La ciudad amurallada de Kowloon fue fundada por la dinastía Song (960-1297) como un pequeño fuerte para combatir a los piratas que amenazaban el comercio de sal en la región, pero no adquirió estatus de ciudad hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando el gobierno chino consideró que, a pesar de haber cedido Hong Kong a las autoridades británicas, debía contar con cierta presencia en la región. Así lo reseñó Clarín.
La ciudad albergaba, entonces, a 700 habitantes aproximadamente.
A finales del siglo XIX, China abandonó sus reclamaciones en Kowloon y los británicos adoptaron una política de no intervención en la región, con lo cual, aunque este reducto antiguamente amurallado de 2,6 hectáreas que permanecía técnicamente bajo dominio británico, en la práctica quedó vacío de cualquier autoridad.
Después de la ocupación japonesa durante Segunda Guerra Mundial, la ciudad se convirtió en refugio de inmigrantes y bandas ilegales hasta alcanzar los 17.000 habitantes en 1950. Empezó a operar, entonces, bajo sus propias leyes callejeras, al margen del resto del mundo.
Kowloon siguió creciendo desproporcionadamente, teniendo en cuenta que su territorio ocupaba la extensión equivalente a dos canchas de fútbol, y a mediados de los años setenta, comenzó a crecer a lo alto con edificios de hasta 12 pisos.
Su población alcanzó los 50.000 habitantes en 1986, convirtiéndose así en la ciudad con la densidad de población más alta del mundo.
De esta manera, los nuevos edificios acabaron paulatinamente con el espacio de las calles (las más amplias tenían apenas un metro de anchura) y toda la ciudad se convirtió en algo parecido a un edificio único.
Paradójicamente, este hecho ayudó a que unos edificios tan precarios se mantuvieran en pie, de acuerdo al libro City of Darkness: Life in Kowloon Walled City. Las construcciones se apoyaban unas sobre otras y muchos de los nuevos edificios se construían sobre las azoteas de los antiguos.
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