Dependiendo del estado de su ánimo, Jeff Weiser se instala un día a trabajar en un café parisino, otro en una cueva misteriosa o desde el espacio, con vistas a la Tierra, gracias a un casco de realidad virtual, al igual que miles de personas inmersas que trabajan en el llamado metaverso.
Este universo paralelo, accesible a través de gafas de realidad aumentada o virtual (AR o VR), es ciencia ficción para la inmensa mayoría de la humanidad.
Pero el metaverso ya existe a diario para algunos, más allá de los jugadores y entusiastas de la tecnología. Como Jeff, el fundador de una empresa emergente de traducción, que trabaja de 25 a 35 horas semanales con un visor Oculus desde su casa en Cincinnati, estado de Ohio (este).
Para ello usa “Immersed”, una aplicación de realidad virtual que le permite mostrar varias pantallas (ordenadores, teléfonos, etc.) en el entorno que elija.
“Estamos mejor enfocados”, explica, aludiendo a las distracciones omnipresentes en el hogar. “Y en cuanto a la ergonomía, es perfecto. Las pantallas están a la altura adecuada y puedo ampliarlas fácilmente si es necesario”, subrayó.
Pulsa su teclado sin verlo y habla, aparentemente, al vacío. Pero en su mundo virtual, interactúa con los personajes avatares de sus colegas (algunos viven en Irlanda y Argentina) e incluso a veces con extraños, en modo “público”.
La pandemia impulsó las tecnologías del teletrabajo, que permiten suprimir las barreras geográficas y trabajar en equipos remotos. Accenture, por ejemplo, compró 60.000 dispositivos VR para capacitación remota.
Para las empresas emergentes que se desempeñan en este nicho, el Santo Grial es lograr replicar la facilidad de interacción que existe en una oficina real.
– “Remanencia” –
En la plataforma Teamflow, esto se traduce en un escritorio virtual en la pantalla, con forma de tablero de juego, donde los empleados mueven el “peón” que los representa.
De este modo, pueden “acercarse” a un colega, y si esta persona ha conectado su micrófono, se escuchan de forma inmediata, sin tener que hacer una llamada telefónica o escribirse un mensaje.
Pero no hay VR, porque “los cascos no están listos por el momento”, dijo Florent Crivello, el fundador de este software.
Asegura que “construye el metaverso del trabajo”, aplicando el principio de “remanencia”. “Es una característica esencial del metaverso. Significa que el mundo tiene una existencia que está separada de tu presencia en el mundo”, explicó.
Por ejemplo, los usuarios de Teamflow que “escriben” en una “pizarra” en una habitación la encuentran allí, idéntica, cuando regresan al día siguiente.
Unas 1.000 personas utilizan esta aplicación a diario.
Immersed, por su parte, dice tener decenas de miles de seguidores, luego de un período difícil a fines de 2019, cuando la empresa casi desaparece.
“Habíamos tocado fondo. Le dije a mis siete empleados, entre lágrimas, que tenían que buscar trabajo en otro lado”, cuenta Renji Bijoy, su fundador. “Todos decidieron quedarse y codificar gratis”, evoca emocionado.
– Deficiencia –
Pero las restricciones sanitarias reavivaron el interés de los inversores por esta forma de teletrabajo.
Y la aplicación de realidad virtual despegó, como otras, gracias al impulso que le dio Meta (sucesora de Facebook), el gigante de las redes sociales que también posee los visores Oculus y que recientemente decidió enfocarse en el mundo del metaverso.
“Estamos tratando de construir un mundo en el que cualquiera pueda ponerse un par de anteojos y sentir que se teletransporta a su oficina virtual”, resume Renji Bijoy.
¿Qué falta? Mejoras técnicas, por supuesto, pero sobre todo avatares “fotorrealistas” que nos representen tal y como somos gracias al uso de cámaras y sensores, en lugar de las actuales imágenes de dibujos animados.
“No estamos tan lejos”, sostiene el jefe. “No va a llevar cinco años, va a ser mucho más rápido”, adelanta.
Mientras tanto, algunos pioneros del trabajo con realidad virtual prefieren permanecer en el anonimato, para que esta forma de vida no se malinterprete.
Como este diseñador gráfico neoyorquino, que trabajaba seis horas al día usando su visor Quest 2 (Oculus), adaptado con correas de mejor calidad para hacerlo más cómodo.
Durante la pandemia, “mi productividad se duplicó”, asegura. Llegó al punto de olvidar tomar sus descansos.
“Las pruebas de rutina mostraron que tenía deficiencia de vitamina D, ciertamente exacerbada por el tiempo que pasé en la realidad virtual”, dijo.
Hoy duda en retomar la modalidad: “No creo que sea saludable sustituir la realidad por la realidad virtual”, sentencia firme.
AFP