Tomo nota de interesantes artículos de opinión, en los que, con menor o mayor acierto, se analizó el resultado de las recientes elecciones del estado Barinas, llegándose en alguno de ellos a la temeridad de producir pronósticos triunfalistas que han de marcar el camino de la oposición, transgrediéndose con ello, a mi modo de ver, los límites de la prudencia y de la objetividad del examen que en determinadas circunstancias impone la razón en el ámbito del diagnóstico político.
La diversas orientaciones de estos análisis, me imponen de entrada una interrogante: ¿se está analizando bien lo ocurrido en Barinas el 09-01-2022? Considero que no y tampoco pienso que desechada la clínica, para determinar lo que ocurrió deba realizarse una autopsia que no tome en cuenta todos los elementos que han intervenido.
En Barinas no ocurrió un crimen, en este estado se ha producido una proeza; denótese con este término el hecho de que un pueblo haya participado masivamente a votar con los antecedentes que todos conocemos, sin condiciones democráticas, contra un régimen que además del árbitro manejó con absoluto ventajismo ingentes recursos del Estado.
Esto que no podría calificarse de proeza en las condiciones normales de una democracia que celebra elecciones libres, competitivas y con un árbitro imparcial, merece que reconozcamos y felicitemos por su valentía al pueblo de Barinas aunque no compartamos esa acción de votar que el régimen realmente debe estar agradeciendo. Es ese coraje cívico de un pueblo que enfrentó la intimidación, la extorsión y el chantaje lo único que debe ser felicitado.
Pero si fuere el caso de emplear la metáfora de una autopsia para dar la impresión de una aproximación científica a estos hechos, debo insistir en que esta debe tomar en cuenta todos los factores que han intervenido, asegurar que se haya cumplido con los protocolos de cadena de custodia para el levantamiento del cadáver y demás evidencias, y, sobre todo, evitar, en el análisis de los datos, consideraciones subjetivas y emocionales que con miras al futuro ven solo a la unidad como la causa del deceso.
Lo que realmente ha ocurrido en Barinas es un hecho social de carácter político y de trascendencia histórica: una victoria de un pueblo indignado, que luchó con escasos recursos contra el ventajismo y la ilimitada capacidad de manipulaciones y triquiñuelas de un desgastado régimen que, en esta ocasión no podía impedir esos resultados empleando más astucia y violencia de la que ordinariamente emplea, condicionado por la estela de artimañas que ya había gastado en esta pelea, cuestionado y asediado como está por el mundo democrático de occidente y por la justicia internacional que avanza en la judicialización de algunos de sus desafueros, arbitrariedades y crimines.
Sugerir o decir categóricamente que fue solo la unidad la causa de esta victoria popular que no tiene nada de homicida es no tomar en cuenta esos factores y es olvidar además que con la unidad también ganó Superlano días antes pero sin poder materializar su triunfo porque una decisión lo sacó de la contienda después de haber ganado.
Lo que si resulta sorprendente, absoluta y groseramente criminal es que a estas alturas del ejercicio dictatorial del régimen y con los específicos antecedentes de este caso Barinas, se reconozcan méritos democráticos y se felicite al partido político que lo sostiene y a su derrotado candidato por haber reconocido una paliza electoral; ni como un gesto político o diplomático lucen aceptables felicitaciones o reconocimientos para adversarios que comportándose como enemigos no reconocen la disidencia y han jugado duro y por todos los medios a su a aniquilación.
La verdad es que no entiendo y más bien dudo, en estas circunstancias, de las buenas intenciones de estas conmovedoras felicitaciones con las que se intenta pintar el cuadro de “la nobleza de villanos redimidos” o “la pureza del conversos”: si, la pureza de ruines que han decidido cambiar, presentándoles como auténticos demócratas a los que debemos reconocimientos. No quiero pensar en mensajes subliminales, pero obligado hacerlo, considero que la invitación es a considerar que las cosas han cambiado, que hemos vuelto a la normalidad democrática. Y lo cierto es que pagarán un alto precio todos los que se ilusionen con semejante “ingenuidad”
El cristiano perdona la injuria por amor, así suelo hacerlo, pero no admito que opresores y verdugos que no cumplen con sus deberes constitucionales y democráticos sean felicitados por haber reconocido una derrota notoriamente compelidos por las circunstancias de una abismal diferencia que pudieron cambiar, pero cuyos riesgos de ese cambio no quisieron correr, pues con ello no solo se falta a la verdad sino que se comete un crimen contra ella y contra la dignidad de un pueblo que padece y lucha con dolor y rabia contra la injuria continuada e inclemente de un régimen que nada tiene de democrático.
Las circunstancias de este triunfo electoral más que deslumbrarnos y ponernos a repartir inmerecidas felicitaciones, obligan a un análisis objetivo y absolutamente desprejuiciado de las variables reales que intervinieron para que este hecho se produjera, si es que realmente se quiere emplear lo ocurrido como fuente para el estudio y aprendizaje en la planificación política y electoral, partiéndose de la consideración de escenarios y estrategias diferenciadas y, sobre todo, para evitar la tentación de incurrir en la formulación de las consabidas “predicciones” (o profecías) de las ciencias sociales que tanto gustan a los historicistas o defensores del materialismo histórico.
Todo ello descartando que lo que realmente quieran algunos actores es hacer el papel de tontos, incautos e imprudentes y salir corriendo a gritar a los cuatro vientos que el tema del acceso al poder en Venezuela es extremadamente simple y se soluciona construyendo una unidad que obtenga más votos que el régimen en las próximas elecciones que sean convocadas.
Si ese es el caso, permítanme acotarles, de una vez, a todos estos respetables señores de las artes dramáticas, que han salido corriendo a sugerir, insinuar odecir semejante inocentada, que la lectura simple y literal de sus expresiones luce bonita, agradable a los oídos, motivadora, alentadora, estimulante y todo lo que ustedes quieran; pero la otra, la que el régimen quiere que se haga entre líneas y, de paso, usando como voceros a estos “actores opositores” (y a todos los que se hagan eco de ellos), deja claro un meta mensaje que también luce criminal (ciertamente, esto también es criminal porque es el crimen de nuestra lucha histórica); en ese mensaje se lee que todas las elecciones anteriores se perdieron por falta de unidad o por nuestras divisiones, ergo las ganó el régimen dirigido por Maduro y este es legítimo (igual que todos los demás chavistas que han ganado cargos de elección popular cuyos votos ha contado e este arbitro electoral), no está usurpando la presidencia, y Guaido y todo el entorno del encargado presidencial son los que están cometiendo el delito de usurpación con la complicidad de todos los que le apoyan. CONTINUARÁ.EN LA PROXIMO ARTICULO.