El Dr. Román José Duque Corredor, distinguido ciudadano y jurista de aquilatado prestigio, acuñó la expresión con la que titulo mi artículo de la presente semana. A él se la quito prestada, para examinar algunos elementos sobrevenidos luego del temerario y alevoso crimen, cometido contra la constitución y el pueblo de Venezuela.
La palabra encierra en sí misma la naturaleza de lo ocurrido con la burda maniobra, con la que Nicolás Maduro ha impedido a los ciudadanos ejercer su soberanía y emitir opinión en torno al nefasto gobierno que ha desempeñado, como ocupante del palacio de Miraflores.
Lo dramático del crimen cometido, más allá de su esencia, es el cinismo con el que, tanto Maduro como los demás integrantes de la camarilla roja, explican al país y al mundo su fechoría, pretendiendo darle un barniz de formalidad y legalidad, que no resiste el análisis más elemental.
Los hechos son tan evidentes, tan burdos, que solo un fanático comprometido con la devastación ejecutada y aún en marcha, puede sostener que el régimen permitió siquiera transitar el tortuoso camino diseñado desde Marzo del año 2007 (fecha de la que data la normativa vigente) para convertir el derecho a revocar (artículo 72 CN) en letra muerta, precisamente asesinada con premeditación y alevosía, por quienes sin sonrojarse, dicen estar al frente de una “democracia participativa y protagónica”.
El referendicidio se agrava con la política de intimidación y amenazas que de forma clara y directa han lanzado, contra los ciudadanos que nos atrevimos a exigir nuestros derechos, los voceros principales de la camarilla roja. En efecto dos de sus más conspicuos integrantes Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez, anunciaron por la calle del medio, la creación de una nueva lista para el hostigamiento y la persecución, así como supuestas acciones legales para quienes osamos irrumpir en su esquema de fraude, manipulación y control de la sociedad.
Pensó Jorge Rodríguez que por haber convencido a un sector de actores políticos de la oposición de no solicitar la activación del Referéndum Revocatorio, todos estábamos igualmente dispuestos a renunciar a nuestros derechos ciudadanos. La cúpula usurpadora contaba con que había logrado una tregua en la lucha de la sociedad democrática por lograr el cambio político. Su escenario ideal era avanzar sin dificultades hasta el 2024, para cuando tendrán lista su estrategia, con la cual continuar aferrados al poder. Contaban que sería la misma oposición, cada uno con sus argumentos, la que evadiría la lucha, no se atreverían a solicitar el referéndum, y de esa forma le evitaran tener que asumir, sin tapujos y determinación, la nada sencilla tarea de confiscar el derecho ciudadano a decidir el destino del país.
De ahí si irá, su desenfado y su abierta amenaza. Es tal el nivel de soberbia y orgullo que se fue, en persona, a la sede del CNE para acelerar el cierre del proceso express diseñado por él para ejecutar las instrucciones de su jefe Maduro, de no exponerse al proceso democrático consagrado en la Carta Magna.
El psiquiatra no pudo contener su ira y frente al mismísimo poder electoral, para mostrarnos que él sigue siendo el rey de esa casa, nos lanzó su satírico, ácido y amenazante mensaje.
Instalado en su Olimpo expresó que quienes osamos evidenciar sus artimañas somos unos amateurs que no estamos preparados para estar en las grandes ligas, en las que él se siente dueño y señor de todos los estadios.
Tiene razón Jorge Rodríguez, nosotros los ciudadanos democráticos no jugamos en esas ligas. No pretendemos, ni mucho menos queremos jugar en ellas. Esas ligas, en las que Jorge Rodríguez es bateador, pícher, primera base, cácher y novio de la madrina, son las ligas del fraude, de la corrupción, de la violación descarada de la constitución, de la persecución y del odio. Esa no es nuestra liga.
La nuestra es la del estado de derecho, la del respeto al ciudadano, la de la verdad y la moral, la de la convivencia civilizada. En esta liga no puede jugar ninguno de los personajes integrantes de la camarilla roja. Ellos representan todo lo contrario. Por eso sin la menor vergüenza se atreven a decirle al mundo que ya no hay posibilidad de ejercer el derecho a revocar al doblemente ilegitimo jefe de la liga descompuesta.
En efecto la Señora Tania D´Amelio repitiendo una cartilla absurda comunicó que “ya no habrá lugar a Referéndum”, como si aquí hubiese habido consulta democrática a la ciudadanía.
Torcer la última disposición del artículo 72 de la constitución, para justificar que la trampa del pasado 26 de enero, equivale a la realización del proceso refrendario es como afirmar que en Venezuela se ha recuperado la unidad familiar, que todos los exiliados han regresado y que ya los pensionados y jubilados gozan de seguridad social, medicinas, alimentos e ingresos con los cuales tener unas vida digna.
Quien esta nota escribe siente haber cumplido con su deber ciudadano. De haber logrado dejar en evidencia, nuevamente, a la camarilla roja. Que propios y extraños tengan clara conciencia de la presencia de una camarilla aferrada inmoralmente al poder. Por eso cierran una solución pacífica, constitucional y electoral a la crisis. Que lo hagan los bárbaros, lo esperábamos. Lo que si nos duele es el disimulo de algunos actores de la sociedad. Su indiferencia y su tranquilidad frente al padecimiento de nuestro pueblo. Su tesis de que no valía la pena asumir esa lucha. Que era mejor esperar hasta el 2024.
No hay duda que el 2024 llegará. Solo que en los tres años que nos separan de esa fecha son miles o millones los compatriotas afectados por la presencia de esa maligna camarilla en el poder. Son miles los que a diario abandonan el país, los que pasan hambre y mueren de mengua (cómo acaba de ocurrir con la tragedia de los profesores Salinas de Mérida), los que sufren tanta privación y tanto odio emanado desde la cúpula del poder.
Cada quien debe asumir su responsabilidad. Nosotros tenemos la conciencia tranquila. Hemos dado nuestra lucha pacífica y constitucional. Continuaremos en esa ruta hasta rescatar la democracia y la dignidad para nuestra amada Venezuela.
Caracas 31 de enero de 2022