Shanda Renee Sharer tenía solamente 12 años la madrugada de 1992 en la que fue secuestrada por cuatro chicas adolescentes y torturada hasta morir quemada.
Por infobae.com
Familias violentas y disfuncionales, relaciones abusivas y mentes perturbadas confluyeron para que la historia de Shanda culmine de la peor manera.
Este siniestro crimen dejó claro que ser adolescente no es en absoluto una característica que exima al ser humano de maldad.
El caudal de horror que expuso el caso sacudió profundamente a la sociedad norteamericana.
Shanda Renee Sharer (12 años, la víctima)
Shanda nació en el Hospital de Pineville, en Kentucky, el 6 de junio de 1979. Luego del divorcio de sus padres, Steve Sharer y Jacqueline Vaught, su madre volvió a casarse y la nueva familia se mudó a Louisville. Las cosas tampoco fueron bien en este matrimonio y Jacqueline se separó una vez más.
En junio de 1991 se trasladó con sus hijas a New Albany, Indiana. Aquí Shanda ingresó al colegio secundario Hazelwood. Pero, muy poco después, sus padres la cambiaron a la escuela católica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, para alejarla de una amiga que no les parecía conveniente (ya hablaremos de ella más adelante).
Al momento de su asesinato, en enero de 1992, Shanda asistía a otra institución, el colegio St Paul, donde participaba como animadora de los equipos de volleyball y softball.
Era una preadolescente alegre y llena de amigas.
Melinda Loveless (16 años, la mente asesina)
Nacida en New Albany, el 28 de octubre de 1975, Melinda, no pudo tener un apellido más significativo: Loveless que, en inglés, quiere decir “sin amor”.
Era la más chica de tres hermanas del turbulento matrimonio conformado por Marjorie y Larry Loveless.
Larry había sido enviado, por la Armada de los Estados Unidos, a la guerra de Vietnam y había regresado como un héroe, pero en realidad de héroe no tenía nada.
Trabajó de manera irregular para la red ferroviaria sureña de su país y, en 1972, se convirtió en supervisor de libertad condicional en el departamento de policía de New Albany. Duró poco. A los ocho meses fue despedido luego de que atacara a un hombre negro al que acusó de haber salido con su mujer.
Marjorie también trabajaba de manera irregular. Vivían en un barrio de clase media alta y, cuando los dos tenían empleo, la familia la pasaba bien. Pero las cosas se iban a pique cuando Larry gastaba de manera compulsiva en autos caros y armas de fuego. En 1980, Larry se declaró en bancarrota. Sus familiares describieron que la situación, en ese entonces, se volvió caótica y que las chicas Loveless pasaban hambre.
En esos años, hubo un período en el que la pareja se involucró con una Iglesia Bautista y renunciaron a beber y a las prácticas swinger. Melinda, que tenía cinco años, fue sometida -por sus problemas de conducta- a un exorcismo que duró cinco horas.
Intramuros, todo era bastante traumático. Las promesas de la pareja resultaron vanas. Al poco tiempo, Larry intentó abusar de una mujer y tuvieron que dejar la iglesia. Marjorie y Larry volvieron a su vida de descontrol, lujuria y alcohol. Mantenían un matrimonio abierto: iban a bares donde Larry simulaba ser médico o dentista y presentaba a Marjorie como su novia. La “compartía” con compañeros y amigos. Una de esas veces, durante una orgía con otra pareja en su casa, Marjorie intentó suicidarse. Algo que repetiría varias veces más durante la infancia de sus hijas que presenciaban el desmoronamiento familiar sin poder hacer nada.
En 1986, luego de que ella no lo dejara ir a su casa con dos mujeres que había conocido en un bar, Larry le dio una paliza que la mandó al hospital. El ex “héroe” de Vietnam, terminó preso.
Las chicas sufrían mucha vergüenza y dolor por las conductas de su padre. A veces, tomaba sus bombachas y las olía delante de otros familiares.
En noviembre de 1990 Marjorie sorprendió a Larry espiando a Melinda y a una amiga. Lo atacó con un cuchillo. Él quiso agarrarlo y se cortó la mano. Terminó en el hospital. Esto condujo a un nuevo intento de suicidio de Marjorie. Fueron sus hijas quienes llamaron a la ambulancia.
Luego de este escándalo, Larry pidió el divorcio y se mudó al estado de Florida. Melinda se sintió abandonada por su padre, sobre todo cuando él volvió a casarse.
Marjorie, durante el juicio, describió a Larry como un pervertido: sostuvo que le gustaba usar la ropa interior y el maquillaje de ella y de sus hijas y que, además, tenía obsesión con verla tener sexo con hombres y mujeres.
Esa alienante vida familiar fue el marco en el que creció Melinda. De pelo largo y ondeado y contextura pequeña a la adolescdente le gustaba posar sexy frente a la cámara y desafiar a todos. En sus años de carencias afectivas había desarrollado un malsano instinto posesivo.
Mary Laurine Tackett (17 años, la cómplice violenta)
Lauri, así le decían de pequeña, nació en Madison, Indiana, el 5 de octubre de 1974. De pelo casi blanco y ojos azules, era la clásica chica norteamericana de las películas. Su padre era operario en una fábrica y su madre, una mujer muy religiosa, fanática de la Iglesia Pentecostal.
En mayo de 1989 su madre la descubrió cambiándose de ropa para salir del colegio y la atacó tomándola del cuello. Casi la ahorca. La cosa terminó con asistentes sociales visitando a la familia para asegurarse de que no hubiera más abuso infantil. Pero las peleas de Laurie con su madre siguieron sucediendo.
Un día, enterada de que el padre de una de las amigas de su hija, Hope Rippey, había comprado para las chicas una tabla Ouija (especie de tablero de madera a través del cual algunos creen establecer contacto con espíritus), también llamado Tablero de las brujas, fue hasta lo de los Rippey. Les exigió que la quemaran y que exorcizaran la casa.
Nada de esto alcanzó para encauzar a Laurie que fue volviéndose más y más rebelde después de los 15 años y se fanatizó con el ocultismo. A sus amigos les decía que estaba poseída por el espíritu de “Deanna la vampira”. Empezó a autolesionarse copiando a una amiga.
Desesperados, el 19 de marzo de 1991, sus padres la llevaron al hospital. Los psiquiatras le prescribieron antidepresivos y, luego de unos días, le dieron el alta. Pero 48 horas después se cortó las muñecas y tuvo que ser reingresada. Fue recluida en el área psiquiátrica. Confesó que tenía alucinaciones desde muy chica y le diagnosticaron “personalidad borderline”.
Salió de allí el 12 de abril de 1991 y en septiembre abandonó el colegio. Ingobernable, cuando cumplió los 17, dejó la casa de sus padres y se fue a vivir con amigos. Se hizo amiga de Melinda Loveless a fines de noviembre de ese año. En diciembre, volvió a mudarse con sus padres a Madison porque le prometieron que le comprarían un auto. Así lo hicieron, pero lo cierto es que terminó pasando la mayor parte del tiempo entre Louisville y New Albany, y siempre acompañada por Melinda.
Laurie Tackett (quien alegó posteriormente durante el juicio haber sufrido abuso sexual al menos dos veces entre los 5 y los 12 años) se había sumado, como ya veremos, al combo mortal.
Hope Rippey, (15 años, la aliada del horror)
Hope Anna Rippey, nació el 9 de junio de 1976 en Madison, al igual que Laurie Tackett. Su padre era ingeniero en una planta de energía. En 1984 sus padres se divorciaron y ella terminó mudándose a Michigan con su madre y sus hermanos durante tres años. Sus padres se reconciliaron en 1987 y volvieron a vivir a Madison donde se reunió nuevamente con sus amigas de infancia, Laurie Tackett y Toni Lawrence.
Sus padres veían a Laurie como una pésima influencia. pero poco podían hacer. Hope ya sentía atracción por otras chicas y se catalogaba como bisexual. Como sus amigas, comenzó a automutilarse.
La chica de 15 años, de pelo castaño por debajo de los hombros y sonrisa fácil, pasó a integrar la banda asesina.
Toni Lawrence (15 años, la arrepentida)
Nacida en febrero de 1976 en Indiana, Toni Lawrence fue la cuarta adolescente en pasar a formar parte del grupo. Rubia, de pelo ondulado, usaba unos grandes anteojos porque era muy corta de vista.
Su padre trabajaba como empleado de una metalúrgica. Toni había sido abusada por un familiar cuando tenía 9 años y violada por un adolescente que la acosaba, a los 14. Traumada por los ataques sexuales llegó a hacer terapia por un tiempo, pero luego abandonó. No encontraba el rumbo y terminó por inclinarse hacia una vida promiscua. Y, para no ser menos que sus amigas, empezó a lastimarse. En esos tiempos incluso intentó suicidarse.
Las amigas se hallaban unidas por el espanto. Constituían una tribu donde la normalidad no tenía cabida.
Peores amigas
Desde que su padre se volvió a casar Melinda Loveless andaba furiosa. Presentaba una conducta errática y peleaba mucho con sus compañeras de colegio.
En 1990 se puso de novia con una chica del colegio, muy deportista, llamada Amanda Heavrin.
En marzo de 1991, Melinda por fin se animó y salió del clóset. Le dijo a su madre que le gustaban las chicas. Marjorie, al principio, se enojó, pero luego acabó aceptándolo.
Amanda y Shanda Sharer se conocieron también en 1991. Se hicieron muy amigas y Melinda, inmediatamente, estalló de celos. Por eso, cuando su relación con Amanda Heavrin empezó a deteriorarse, le echó la culpa a Shanda, esa preadolescente cinco años más chica que ella. La odió.
Shanda y Amanda asistían juntas a clases de danza. Melinda un día las confrontó y amenazó a Shanda.
Todo eclosionó cuando se las encontró juntas en un festival. Melinda, en público, volvió a hostigar a Shanda. Las cartas estaban jugadas.
Los padres de Shanda estaban muy preocupados por la relación de su hija con Amanda. Finalmente se decidieron y la sacaron del colegio. Pensaron que así terminarían con esa “amistad” rara y con tanta diferencia de edad. En noviembre, la transfirieron a un colegio católico. Creían que una institución con valores más firmes funcionaría como contención. Lograron separarlas por un tiempo.
A pesar del distanciamiento de Shanda y Amanda, Melinda no se arregló con su ex. Sus celos de Shanda no se habían apaciguado. Quería hacerla escarmentar.
Así llegamos a enero de 1992.
Preludio de un crimen
El 10 de enero de 1992, Laurie Tacket (17) pasó a buscar a Toni Lawrence (15) y a Hope Rippey (15) en su auto. Ni Hope ni Toni conocían en persona, todavía, a Melinda Loveless (16). Si bien las tres sabían de los planes de Melinda para “asustar” a su rival amorosa Shanda Sharer (12), tampoco conocían a la víctima.
Apenas llegaron a la casa de Melinda le pidieron ropa prestada. Ella, envalentonada, les mostró un cuchillo y les contó cómo iba a asustar a Shanda. En el camino hacia lo de su enemiga, volvió a explicarles por qué detestaba a la chica: era una “perra” que le había robado a su novia Amanda.
Llegaron antes de que anocheciera.
El plan era que Hope y Toni tocarían la puerta, le dirían que iban de parte de Amanda Heavrin y la invitarían a ir con ellas a un sitio llamado “El Castillo de las Brujas”.
Lo siguieron al pie de la letra, pero Shanda les respondió que no podía ir: sus padres estaban despiertos y no la dejarían marcharse. Les sugirió que volvieran después.
La banda de las cuatro decidió hacer tiempo y se fue hacia la ciudad a un concierto de punk rock. Hope y Toni no estaban para nada interesadas en la música. Conocieron a dos chicos y resolvieron volver al parking y, en el auto de Laurie, mantuvieron relaciones con ellos. Finalmente, las cuatro emprendieron el camino de regreso a la casa de Shanda. Melinda iba como loca repitiendo que no podía esperar para matarla. Al mismo tiempo, les confesó que encontraba atractiva a Shanda y que tendría sexo con ella.
Llegaron poco antes de la una de la madrugada del sábado 11 de enero de 1992.
Un cuchillo desafilado
Esta vez fueron Laurie y Hope las que bajaron a buscar a Shanda, Toni no quiso hacerlo. Shanda salió con ellas y se subió en la parte trasera del vehículo. Melinda estaba escondida debajo de una manta y en la mano tenía empuñado un cuchillo desafilado. Saltó sobre Shanda y le apoyó el cuchillo en el cuello. Lo que seguiría serían nueve horas de amenazas y brutales torturas.
Condujeron el coche con dirección a Utica, Indiana, donde estaba El Castillo de las Brujas, una construcción de piedra destruida, en una colina desolada que da sobre el río Ohio. Melinda aprovechó el trayecto para relatarles que, según decía la leyenda, la casa había pertenecido a nueve brujas y que la gente del pueblo la había quemado para deshacerse de ellas.
Una vez que llegaron al sitio, entre todas, ataron a Shanda por las muñecas y los tobillos. La menor lloraba. La oscuridad de la noche se iluminaba, cada tanto, por las luces de los autos que pasaban por el camino principal. Comenzaron a temer que alguien las viera y optaron cambiar de sitio. Irían a un lugar más aislado, cerca de lo de Laurie. En el camino pararon a cargar nafta.
Laurie las condujo hasta un basural, en una ruta desolada y rodeada de árboles. Toni y Hope estaban tan asustadas que no querían salir del auto.
Melinda y Laurie bajaron con Shanda. La obligaron a desvestirse y luego Melinda comenzó a golpearla con sus puños. Una vez que Shanda estuvo en el suelo le pegó varias veces en la cara con sus rodillas. El impacto de cada rodillazo hacía que los aparatos fijos que tenía colocados Shanda se incrustaran en sus labios y cortaran su boca.
Melinda enceguecida sacó el cuchillo e intentó degollarla. La falta de filo hizo imposible sus intentos. La lastimaba, pero no lo suficiente y la víctima peleaba por su vida. Fue entonces que Hope salió del auto para ayudarlas a mantener a Shanda inmóvil contra el piso. Laurie y Melinda se turnaron entonces para apuñalarla en el pecho y golpearla con un hierro. Le hicieron tajos en las piernas y, después, le pusieron una soga al cuello. Apretaron con todas sus fuerzas y Shanda cayó desmayada. La subieron al baúl del auto y le dijeron a Toni que estaba muerta.
Eso creían.
Shanda iba sangrante, dolorida y aturdida, pero todavía viva, en aquel baúl.
Quemada viva
Con Shanda aprisionada fueron hasta la casa de Laurie donde tomaron algo y se limpiaron la sangre de sus manos y brazos. En eso estaban cuando escucharon gritos que venían de fuera de la casa. Más precisamente del auto. Shanda estaba viva y a los alaridos. Laurie salió iracunda con un cuchillo pequeño para vegetales. Abrió el maletero y la apuñaló varias veces más. Volvió dos minutos después bañada en sangre. Se metió en la ducha, se limpió y luego tomó sus piedras y runas para leerles el futuro.
Un rato después, Laurie y Melinda salieron a dar una vuelta con el auto. Shanda, a pesar de todos los golpes y puñaladas, seguía emitiendo ruidos que sonaban como gorjeos y llantos. Laurie detuvo la marcha y bajó a mirar. Abrió la tapa y Shanda se sentó de golpe, toda cubierta de sangre, intentó hablar, pero no le salían las palabras. De pronto se le dieron vuelta los ojos hacia atrás. Laurie tomó el mismo hierro con el que la habían atacado antes y le comenzó a pegar hasta que Shanda quedó totalmente en silencio.
Volvieron a la casa antes del amanecer. Hope y Toni preguntaron qué había pasado y Laurie riendo a las carcajadas empezó a contarles la escena de cuando Shanda se había sentado en el baúl. El ruido despertó a la madre de Laurie que empezó a gritarle a su hija que se callara, que por qué había salido hasta tan tarde y qué hacía con tantas chicas en su casa. Laurie la aplacó diciéndole que las llevaría a cada una de regreso a sus casas.
Salieron y en una estación de servicio, cargaron un poco de nafta y compraron una Pepsi de dos litros.
Laurie vació la botella de gaseosa y la rellenó con gasolina. Siguieron su marcha.
Cuando llegaron a un lugar llamado Lemon Road, bajaron el cuerpo de Shanda, quien todavía respiraba, envuelto en una manta, lo dispusieron en el piso. Laurie le pidió a Hope que la rociara con la botella de combustible. Luego prendieron la fogata.
Como Melinda Loveless todavía temía que su enemiga siguiera viva, volvió al lugar con más combustible. El cuerpo ardió un poco más.
De allí, las cuatro se fueron a un McDonald’s. Querían desayunar. Eran las 9.30 y no daban más de hambre. Se rieron juntas y se burlaron sobre cómo había quedado el cuerpo de Shanda. ¡Dijeron que parecía una de esas salsas que estaban comiendo!
Laurie llevó a Toni y a Hope a sus respectivas casas y volvió a la suya con Melinda donde limpiaron el auto con una manguera. A las tres de la tarde alcanzó a Melinda a su vivienda. Melinda, muy excitada con lo que habían hecho, llamó a su ex Amanda y le contó que habían matado a Shanda Sharer. Muchas veces le había dicho que pensaba matarla. Amanda aseguraría luego que, en ese momento, no le creyó.
Aparición sin vida
Más tarde ese mismo día, Donn y Ralph Foley, dos hermanos que habían salido a cazar pájaros, notaron algo que despedía humo y un olor especial al costado del camino. Curiosos, bajaron a ver. Era una figura chamuscada. La parte superior estaba casi calcinada, se veían sus dientes. El cuerpo ennegrecido tenía los puños elevados hacia el cielo y las piernas, que todavía conservaban unas medias largas desgarradas, estaban abiertas. Horrorizados, llamaron a la policía.
Eran las 10.55.
A esa hora la banda inconcebible y asesina se encontraba cerca, desayunando.
Los detectives llegaron y comenzaron a recolectar la evidencia forense. Lo primero que pensaron es que había sido una venta de drogas que había resultado mal.
Al mismo tiempo, en la casa de los Sharer cundía la alarma. Steve notó que su hija no estaba. Llamó a los amigos de Shanda y, finalmente, se armó de coraje y llamó a su ex mujer. Eran las 13.45. Fueron juntos a la comisaría para reportar la desaparición de Shanda.
Simultáneamente, Melinda y Laurie, seguían con la necesidad de impresionar a otros. Llamaron a una amiga, Crystal, y con ella fueron a buscar a Amanda, la ex novia de Melinda.
La única que había presenciado todo y que estaba horrorizada era Toni Lawrence. En pocas horas su psiquis colapsó. A las 20.20 de esa tarde terminó yendo con sus padres a la comisaría. Lo contó todo. Dio nombres y edades. Los detectives no podían creer lo que escuchaban.
Tenían una chica denunciada como desaparecida, un cuerpo quemado hallado por unos cazadores y una confesión horripilante.
Diez horas después de haber hallado los restos carbonizados la policía tenía resuelto el caso.
Los Sharer recibieron la noticia más atroz.
Allí, donde nunca pasaba nada, cuatro chicas de entre 15 y 17 años habían torturado hasta la muerte a una de 12. No podía ser cierto, pero lo era.
El detective Howard Henry se dirigió a la casa de Shanda para conseguir sus fichas dentales para una correcta identificación de la víctima.
Las primeras en ser detenidas, al día siguiente, fueron Melinda y Laurie.
Cuatro condenas y el fin de la inocencia
Las primeras fotos policiales de las cuatro detenidas impactan. No solo por su juventud sino porque tanto Melinda como Hope sonríen alegres para la cámara. Podría ser una foto tomada durante unas vacaciones felices. No se la ve así a Laurie Tackett, quien tiene una mirada extraviada enmarcada por su cortísimo pelo dorado revuelto. Ni a Tony Lawrence, quien parece ser la única que se percata de la gravedad de lo que han hecho. Detrás de sus anteojos, sus ojos revelan algo de horror vivido.
Los peritos forenses durante el juicio pudieron establecer cosas horribles: que Shanda tenía sus muñecas y tobillos atados, que había sido golpeada con un objeto contundente varias veces; que había sido apuñalada en el pecho, que tenía cortes en las piernas y que había sido brutalmente sodomizada con un objeto filoso. El Dr. Nichols estableció que la causa de muerte fue por quemaduras e inhalación de humo. Shanda había sido quemada viva.
Los profesores del colegio secundario se mostraron sorprendidos y dijeron que ni Hope ni Toni tenían problemas de disciplina y que estaban por encima del promedio de los alumnos. Sus compañeros dijeron que solo eran un poco raras y que pasaban mucho tiempo vistiendo ropas negras. El preceptor escolar Larry Cummins sostuvo que Laurie Tackett era una estudiante con buenos valores y que había sido muy religiosa. En fin, cada uno había visto solo un pedazo de la foto, no la imagen completa.
Si Larry había abusado o no de sus hijas es algo que no quedó del todo claro. En la corte, durante el juicio por el crimen de Shanda, se dijeron entre otras cosas que había acariciado a la hermana menor de su mujer y que había molestado a las hijas de su primo Teddy, de entre 10 y 14 años. Teddy, incluso, testimonió que Larry había atado una vez a las tres hermanas en el garage y las había violado sucesivamente. Pero ninguna de las hermanas aceptó que eso hubiera ocurrido. Sí quedó demostrado que era un violento y que un par de veces las apuntó con un arma.
Por supuesto, las defensas de las acusadas, lo intentaron todo. La de Melinda alegó que su clienta tenía un retraso mental y que había sufrido incontables abusos en su niñez.
Las cuatro jóvenes fueron juzgadas como adultos y, para evitar la pena de muerte, aceptaron acuerdos con la fiscalía.
Laurie Tackett y Melinda Loveless recibieron un castigo de 60 años de cárcel. Toni Lawrence fue sentenciada a 20 años de cárcel y Hope Rippey recibió una condena a 50 años, que luego le fue reducida a 35 años.
Toni Lawrence fue la primera en ser liberada en el año 2000. En abril de 2006, Hope recuperó la libertad bajo palabra por su buena conducta. Estuvo bajo supervisión durante cinco años. El 11 de enero de 2018 le otorgaron la libertad condicional a Laurie Tackett y, el 5 de septiembre de 2019, al cerebro de la banda, Melinda Loveless. Le faltaban pocos días para cumplir los 44 años y había estado presa 26.
El difícil después
El padre de Melinda, Larry Loveless, fue arrestado en febrero de 1993 y trasladado a Indiana para enfrentar cargos de violación y ataque sexual. Pasó en prisión dos años esperando su juicio y, finalmente, al caerse varios de los cargos, fue liberado en junio de 1995. En 1998 se suicidó tirándose debajo de un ómnibus escolar. Tenía 52 años.
El padre de Shanda murió en 2005, a los 53, como consecuencia del alcoholismo en el que había caído luego de la violenta muerte de su hija. Fue enterrado al lado de Shanda. Jacqueline Vaught, la madre de la víctima, dijo en un reportaje por televisión que su ex marido estaba tan destruido por el asesinato de Shanda que “hizo todo lo posible por morirse”.
Demás está decir que el caso inspiró exitosas series, documentales, dos libros (uno best seller) y una obra de teatro.
Jacqueline en los años siguientes se enfrentó a Amanda Heavrin a quien considera tan culpable como a las otras cuatro chicas por la muerte de Shanda. Al fin de cuentas, dice, fue por los celos que ella despertó que terminó siendo asesinada. Alega también que Amanda mantenía relaciones sexuales con Shanda quien era menor de edad. Para la ley, remarca Jacqueline, eso es abuso deshonesto. Además, asegura que Amanda sabía que Melinda quería matar a Shanda y no hizo nada por impedirlo.
Curiosamente, en 2012, la madre de Shanda le donó a Melinda Loveless un perro llamado Ángel, en nombre de su hija, y la autorizó para que trabajara en entrenamiento de mascotas que ayudan a gente con capacidades diferentes.
A quienes la criticaron por su decisión, les explicó: “Es mi decisión de hacerlo. Shanda es mi hija. Yo sé lo que mi hija hubiese querido que haga y es exactamente lo que llevé a cabo. Si no dejás que algunas cosas buenas salgan de las cosas malas, nada mejora”.
Jacqueline había encontrado la manera de soportar su martirio.