La crisis de Ucrania ha creado un debate en torno a las intensas relaciones entre Berlín y Moscú en el ámbito energético y al futuro del gasoducto Nordstream II, que muy probablemente no empezará a funcionar en caso de una invasión rusa de ese país.
El gasoducto ha generado discusión política prácticamente desde su gestación justamente por el temor, sobre todo en el este de Europa, de que la Unión Europea (UE) llegase a tener una excesiva dependencia energética de Rusia.
La crisis en Ucrania ha agravado las cosas ya que la tesis que había defendido el Gobierno alemán de que el gasoducto es un proyecto puramente empresarial se ha resquebrajado.
La ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, es dentro del Gobierno quien se ha expresado con más claridad al decir ante el parlamento que, en caso de una agresión rusa contra Ucrania, “tenemos a disposición una gama de respuestas que incluyen a Nord Stream II”.
El canciller, Olaf Scholz, ha sido menos claro pero ha recordado el acuerdo que hay con EEUU sobre el funcionamiento del gasoducto, lo que implica de hecho la posibilidad de impedir que empiece a funcionar si hay un ataque ruso a Ucrania.
Las voces que llegan desde los grupos parlamentarios de los partidos de Gobierno son más claras y así, por ejemplo, la presidenta de la Comisión de Defensa, Marie-Agner Strack Zimmermann, dijo este viernes a la televisión pública que Nordstream II no empezará a funcionar mientras haya peligro de guerra en Ucrania.
EL PROYECTO Y SU HISTORIA
Nord Stream es un sistema para transportar gas de Rusia a Alemania y otros países europeos a través del Báltico y consta de dos gasoductos: Nord Stream I, que empezó a funcionar en 2011, y Nord Stream II, que se terminó de construir el año pasado pero todavía no está funcionamiento.
Nord Stream I es propiedad de un consorcio cuyo accionista mayoritario, con un 51 por ciento, es el gigante ruso Gazprom y el resto se lo reparten Winterhall Dea, E-on, Gasunie y Engie. Nord II pertenece en su totalidad a Gazprom.
Los planes de crear una vía a través del Báltico para transportar gas a Alemania -con lo que Gazprom se ahorraba pagar derechos por el paso a través de Polonia y Ucrania- se fraguaron en una época de excelentes relaciones entre Rusia y Alemania y entre el canciller de la época, Gerhard Schröder, y el presidente Vladimir Putin.
Schröder y Putin asistieron a la ceremonia de la firma del acuerdo entre las empresas el 11 de abril de 2005.
Inicialmente el proyecto fue apoyado por la UE pero en 2005 la situación cambió cuando, debido a facturas por pagar, Gazprom cortó el suministro de gas a Ucrania.
Para Alemania la ventaja del transporte a través del Báltico era justamente que le garantizaba el suministro de gas y hacía que este no se viera afectado por posibles conflictos políticos con otros países.
Tanto entonces como ahora para Alemania era clave asegurarse el suministro de gas ruso debido a que con el proceso de abandono de la energía atómica, que se había iniciado en 2002, se necesitaban alternativas mientras avanzaba el fomento de las renovables.
EL GAS RUSO Y ALEMANIA
Actualmente, según dijo recientemente el ministro de Economía, Robert Habeck, el 55 por ciento del gas que se utiliza en Alemania proviene de Rusia.
Nord Stream II respondía al mismo principio de optimizar el transporte de gas ruso hacia Alemania e inicialmente se planteó como proyecto común de Gazprom con varias empresas europeas que, sin embargo, se retiraron del proyecto.
Sin embargo, la experta en energía del Instituto de Estudios Alemanes de Berlín (DIW), Claudia Kemfert, considera que económicamente el proyecto no es razonable pues a mediano plazo habrá un descenso de la demanda de gas por el avance de las renovables.
“Nuestros estudios muestran que si se quieren alcanzar las metas de protección del clima la necesitad de gas se reducirá. El gasoducto es innecesario desde el punto de vista económico”, dijo Kemfert en declaraciones a medios alemanes.
Actualmente, según el Gobierno alemán, la mayor parte del gas ruso que llega a Alemania llega a través de Nord Stream I y no a través de las líneas terrestres.
EFE