La polémica fiesta de socialites en lo alto de un tepuy destapó una serie de interrogantes que pretende dar una visión de un pequeño sector de Venezuela donde las influencias y los enchufes predominan en el más alto nivel. White Comedor, es una muestra de ello.
Un restaurante fancy de la élite caraqueña que reabrió sus puertas hace algunas semanas luego de 16 años de ausencia. Un espacio acogedor, con un menú muy variado, nada humilde, que no ha hecho más que despertar una serie de críticas y dudas. En medio de la atroz crisis que atraviesa el país, son privilegios que solo grandes apoderados podrían tener, pero ¿cuáles son los detalles que se enmarañan detrás de este enigmático “emprendimiento”?.
Por lapatilla.com
White Comedor es propiedad de Rafael Oliveros y se encuentra ubicado dentro de las instalaciones de la Base Aérea Generalísimo Francisco de Miranda, mejor conocida como La Carlota, pero ¿cómo un negocio dónde se mueven las altas esferas logra una concesión para abrir en un complejo militar?
Comencemos entonces por el dueño.
Oliveros, es presidente del grupo La Marea. Su vínculo con el régimen chavista no es casualidad. Nicolás Maduro lo designó en 2016 como miembro del Consejo Nacional de Economía Productiva y como representante del sector turismo, en sus “nueve motores económicos”, según Bloomberg Línea.
Y vaya que ha reactivado el turismo y la economía… de su bolsillo.
Entonces, ¿qué relación existe entre un restaurante en el este de Caracas con una celebración en lo alto de un tepuy en el Parque Nacional Canaima?. Oliveros es dueño de “Campamento Canaima” un hotel ubicado en la reserva natural, y por él varios reconocidos personajes de la sociedad venezolana se desplazaron en nueve lujosos helicópteros hacia la selva para celebrar su quincuagésimo cumpleaños.
La entrañable fiesta despertó las sospechas de Tarek Saab, el fiscal de las redes, quien decidió abrir una investigación para esclarecer los eventos que allí se presentaron, una pantalla para de nuevo satisfacer la presión que existe sobre Venezuela por parte de la Corte Penal Internacional, porque justo en La Carlota, lugar donde se ubica el White Comedor, se cometió uno de los mayores crímenes de esta dictadura.
En 2017, David Vallenilla, un joven venezolano que luchaba por un mejor futuro, fue asesinado a quemarropa por un esbirro del régimen reventándole el corazón. El hecho quedó registrado en decenas de videos, todos circularon inmediatamente y fue una de las evidencias más representativas para declarar al mundo el Estado represor que lidera el chavismo. No fue sino hasta cuatro años después, luego de la visita del fiscal Karim Khan a Venezuela, que la justicia llegó para condenar a la máxima sentencia al autor material del suceso.
¿Tendrá White Comedor vista al lugar donde mataron a Vallenilla? Una pregunta que más allá de esclarecer las artimañas del régimen, muestra la indolencia y desasosiego en un afán por ocultar la Venezuela de los bodegones. Aquellos que intentan reiterar una y otra vez que la economía de la nación marcha bien, que hacen celebraciones en un tepuy, son los mismos que ignoran la pobreza que acecha en cada rincón del país.