Lo cierto es que mientras perdure esa tiranía crecerá la angustia existencial de los venezolanos que ven en las trochas una vía para escapar del atraco, de la crisis de servicios que se pone de manifiesto cuando no hay agua potable, ni luz, ni hospitales adecuados para curar las enfermedades, ni un transporte digno a la mano de los ciudadanos. Por eso huye la gente. Son mas de 22 años trajinando, luchando, manifestando, votando, resistiendo, haciendo todo cuanto ha sido posible ensayar, para tratar de liberarnos de esa corporación criminal que asaltó los poderes públicos de nuestro país.
¡Ahí están los venezolanos, dando la pelea, no se doblegan ni abandonan los sueños libertarios! Pero la verdad es que cada día se agudizan esas calamidades y los pronósticos son desalentadores porque hay datos que dan lugar a calcular que esa diáspora venezolana podría alcanzar los 8.9 millones de connacionales para finales del año 2022. La esperanza que no se desvanece, es que antes de esa fecha se haya podido remediar la tragedia y eso solo sería saliendo de la causa de todos esos males: la presencia de Maduro usurpando las instituciones. Si nos liberamos de esa piedra de tranca será posible comenzar a transitar la senda del progreso que debemos construir entre todos.
En mi recorrido con Antonio Ledezma por algunos países, hemos podido conversar con muchos venezolanos que se desplazan por varios continentes. Se trata de personas que se esfuerzan por asentarse en cualquier ciudad a donde van a parar después de superar todo tipo de desafíos en su condición de migrantes. En Bogotá pudimos visitar la sede de la Fundación “JUNTOS SE PUEDE” donde un importante grupo de conocedores del flagelo que significa la diáspora, han aunado esfuerzos para construir un mejor futuro de esos desplazados venezolanos. Uno de los temas abordados es el referente a La Justicia Transicional, como un mecanismo que facilite la resolución de conflictos. Otro tema que me pareció importante para ayudar a esos connacionales es el que les permite plantearse un proyecto de vida por la ruta del emprendimiento. En la visita a la sede de la Fundación, pudimos constatar el trabajo disciplinado y rendidor que se lleva adelante capacitando a muchos migrantes venezolanos para que sepan cuáles son las competencias del emprendedor, también que estén claros en cuanto a los propósitos de un emprendedor, el manejo de finanzas y la manera de proyectar sus iniciativas por las autopistas digitales.
No menos significativos son las tareas que adelanta la fundación para que mujeres y hombres en situación de refugiados reciban atención sanitaria, como por ejemplo ser vacunados para protegerlos de los estragos que ocasiona la pandemia Covid-19. No podía faltar la orientación educacional para los niños que interrumpen su ciclo educacional al salir de Venezuela, y la orientación en materia de defensa de los derechos humanos de los migrantes.
Es justo expresar nuestro reconocimiento a la labor que cumplen todos esos voluntarios incorporados a los núcleos de trabajo de la “Fundación Juntos Se Puede”, especialmente a sus principales entusiastas promotoras Gaby Arellano y Ana Karina García. Este trabajo debe ser emulado por quienes en cualquier parte del mundo están ganados a darle una mano solidaria a los venezolanos que forman parte de una diáspora que ya supera los seis millones de venezolanos regados por el planeta.