Los daños que deja la crisis del PP: Casado, en entredicho y Ayuso, con más liderazgo interno

Los daños que deja la crisis del PP: Casado, en entredicho y Ayuso, con más liderazgo interno

El presidente del PP, Pablo Casado, levanta la mano de la gran ganadora del 4-M, Isabel Díaz Ayuso.Mariscal / EFE

 

 

 





 

El pasado jueves, la grieta finalmente se resquebrajó y la presa del Partido Popular quedaba desbordada por lo que era vox populi para muchos, pero los protagonistas se empeñaban en negar una y otra vez: el enfrentamiento sin cuartel en el seno del PP entre la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el líder nacional, Pablo Casado —junto a su fiel secretario general, Teodoro García Egea.

EDU CASADO // 20 MINUTOS 

Tres días después, las llamas aún no se han apagado, pero ya se puede empezar a hacer un balance de daños en el PP. Y como ocurría en aquellas amenazas apocalípticas de la Guerra Fría, se puede decir que lo que ha ocurrido es una destrucción mutua asegurada.

El PP anunció el sábado que las explicaciones de Ayuso eran válidas y cerraban su expediente, pero a nadie se le escapa que las consecuencias del lance son irreversibles y cambian por completo el panorama político, no solo en el partido, sino en todo el tablero nacional.

Pierden todos: Casado, Ayuso, Egea…

Es difícil hablar de ganadores, pero si alguien ha perdido sin lugar a dudas es Teodoro García Egea, secretario general del partido, al que todos apuntan como culpable de una crisis que puede haber dejado muy tocado al PP.

Los barones del partido (a excepción de su paisano Fernando López Miras —que por ser hombre de García Egea también ha salido indirectamente perjudicado—) tienen claro que es el ciezano el que debe asumir todas las responsabilidades de este episodio y habrían exigido a Pablo Casado su cabeza como primera medida.

Al parecer, Casado no está dispuesto a ‘cortarse’ su mano derecha, pero no hacerlo lo debilita a él personalmente. Los barones y otros cargos internos del partido esgrimen la posibilidad de adelantar el congreso nacional (previsto para julio), con un fin: laminar a García Egea y si fuera necesario (y muchos lo creen así), al propio Pablo Casado. Creen que este ha quedado ya totalmente invalidado para optar a presidir el Gobierno y el PP debe rearmarse lo antes posible ante el horizonte electoral de 2023. También quedan en el aire congresos regionales, especialmente el de Madrid, que Génova ha aplazado que se resuelvan todas las dudas que tienen con Ayuso.

Aunque algunos analistas dan por vencedora del choque a Isabel Díaz Ayuso, es muy probable que la imagen de la presidenta madrileña, hasta ahora gran efectivo del PP por su tirón popular (de hecho, fue esgrimida como revulsivo en la reciente campaña electoral en Castilla y León), haya quedado muy tocada.

La maniobra de Génova ha puesto en bandeja a la oposición en Madrid (encabezada por Más Madrid y PSOE-M) una ofensiva que ya está en la Fiscalía. Los partidos de izquierda en la Comunidad ya han anunciado que van a mirar con lupa todo contrato firmado durante la pandemia y, en el mejor de los casos para Ayuso, el ‘acusa que algo queda’ puede acabar pasándole factura a la que hasta ahora era la política más temida (por sus rivales —y algunos partidarios—) de España.

Los cambios en el tablero

El terremoto en el PP tiene consecuencias directas en todo el panorama nacional. La crisis estalló apenas cuatro días después de las elecciones en Castilla y León, donde los ‘populares’ lograron una victoria pírrica. El auge de Vox los convertía en claros aspirantes a entrar en el Gobierno regional, pero hasta los sucesos del jueves, el PP se resistía a alcanzar un acuerdo neto con los de Abascal.

Pero ahora, el PP ha perdido fuerza negociadora ante su patente debilidad nacional, por lo que Vox se puede sentar en Valladolid con una jugosa lista de exigencias para investir a Alfonso Fernández Mañueco como presidente.

Más al sur, en Andalucía, se puede concluir que si tras los comicios en Castilla y León Juanma Moreno metió en la nevera cualquier deseo de adelantar elecciones, tras los sucesos del jueves directamente los ha congelado. El pacto de Gobierno con Ciudadanos se ha asegurado, de manera indirecta, unos meses más de duración.

La figura de Feijóo

Y es que los barones son los primeros que han puesto el grito en el cielo ante el choque Ayuso-Casado, exigiendo diálogo entre ambos y dando directrices al propio Casado para solventar la crisis de partido. De entre ellos se ha destacado como voz autorizada Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia, cuatro veces ganador por mayoría absoluta y otrora eterno candidato a dar el salto a Madrid.

Hasta ahora Feijóo ha sido la cara y la voz del PP para exigir que la crisis abierta se resuelva y su nombre ha vuelto a elevarse entre algunos sectores ‘populares’ como preferido para ser el piloto de la formación si la herida no logra cerrar.

La sonrisa de Abascal

El pasado jueves, cuando se produjo el incendio, el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, tuiteó, con su peculiar sentido del humor: “El gato de Abascal ya no tiene pelo en el lomo”.

En efecto, casi todos creen que la primera consecuencia de la caída en picado del PP es que Vox siga recabando más y más apoyos. De hecho, antes incluso de la crisis en Madrid, el resultado en Castilla y León ya dejaba entrever que los de Abascal son un valor al alza, a costa de los populares. Es más, ya no es ninguna teoría descabellada pensar que, de haber ahora unos comicios generales, Vox tendría al alcance de la mano el sorpasso al PP, como apuntarían algunos sondeos recientes.

Curiosamente, nadie en Vox, ni siquiera Abascal, han querido hacer sangre de la crisis abierta del PP. Es probable que por ahora incluso les venga mejor guardar silencio y abrir el saco bajo el árbol, para recoger todos sus frutos.

Oxígeno para Sánchez

Y finalmente, el PSOE toma oxígeno extra con la crisis popular. Con el principal partido de la oposición tan debilitado, Pedro Sánchez sabe que le espera una temporada de mayor placidez, aun cuando el resultado del PSOE en Castilla y León fue innegablemente malo. De hecho, a muchos se les pasó por la cabeza que un adelanto electoral podría ser propicio, como una suerte de puntilla para el PP, malherido.

Por ahora Pedro Sánchez prefiere mantener la cautela y ha descartado la opción de llamar a los españoles a las urnas, algo que no ocurrirá hasta finales de 2023 o principios de 2024. No en vano ha visto como dos grandes rivales, uno oficial y el otro en la sombra, se han autodestruido sin que él interviniera.

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