Antrophos, nacidos para morir. En términos existenciales somos un tiempo que se consume (el año “viejo”) y un año nuevo, como un volver a nacer, una nueva oportunidad. Y así cada año. Ciclos estacionales que se llenan de historias, símbolos y mitologías personales. Ritos y mitos, personales y colectivos, de nuestra infancia y prehistoria arcaica. Nacemos antes de nacer, la ciencia lo llamará genética y memoria de la sangre y de la especie; ciclo cósmico y mimético del eterno retorno. Cada año que fenece, termina en una contabilidad de propósitos no cumplidos y unas renovadas promesas de cumplimiento. Se agregarán otras promesas y muchos buenos propósitos. El deseo de logros y armonía sustituye a la razón y al olvido de lo no logrado en un tiempo transcurrido. En estos ciclos míticos anuales el homo-sapiens es sacrificado al homo-religioso. René Girard, en los llamados ciclos míticos distingue tres momentos: la crisis, la violencia colectiva y la epifanía divina. En términos existenciales concretos y simples y personales, cada periodo de nuestra vida se enfrenta a la posibilidad de padecer:
Crisis/violencia/epifanía. Situados en nuestro turbulento e incierto tiempo venezolano, de crisis y violencias de todo tipo, la epifanía como esperanza de tiempos mejores, es vital para enfrentarnos al porvenir.
En la liturgia del tiempo, la consciencia moderna se ha ido debilitando con respecto a la sacralidad del tiempo trascendente, que nos remite a un cuerpo de creencias tradicionales pero necesarias. Que nos identifican en un “yo y un nos”. Vivimos en la historia. Somos historia y vamos con la historia.
Trascender nuestro natural egoísmo se ha convertido en una exigencia ética universal. El Papa Francisco lo ha dicho claramente, “fratelli tutti en la Casa Común”, esa es la gran novedad y necesidad de nuestro tiempo. Ocuparnos, más allá de la retórica de los buenos deseos, del semejante en necesidad. El tiempo humano es personal y colectivo y no nos pertenece de manera particular y egoísta. En la tradición cristiana, el tiempo es lineal y progresivo, siempre a mejor, dirá Kant.
El año 2021 venezolano nos encuentra en un país postrado, lleno de incertezas. Continúa el desangramiento demográfico y el autoritarismo gubernamental. La transición democrática en términos políticos sigue sin definirse. La economía empieza a “moverse” pero sin la confianza necesaria para un verdadero despegue. El “orden mundial” luce dinámico y problemático, marcado por la disputa chino-norteamericana por la hegemonía global. La pandemia sigue y nos va a acompañar por cierto tiempo.
El miedo sigue allí. Fin de año y Año Nuevo. Otra vez el tiempo de la memoria y el tiempo renovado de la vida.
Ángel Lombardi