Por otro lado, me parece monstruoso ver revivir formas abominables como las del Führer, en el exKGB Putin, a quién se le metió la guerra en la cabeza por desquiciados anacronismos históricos, que pretenden “vengar” derrotas pasadas. Así como Hitler guardaba el resentimiento de la derrota alemana en la primera guerra, el Putin arrastra su dolor por la pérdida de la Guerra Fría, luego de ser testigo presencial de la caída del Muro de Berlín cuando estaba destacado como agente KGB en Potsdam (lugar donde se encontraba la base militar de ocupación soviética más grande en la Alemania de la postguerra) y dos años después ver la caída de la propia Unión Soviética, decidiéndose a retomar territorios ajenos, como los de la soberana Ucrania, tal y como lo hizo Hitler con los Sudetes (Checoslovaquia), con discursos parecidos ambos en la perspectiva histórica e intención, donde los dos y cada uno en su circunstancia, desfiguraron la historia para intentar justificar sus terribles intenciones.
Finalmente, es terrible ver la disfuncionalidad del orden internacional contemporáneo, agotado ahora en las Naciones Unidas, tal y como lo estuvo entonces en la Liga de las Naciones, con el agravante actual de que cualquier guerra mundial tendría armas nucleares. Terrible también haber visto la repetición del dramático entrampado del Munich de 1938, tan parecido al Munich de este año, en la negación que se hizo el mundo entero a la guerra que se avecinaba inevitablemente por puro capricho del loco con poder del momento. Deplorable ver al mundo libre, miedoso – no sin algo de razón, por la gravedad nuclear de estos tiempos – en asumir como suya la dinámica de
Ucrania, que lucha sóla y a derecho, por su soberanía y libertad, ante un ataque fortuito e injustificable fuera de la locura anacrónica del dictador Putin. Ver a la OTAN y al mundo libre disfuncionales, entrampados entre un equilibrismo delicado para no caer
en una guerra nuclear y el derecho y la dignidad de Ucrania, que renunció a un gran arsenal nuclear hace unos años, que no ha transgredido el derecho internacional en manera alguna, ni la soberanía de nadie, agotándose en su intento de conseguir tanto salidas diplomáticas, como garantías de apoyo de quienes han debido ser sus aliados, está siendo muy triste e indignante.
En medio de las circunstancias, mantengo mi fe en que la humanidad logrará superar este trago amargo de la mejor manera posible. El riesgo de guerra más allá de Ucrania y Taiwan, a una escala mundial es alto. Ojalá que no lleguemos a eso y que en todo caso, aún pasando lo que tenga que pasar, tengamos en todos los casos un triunfo contundente del mundo libre, sobre los dictadores de estos y todos los tiempos.
Francisco Salcedo
franciscosalcedo1@gmail.com