Una de las informaciones más interesantes ofrecidas por este sagaz observador del espacio exsoviético tiene que ver con las motivaciones de Putin. ¿Por qué el líder ruso lanza este nuevo órdago precisamente ahora? Entre otras cosas, porque Ucrania está reduciendo peligrosamente la brecha que había entre sus fuerzas armadas y las de Putin. En 2014, fuerzas militares rusas más o menos regulares entraron en territorio ucraniano como el cuchillo en el queso, según una popular expresión rumana. El ejército ucraniano “está mucho mejor preparado, mucho mejor armado”, ha explicado el profesor.
“Creo que la presión [rusa] se debe, en parte, al hecho de que el ejército ucraniano ha adquirido drones turcos Bayraktar que hace un año demostraron su eficacia en el Cáucaso, en la guerra de Nagorno-Karabaj entre Armenia y Azerbayán. Buena parte de las victorias [azeríes] se debieron a armamento comprado a Israel y Turquía, contra el que Armenia utilizó armamento ruso que no resistió.” Ucrania utilizó por primera vez esos drones turcos en octubre para destruir equipos de artillería de los rebeldes pro-rusos en la región del Donbás. Este salto cualitativo en las capacidades militares de Ucrania enfureció a Putin, que vio cómo el acceso a mejor tecnología podría inclinar la balanza a favor de Kiev en la guerra del Donbás.
“Para Putin y los generales rusos el hecho que en territorio ucraniano están presentes consejeros militares canadienses, británicos y americanos, el hecho de que el Ejército ucraniano haya recibido ya armamento letal moderno antitanque y misiles nuevos y el hecho de que los militares ucranianos estén mucho mejor entrenados es una gran señal de alarma”, afirma Go?u. “Putin tiene dos opciones: forzar la situación ahora, cuando aún tiene una ventaja táctica, o arriesgarse a perder esta ventaja en los próximos cinco años y acabar siendo derrotado.”
Según me dijo Go?u por teléfono antes de escribir este artículo, el escenario de guerra que ve más probable pasa por una intervención mediante fuerzas irregulares en las regiones controladas por los rebeldes pro-rusos en el este de Ucrania. La ofensiva rusa consistiría en “combates relativamente pequeños con los que los rusos traten de crear una situación de ventaja que obliga a Ucrania a aceptar un armisticio” en términos desfavorables para Kiev. “Y aquí habría discusiones entre los franceses y los alemanes por una parte” comprándole la mercancía a Putin y “diciendo que no fueron los rusos” y los americanos y los británicos por otra culpando a Moscú y abogando por adoptar sanciones. “Putin sabe jugar a la guerra híbrida”.
(Sobre la reticencia de Alemania a plantarse ante Putin y ayudar a Ucrania vale la pena leer las palabras del exboxeador profesional y alcalde de Kiev Vitali Klitschko. Klitschko ha tachado de broma el anuncio de Berlín de que enviará 5.000 cascos militares al ejército de Ucrania. “¿Qué tipo de ayuda nos mandará la próxima vez Alemania? ¿Almohadas?”).
Go?u destaca de Ucrania la efervescencia que el asedio ruso le ha dado a la vida democrática en el país. Desde que Putin castigara militarmente a Ucrania la Revolución prooccidental del Maidán, los ucranianos viven una movilización patriótica sin precedentes que tiene poco que ver con la orgía de chovinismo que presenta la prensa oficialista rusa. En el centro de Kiev, un inmenso mural recuerda con sus nombres y fotografías a los más de 15.000 muertos en la guerra que entonces empezó Rusia. Ucranianos de todas las condiciones han empezado a prepararse para la eventualidad de una resistencia partisana contra un invasor ruso al que asocian con la represión y la arbitrariedad que ha impuesto para su país el régimen de Putin.
Este despertar nacional va acompañado de una vitalidad cívica sin parangón en la región. “Ahora los ucranianos se identifican por oposición a los rusos”, me dijo Go?u. “Ellos se consideran un Estado europeo que cree en la democracia y no acepta el autoritarismo. La vida política de Ucrania se caracteriza por la agitación, por los escándalos de corrupción. No hay un régimen que controle a los partidos con los servicios secretos y encierre a la gente en las cárceles como ocurre en Rusia”. Esta fiebre libertaria supera las líneas divisorias de la lengua y la identidad, y son muchos los ucranianos rusófonos en cuyo nombre habla Putin que no están dispuestos a ser parte de una Gran Rusia gobernada por carceleros y verdugos, aunque estos hablen su mismo idioma.
Y este es, precisamente, uno de los problemas de Putin. Por una parte, continúa Go?u, “uno puede derribar aviones y destruir tanques, pero es imposible disparar contra la idea de democracia y libertad”. Por si fuera poco, “Ucrania se ha convertido en un ejemplo para los rusos”. Putin llegó al poder en el año 2000 con un “contrato social que proponía a la gente renunciar a sus libertades a cambio de mejores sueldos y pensiones”. Pero la economía rusa dejó de funcionar hace tiempo y Putin ha dejado de cumplir su parte del pacto. Los rusos miran con interés y fascinación a la ebullición en que vive Ucrania. Putin lo sabe y teme que le exijan lo mismo cuando vaya a buscar la reelección en los comicios del 24.
Un elemento central de la que caricatura hacen de Ucrania el Kremlin y sus aliados, también en España, es el supuesto antisemitismo patológico que seguiría dominando las instituciones y la sociedad ucraniana. Go?u tacha la acusación de “aberración”, y recuerda que Ucrania eligió recientemente a un presidente judío, el actual jefe del Estado Volodymyr Zelensky. El primer ministro ucraniano, Volodymyr Groysman, también es judío. Como escribía recientemente el intelectual rumano Gabriel Andreescu, “Ucrania se ha convertido en el segundo país del mundo, después de Israel, donde tanto el presidente como el primer ministro son judíos”.
Valga como ejemplo del dinamismo de la realidad ucraniana este apunte sobre la identidad de los judíos de Ucrania. Hace poco escribí una reseña sobre un libro del Holocausto en la región de Transnistria, en la actual Ucrania. Al entrevista al autor, un judío que emigró siendo niño de Ucrania a América en los años noventa, le pregunté por qué nunca se refería a su familia como judíos ucranianos. Los judíos de esa parte del mundo, me dijo, nunca se habían identificado con Ucrania, y preferían llamarse a sí mismo judíos soviéticos o de lengua rusa. Pero las cosas están cambiando. Por primera vez en la historia, los judíos de Ucrania se llaman a sí mismos judíos ucranianos y se identifican con una causa patriótica que asocian a la libertad y a Occidente frente al horizonte de sumisión en ruso que ofrece Putin. Incluso en las comunidades del Este de Ucrania mayoritariamente rusófono, como lo es la ciudad de Dnipro, la propaganda de Putin ha empezado a caer en saco roto.
En una entrevista concedida esta semana al Times of Israel, el director del Museo del Holocausto de la ciudad, Igor Schupak, se refería así al discurso con que el Kremlin envuelve su agresión contra Ucrania: “Se presenta como si estuviera diseñado para proteger los derechos de la gente de etnia rusa. Es lo mismo que decía Alemania sobre Silesia” en los años 30.
Este artículo se publicó originalmente en Libertad Digital el 27 de enero de 2022