España es el primer país de Europa en demanda de prostitución y el segundo a nivel internacional, alrededor de un 38% de los varones adultos admiten haber pagado por mantener relaciones sexuales alguna vez, lo que la convierte en un “paraíso del sexo”, según denuncian los profesionales policiales y judiciales que trabajan en su erradicación.
Las cifras son más preocupantes si se tiene en cuenta que más del 80% de las mujeres prostituidas en España son víctimas de trata de seres humanos, la “esclavitud del siglo XXI”, un problema que se llevó a análisis esta semana en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
”El delito de trata se basa en apartar a la víctima de su entorno, trasladarla a otro sitio donde se la aísla y explotarla, obteniendo un beneficio económico enorme”, explicó en ese foro la fiscal delegada de extranjería en la región española de Murcia (sureste), Silvia Benito Reques, que lo calificó de “el tercer negocio ilícito más rentable del mundo”.
Si bien las víctimas de trata pueden acabar en infinidad de sectores (desde la mendicidad hasta el trabajo doméstico), su principal destino es la prostitución: “Según datos del 2020, las dos terceras partes de las víctimas de trata son mujeres y el 79% son explotadas sexualmente”, expuso la fiscal.
Lo que lo convierte en una empresa tan lucrativa es el nivel de demanda, señaló el Teniente Jefe de la sección de trata de seres humanos de la Guardia Civil, Félix Durán Garrido.
La prostitución genera una gran cantidad de clientes que demandan el consumo de esta particular ‘mercancía’ lo que convierte a España, en palabras del teniente, en el “paraíso del sexo”.
Desde la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen Organizado, UNODC, se calcula que existen dos millones y medio de víctimas del delito de trata, pero por cada persona que denuncia, 20 están sin identificar.
DEL ‘LOVER BOY’ A LA PROMESA DE UN TRABAJO DIGNO
¿Cómo llegan estas mujeres a España? Las formas son diversas y suelen variar según el lugar de origen de la víctima.
Para las mujeres de Europa del este, por ejemplo, uno de los modus operandi más habituales es la figura del ‘Lover boy’: un hombre encargado de enamorar a chicas jóvenes para después convencerlas de ejercer la prostitución.
”Había una niña a la que tuve que acompañar a abortar. Estaba tan enganchada a su ‘Lover Boy’ que no nos hacía caso. Por mucho que nos dijera que lo iba a dejar, a los dos minutos ya estaba de vuelta” relató Durán Garrido.
En América Latina, el engaño es la técnica a utilizar: se ofrece a las mujeres un billete de avión a España y una bolsa de viaje, con la promesa de un buen sitio en el que vivir, un trabajo digno y un buen sueldo.
No obstante, en los últimos años se ha pasado del engaño a la cruda realidad: saben que vienen a prostituirse, pero sus condiciones de vida son tan malas en sus países de origen que aceptan.
Para atrapar a las mujeres africanas, los captores se aprovechan de sus creencias religiosas y utilizan rituales vudú, con los que se aseguran de que estas jóvenes cumplan a riesgo de sufrir las consecuencias del rito. Después, la víctima es alejada de su entorno y aislada por completo, siendo sometida a vigilancia extrema por la organización de trata, según el experto de la Guardia Civil.
UN DELITO COMPLEJO
Si bien hay numerosas víctimas, condenar la trata es algo difícil: la fiscal Benito Reques solo recuerda dos sentencias al respecto desde 2010 en su región. Los expertos mencionan las lagunas legales y la falta de recursos como trabas para llevar a los culpables ante el juez, pero el problema principal es otro.
La investigación del delito depende de la declaración de la víctima, pero no es fácil de conseguir, ya que muchas de ellas tienen miedo y no confían en la policía, pues provienen de entornos marcados por la corrupción, explica.
Por ello, el papel de la sociedad civil es clave en la detección de estos casos. La colaboración con las ONG, así como la concienciación de la población sobre el problema conforman la estrategia principal para acabar con la trata de personas.
Con información de EFE