Con el avance reciente de la ciencia médica, muchas de nuestras ideas previas acerca del cuerpo y la mente, de la fisiología y la psicología, se difuminan. Cada vez son más los estudiosos que ven la salud mental y la salud corporal como un continuo, y eso implica reevaluar muchos de los criterios de diagnóstico y de las estrategias de tratamiento que empleamos aún hoy en día.
Por 20minutos.es
“Al final, todas las enfermedades tienen una parte emocional“, explica a 20Minutos Sonia Álvarez Sesmero, psiquiatra en el hospital madrileño 12 de Octubre: “Por eso, el término ‘psicosomático’ está cayendo en desuso”.
Un término cada vez más en desuso
Como especifica Álvarez, el término ‘psicosomático’ ha venido usándose para referirse a “alguna expresión física, alguna enfermedad para la que no se encontraba un origen en ninguna prueba y sí un malestar psicológico detrás“.
“Pero la mente no va por un lado y el cuerpo por otro“, continúa. “Por ejemplo, muchas veces encontramos trastornos de ansiedad debajo de esas manifestaciones físicas, y al final un estado de ansiedad no deja de alterar el sistema inmunitario”.
La psiquiatra lo ejemplifica de una manera fácil de visualizar: “Todos nos hemos sentido nerviosos y nos ha dolido la tripa o nos ha dolido la cabeza… esto se consideraría una enfermedad cuando ya se prolonga en el tiempo y causa malestar”.
Que nuestro estado emocional tenga una influencia directa y palpable en nuestro estado fisiológico es en el fondo lógico. Las emociones no se producen en el vacío, sino que responden a una compleja actividad química en el cerebro. Y muchas de las sustancias implicadas en ellas intervienen también en diversos procesos corporales de distinta índole.
Los síntomas pueden afectar a cualquier parte del cuerpo
“El vínculo entre el aspecto emocional y el somático es neuroendocrino“, detalla Álvarez. Siguiendo con el mismo ejemplo, “cuando estamos ansiosos, nuestro cuerpo secreta hormonas como cortisol o adrenalina”, que afectan al funcionamiento de varias partes del cuerpo.
Esto también explica por qué los trastornos psicosomáticos tienen manifestaciones fisiológicas tan variadas: “Normalmente, se asocian a dolores de cabeza, mareos, fatiga, enfermedades de la piel… pero en cualquier sistema, aparato u órgano pueden aparecer”.
“Con los trastornos depresivos, suelen aparecer asociados fatiga, cefaleas y problemas del tracto gastrointestinal; también en los trastornos de estrés post-traumático y los trastornos afectivos vemos muchas manifestaciones psicosomáticas”.
“Las más graves”, añade, “serían de tipo neurológico: hay pacientes que llegan a no poder mover una pierna o un brazo”.
Un diagnóstico complejo
Por otra parte, a nadie se le escapa que un malestar físico prolongado puede afectar seriamente a la vivencia emocional de una persona. Esto hace que sea aún más complejo discernir cuál es el verdadero origen del problema, ya que se produce un ciclo cuyo inicio puede ser a menudo incierto.
“Muchos de estos pacientes”, desarrolla Álvarez, “al último especialista al que van es al psiquiatra. Normalmente, alguien empieza con un dolor y antes le ve un cardiólogo, un internista, un neurólogo, un digestivo… muchos ni siquiera llegan a acudir a psiquiatría”.
“Al especialista, entonces, en lo que le guía”, prosigue, “son síntomas más inespecíficos, y muchos se comparten. Por ejemplo, si uno tiene ansiedad y un dolor de cabeza muy fuerte, si exploras otros síntomas seguro que los tiene”.
“No suele ser un sólo síntoma psicosomático, y suelen ser más imprecisos. El dolor en el pecho no es como el que caracteriza a un infarto, y de hecho las pruebas que les hacen para descartar que no haya algo orgánico debajo son negativas”, resume la experta.
Reevaluar el tratamiento de la salud mental
En cierta manera, el modo en el que se han venido diagnosticando y tratando las enfermedades psicosomáticas es indicativo de las carencias que ha menudo los sistemas de salud han tenido en su abordaje de la salud mental.
Esto afecta desde la primera entrevista con el médico: “No sólo hay que centrarla en lo que le pasa; también son importantes cosas como cuándo ha aparecido el dolor, si ha coincidido con algún evento estresante…”.
“A veces”, continúa Álvarez, “el término ‘psicosomático’ tiene un tinte peyorativo, y también es por eso por lo que está cayendo en desuso. No es que los pacientes no sientan ese dolor o que no tengan esos síntomas, y no razón por la que sí o sí la causa tenga que ser orgánica; al revés, un origen psicosomático se diagnostica por exclusión”.
Afortunadamente, esta forma de proceder está cambiando. “La medicina clásica a lo mejor no tenía tanto en cuenta esa parte emocional que va siempre unida a la enfermedad. También depende mucho del médico que te vea: es importante que cuando se manda a un paciente a psiquiatría no se le de a entender que ‘te mando al psiquiatra porque no tienes nada’“, argumenta la experta.
“No es que no tengas nada”, añade, “la ansiedad o la depresión son enfermedades. La idea es validarle el síntoma y que algo está ocurriendo y que necesita un tratamiento, bien sea farmacológico o psicológico; pero que algo está pasando, que su cuerpo tiene una dolencia por una causa. Que la prueba que le hayan hecho haya dado negativo no significa que no haya un origen”.
“Yo creo que para el paciente lo más importante es que no sienta que el mensaje es que no le pasa nada, porque realmente es el que lo está sufriendo. Si en todo el camino el mensaje es que no te pasa nada, no vas a llegar nunca a salud mental”, dice.
“Pero por suerte ese punto sí que está cambiando. Desmitificar la salud mental: que cuando te manden al psiquiatra, no pienses ‘me lo estoy inventando’ o ‘estoy loco’. Es un poco cuestión de la forma en la que el médico te transmite lo que te está pasando: hay que llevar el mensaje al paciente de que le está pasando algo real y que se puede tratar. Que no vayan al médico con un síntoma y se vayan con ese mismo síntoma y sin un tratamiento“, concluye Álvarez.