicación plena a su familia; y los hijos, de 18 y 21 años, estaban rodeados de confort y con la posiblidad de cumplir cada uno de los caprichos.

El grupo completo tenía como residencia una casa de 850 metros cuadrados que había pertenecido en diferentes etapas a Elton John y Prince, ubicada en un barrio muy cotizado de Beverly Hills.

Además, Lyle y Erik tenían a su disposición un Mercedes Benz descapotable, la posibilidad de asistir a las mejores universidades y de realizar los viajes que quisieran.

Pero, al parecer, esa perfección era ficticia. O tal vez se estaba derrumbando de a poco y nadie pudo frenar ese huracán.

La verdad de la familia Menéndez

Detrás de ese brillo, se escondía otra realidad más opaca. A Lyle lo descubrieron plagiando un examen de la Facultad de Princeton y eso le valió una larga suspensión.

Mientras que Erik en 1988 había tenido arrestos por robos menores y las fianzas otorgadas por el padre lo salvaron de estar en prisión.

La noche trágica

Su vida transcurría en esa burbuja de lujo. Esa noche del 20 de agosto de 1989 nada parecía alterar esa sensación.

Ese domingo la familia había salido a navegar en un yatch alquilado. A la vuelta, los padres se dispusieron a mirar la televisión y los jóvenes fueron al cine.

La primera versión de la historia es que a su regreso Lyle y Erik encontraron a José y Kitty desparramados en el piso, sin vida y rodeados de sangre.

Lyle llamó enseguida al 911 y explicó la situación.

Los jóvenes tenían una buena coartada y en un primer momento su relato pareció verídico. La realidad es que tenían todo absolutamente calculado y habían vuelto antes del cine para cumplir con su plan.

En el testimonio completo, dijeron que encontraron las puertas del parque y de la entrada de la casa abiertas. Adentro, en el playroom, vieron vajilla con restos de comida y los cuerpos de los padres.

En principio, nadie sospechó de ellos. A tal punto que la policía no realizó enseguida los test para comprobar si tenían pólvora en las manos.

La nueva vida de Lyle y Erik

El cálculo es que la herencia de los hermanos Menéndez rondaba en una cifra cercana a los 14 millones de dólares. Un número posible dado el buen pasar que solían tener y el puesto que ocupaba José.

Sin ninguna sospecha a cuestas y con las cuentas bancarias colmadas, los hermanos comenzaron inmediatamente un circuito de gastos desenfrenados.

En seis meses, desembolsaron aproximadamente un millón de dólares (un número estrafalario para los valores de ese entonces). Un restaurante en funcionamiento, un Porsche, un Rolex ultra premium y el servicio de un entrenador de tenis de alta competición fueron algunas de esas erogaciones.

Además, realizaron viajes exóticos y a poco tiempo se mudaron a dos pent houses.

Los inicios de las sospechas

Este nivel de gastos y el escaso interés por conocer la verdad sobre sus padres despertó las sospechas de la justicia. Evidentemente algo había detrás.

Al mismo tiempo, familiares de José declararon que el hombre había comentado de la existencia de un testamento en su computadora. Pero antes de poder acceder a ese documento se supo Lyle lo había borrado por un supuesto error.

También trascendió que Kitty estaba atemorizada por las reacciones de sus hijos.

La verdad sobre el crimen

La revelación no tardó en aparecer y llegó con la confesión del mismo Erik. Al sentirse atormentado, comenzó una terapia y en una de esas sesiones develó el misterio.

“Nosotros lo hicimos. Nosotros matamos a nuestros padres”, fueron sus escuetas palabras.

Según ellos, estaban seguros de que José quería desheredarlos. Con respecto a Kitty, al ser testigo del primer crimen, también la mataron.

El psicólogo grabó las sesiones. Y, como también fue amenazado, su novia decidió declarar.

En un principio mucha gente descreyó de esta versión. Hasta que en 1992 fueron formalmente acusados por el Gran Jurado de Los Ángeles.

Como defensa, alegaron abusos sexuales por parte del padre. Aunque esto fue desestimado.

La condena a Erik y Lyle

Los hermanos fueron condenados a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Además, fueron destinados a diferentes penales por los riesgos de fuga.

En abril de 2018, luego de muchos pedidos y casi dos décadas sin verse, fueron ubicados en la misma prisión. Sin compartir celda.

Durante el tiempo separados se escribían cartas y jugaban al ajedrez por esa vía. Según un periodista que cubrió el caso, al verse ambos se pusieron a llorar.

Hoy rondan los 50 años y de acuerdo a los trascendidos siguen extrañando a su madre.