De entrada, conviene no pecar en general, y en particular evitar el adanismo. Resulta, en efecto, que los latinoamericanos se llaman así a sí mismos, con lo cual ¿quiénes son los demás para rebautizarlos? Y, por añadidura, los que hablaron primero de América Latina no fueron los estadounidenses sino los latinoamericanos y también los españoles. El profesor hispano-mexicano, Tomás Pérez Vejo, en su libro 3 julio de 1898, que hemos comentado en este rincón de La Razón, y también en el más antiguo Elegía criolla. Una reinterpretación de las guerras de la independencia, ha hecho mucho por aclarar los equívocos de nuestra historia a ambos lados del Atlántico.
Sostiene que las naciones no fueron la causa de las guerras de la independencia, sino su consecuencia. La nación, así es un “subproducto de la modernidad política, fruto de las necesidades de legitimación de los estados nacidos de las revoluciones burguesas, y no como el sujeto político preexistente que el pensamiento del siglo XIX había imaginado”. La independencia, que se produce empujada por los acontecimientos, sin ser una actitud de partida, representa la sustitución de una legitimidad política, la monarquía, por otra moderna, “el poder como emanación de la voluntad de la nación a través de un sistema representativo”.
Es esto lo que convierte a 1898 en el Desastre, que no fue sentido en Ayacucho. Ahora bien, a finales del siglo XIX se tomaba como un hecho la decadencia latina, de todo el sur de Europa, una especie de anticipo de los PIGS de nuestro tiempo. Esta idea, que era equivocada, como han probado distinguidos historiadores económicos, como Leandro Prados de la Escosura, fue lo que provocó una reacción en España y América.
Tomás Pérez Vejo señala que la expresión “América Latina” se empezó a utilizar entonces, y no fue una muestra de servilismo hacia EE.UU. sino justo al revés: fue empleada tanto en España como en América en contra de EE.UU. y en defensa del mundo hispánico, ibérico y latino, “como civilización alternativa a la anglosajona”. En esa corriente se inscribieron, y vuelven a hacerlo, izquierdas y nacionalistas de aquí y de allí.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 1 de febrero de 2022.