“Se quema, se quema, se quema la papa”, exclama una adolescente mientras unas niñas coronadas con la tiara de la Mujer Maravilla y varios minicapitanes América se pasan un oso de peluche. Juegan a la papa caliente, la última actividad compartida en la favela caraqueña de Petare, la barriada más grande de Venezuela, donde el ingenio disfraza, incluso, a la crisis.
Globos pequeños, abanicos redondos hechos con páginas de revistas y carteles alusivos a la festividad, además de los disfraces, pompones, sombreros y algunos maquillajes en los rostros, pintan la fiesta de colores que contrastan con el monótono color ladrillo de las chabolas de Petare.
En un sector donde falta el agua y el transporte, ocurren constantes fallas eléctricas y el hambre ha permeado buena parte de los hogares, las madres y líderes comunitarias organizaron un alegre encuentro para los 65 niños que atienden en un comedor social, a quienes convirtieron en superhéroes.
“Estamos celebrando el carnaval con nuestros niños. Quisimos hacer un carnaval temático, con propósito, por eso nuestro tema fue los superhéroes para hacerles ver a los niños (…) que tenemos herramientas para cuidarnos de las cosas que están pasando”, dijo a Efe Anabel Rodríguez, madre y líder del comedor Pan de Vida, de la Fundación Alimenta La Solidaridad Petare.
ORGANIZARSE ES LA CLAVE
La crisis ha puesto a prueba las habilidades de los venezolanos que se niegan a renunciar a las festividades, para quienes no queda de otra que recurrir al ingenio ante los altos precios de los disfraces, globos, decoraciones y juguetes.
Las madres del comedor de San Blas se organizaron desde el 1 de febrero para conseguir los ingredientes y hacer tequeños (tradicionales deditos de queso blanco), helados de frutas y chicha, así como para recolectar materiales de reciclaje con los que elaboraron las tiaras de la Mujer Maravilla, los escudos del Capitán América y algunos adornos, en lo que también ayudó un equipo de adolescentes de la comunidad de entre 15 y 17 años.
Una porción de las ganancias obtenidas en un emprendimiento de tejidos de Anabel Rodríguez, donde trabajan en las tardes las mujeres que colaboran en el comedor durante las mañanas, fue destinado al compartir de carnaval.
“Es darles un momento de alegría a nuestros niños”, agregó Rodríguez.
EL CARNAVAL DOLARIZADO
La pérdida del poder adquisitivo por la hiperinflación, que vivió el país desde 2017 hasta el año pasado, se palpa en las tiendas de disfraces de zonas populares, en un país que todo se ha disfrazado de dólar, menos los salarios.
En un comercio en Sabana Grande, un bulevar comercial y popular en una zona céntrica de Caracas, unos vestidos sencillos de princesas se venden en 10 dólares y un traje del Hombre Araña, en 35 dólares.
Al mediodía del 21 de febrero, una semana antes del carnaval, el local estaba “muerto”, tal como dijo a Efe el vendedor Edison Pérez. Solo había un cliente.
“La afluencia de personas es poquita por la situación del país; la gente lo que piensa es en la comida. Cuando yo comencé aquí, era apoteósico, vendíamos 50, 60 y hasta 70 disfraces. En lo que va de febrero (hasta el 21) han comprado 12 o 15 disfraces, de ahí no pasa”, dijo.
El único cliente que estaba en la tienda, Sergio Rodríguez, mecánico de 37 años, se llevó el disfraz del Hombre Araña para su hijo de dos años de edad.
“¿Cómo tú le niegas a un chamo un disfraz cuando se pone a llorar? Como el chamo mío, que ve un disfraz y se pone a llorar, y uno hace el esfuerzo de reunir porque vale 35 dólares, no está fácil, pero uno tiene que hacer el esfuerzo”, expresó.
En la misma zona, Lisseth Torres, dueña de otra tienda, dijo a Efe que ha tenido que reinventarse, porque la mercancía de carnaval “es bastante costosa”, para ofrecer precios asequibles y tratar de rescatar las bajas ventas.
“Hemos tenido que sacar lo que tenemos a precios bastante bajos (…) para el tipo de persona que se maneja en esta zona”, comentó.
Los precios de sus disfraces van desde 5 a 50 dólares (para adultos).
Las autoridades de Caracas anunciaron que las actividades para el carnaval incluyen adornos en las plazas y bulevares, conciertos en las parroquias y un desfile en Los Próceres, un paseo dedicado a los héroes de la independencia de Venezuela.
Asistir a estas actividades o preparar sencillas fiestas son las dos principales alternativas que tienen los venezolanos para no dejar morir la colorida fiesta, en medio de una crisis que hundió los ingresos del 94,5 % de la población, dejándola, según la Encuesta sobre Condiciones de Vida (Encovi) de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), por debajo del umbral de la pobreza.