Juan Guaidó: implacable tenacidad democrática, por León Sarcos

Juan Guaidó: implacable tenacidad democrática, por León Sarcos

Nada ni nadie ha podido atemorizarlo, menos aún doblegarlo, desde que aquella tarde histórica del cinco de febrero de 2019 —cuando fue electo presidente de la Asamblea Nacional con el respaldo de millones de demócratas en la calle, y luego en cabildo abierto el día seis, aludiendo a los artículos, 233, 333 y 350 de la Constitución— se propusiera el cese de la usurpación y convocar elecciones libres, para juramentarse como presidente Interino el 23 de enero de ese mismo año con el reconocimiento de más de 60 países.

Nada ni nadie ha podido quebrarle el espíritu enhiesto de hombre libre, patriota y demócrata, que no ha abandonado a sus conciudadanos en ningún momento en su lucha por devolverles la democracia, los derechos arrebatados y los niveles de vida y bienestar perdidos por efectos del liderazgo de una revolución emblemática de la mentira, la corrupción y el crimen.

Nada ni nadie ha impedido que, gracias a su implacable persistencia de varón varguense, haya sorteado persecuciones, falsas acusaciones, montajes de supuestos delitos, hostigamientos cobardes y cárcel a sus equipos de trabajo. Ninguno de los dirigentes democráticos, pese a la injusticia episódica y emotiva del respaldo popular, se ha mantenido más ecuánime y más humilde, demostrando su gigantesca condición de servidor público. Ninguno ha soportado las afrentas de sus detractores con más estoicismo y dignidad.





Muy pocos dirigentes han resistido más gallardamente los vaivenes del respaldo a su gestión, a veces triunfante, a veces en descalabro, frente a una realidad espinosa con los aliados y de enfrentamiento a cárcel o a muerte con la insensible cúpula autocrática. De un 78,7 % de simpatía desde su juramentación, en junio del mismo año había perdido 13 puntos, cuando la gente reclamaba desenlaces que no se producían ni eran posibles. Llegó a descender a un 27% de aceptación en noviembre de 2020 y el siete de diciembre de 2021, a 16,4, con una diferencia de solo 2,3% por encima del dictador.

Si alguien, que yo sepa, ha defendido, con decisión, valentía y transparencia los intereses de Venezuela en exterior, ha sido Juan Guaidó; bienes a punto de ser devorados por el estómago pantagruelesco de una autocracia cleptómana, que no sacia su apetito jamás, después de haberse despachado sin discriminación de niveles burocráticos miles y miles de millones de dólares como si solo fueran la entrada de una gran comilona.

Tenacidad, fuerza implacable para no desistir de un propósito, ha sido la virtud primera de este nuestro Juan. Lo hizo guerrero el deslave y sobrevivió peregrino del Vargas civilista. Huésped temporal de Machiques y zuliano por adopción, es emblema de voluntad popular y de la humildad y la bondad que inspira Jesús, a los hijos prominentes seguidores de la fe cristiana. 

Rumores han ido y venido durante estos tres años en una Venezuela desinformada y confundida sobre su actuación, pero más tarde que temprano la gente ha comenzado entender que las pautas del camino las ha venido marcando sigilosa y tenazmente Juan Guaidó, como un experimentado explorador o guía que definitivamente nos llevará a la transición.

Muchas iniciativas se han puesto en marcha en situaciones muy adversas para la oposición en las que el régimen, de más esta decirlo, controla todo, devela todo, aborta las acciones que conduzcan a la movilización y liquida muy rápido las pretensiones que puedan ayudar a encender la pradera. El caso más revelador de esta afirmación está ligado a la manera fulminante en que fue aniquilada toda pretensión de revocatorio.

Es mentira lo que dice Félix Seijas, director de la encuestadora Delphos, de que la gente no quiere ni al régimen ni a la oposición. Que la gente lo que quiere es normalidad y si Maduro logra normalidad, habrá Maduro para rato. ¿Me podrá explicar este hombrecito, que da la sensación de que fuera más un astrólogo o un adivino a sueldo que un estadístico, cómo carajo es posible la vuelta a la normalidad sin que se vaya Nicolas Maduro?

Es decir que funcionen las escuelas, los liceos y las universidades; que funcionen los servicios públicos, los hospitales, las clínicas; que funcionen las instituciones; que los inversionistas recuperen la confianza; que los venezolanos retornen con garantías mínimas del exilio; que vuelvan a imperar el Estado de derecho y el profesionalismo de las Fuerzas Armadas; que se homologuen los sueldos de trabajadores, profesionales, técnicos, jubilados y pensionados con la media de los países latinoamericanos. 

Vuelve de nuevo Juan Guaidó, con su indomable fe democrática, a convocar el esfuerzo colectivo para que juntos Salvemos a Venezuela. Siento que no hay ningún otro camino que el ligado directamente a la vocación democrática de los venezolanos. No hay otra ruta que no sea reconectar con los problemas de la gente, sus emociones, sus desvelos y sus necesidades. No hay otra vía que reclamar con movilizaciones en las calles nuestros derechos arrebatados por la cúpula autocrática. 

Estamos obligados a seguir el rumbo de Juan: Hay que buscar las garantías, hay que organizarse, hay que salir a la calle a conquistar la libertad. Nuestra tragedia sí tiene solución y esta generación de hombres y mujeres no se va a rendir hasta lograrlo.

La convocatoria debe tener la fuerza contaminante de un virus bienhechor que salva de la maldad y el oscurantismo. Tenemos que volver a enamorarnos de la democracia. De sus encantos. De sus aires de libertad y disfrute los viernes por la tarde. De las convocatorias familiares para reírnos por las cosas buenas que pasan en nuestro país y el mundo. Para exaltar las buenas obras y condenar los malos gestos de los humanos. Retomar las ilusiones, las bellezas y los hechizos que le hacen tanto bien al alma, para salir de esta asfixiante y oscura atmósfera que nos devasta, nos consume espiritualmente y nos ha vuelto seres ausentes sin alegrías para vivir y para desarrollar todas las posibilidades de ser y de sentir.

Adelante, muchachos, el futuro es de los civiles, de los ciudadanos, de los hombres de ideas y de sueños, de los que nunca nos cansaremos de decir NO al militarismo camuflado, sórdido, corrupto, antinacionalista y servil. 

Leon Sarcos, enero 2022.