No es fácil recordar el nombre de quienes han presidido las FCU de las principales universidades públicas del país en la última década. Y si de recordar algunos nombres se trata, fácilmente podríamos constatar que muy pocos o ninguno se salva, ya que no figuran en los elencos de conducción de los partidos y los que pudieran estar, juegan un rol secundario. Quienes tuvieron alguna relevancia juvenil, en un determinado momento, se encuentran casi todos en el exterior, tan silentes como los pocos que deben quedar acá.
El punto central es que la universidad ha perdido fuerza y, por ende, relevancia en el plano político del país. Las universidades están enfrentando el peor momento de su historia; prácticamente, no hay ni defensores ni, aparentemente, dolientes. Hay voces de indignación, y son contundentes los argumentos esgrimidos en su defensa, pero son minoritarias. En verdad, nos referimos a la movilización de los integrantes de la comunidad universitaria que ha sido escandalosamente baja, y cuidado sí inexistente. Ni siquiera en la emblemática Universidad Central de Venezuela que ha experimentado allanamientos en muchas oportunidades. Ni la más mínima concentración de estudiantes para dejar constancia de su desaprobación. O, por lo menos, un evento donde metan 300 personas en “tierra de nadie” o en la Plaza del Rectorado. Jamás, en la historia de las universidades venezolanas, bastiones de libertad y garantes del disenso, como en los tiempos tenebrosos de Juan Vicente Gómez y Pérez Jiménez, se había visto tanta pasividad.
Sé que muchos dirán que hay excepciones, pero la tendencia dominante es callar y acallar. Hay gremios profesorales que alzan la voz y se hacen sentir, nacionalmente, desde dos o tres casas de estudios, pero el sector, en general, está fuertemente golpeado, muriéndose los docentes universitarios de hambre, literalmente. Lo poquito que queda de la dirigencia estudiantil está desesperada por aprobar las últimas materias y apostillar sus documentos para largarse del país. Y los que insisten en hacer política, en lugar de alzar la voz para defender a la universidad, están pendientes de hacerle carantoñas a los partidos de su adscripción, o a las individualidades a las que se esmeran en cargarle el maletín.
¿Quién dijo que defender a la universidad no es hacer política, acumular méritos ciudadanos y darle un sentido real a una vocación de servicio público? Hubo muchachos que para el 21 de noviembre de 2020, se halaron los cabellos porque no se hicieron primarias en la “oposición” para elegir candidatos, mientras tanto ya el régimen se había metido en la Universidad Central y exhibido gozoso en sus instalaciones, hasta el sol de hoy, No se atreven siquiera a quitar el pendón tan orondo de la comisión presidencial que remodela la universidad o la comisión interventora, que en realidad lo es.
El régimen se ha dado a la tarea de evitar que haya relevo político real, confiable, consecuente, idóneo y de coraje, en los campos que ha logrado acceder, y la oposición cayó en su juego, como se observa en la actuación de algunos rectores. El relevo, en consecuencia, debe salir de la sociedad civil organizada. Es cierto que la universidad fue un importantísimo semillero, como puede serlo todavía, como lo fueron el medio sindical, empresarial y artístico, por mencionar algunos, pero el relevo político del país que venga de la universidad, no tiene porvenir alguno si no defiende a la propia universidad, sabe de ella, plantea un relanzamiento, denuncia al régimen. ¿Quién dice que el relevo político se sostiene a sí mismo? Este es el drama de hoy en lo que concierne a la oposición, porque nunca habrá relevo político que sea tal en un régimen con más de veinte años. Solo veremos ascensos y descensos burocráticos.
Este añorado relevo debe venir más temprano que tarde, y no es solo un tema generacional, porque en política hace falta todo el mundo: los jóvenes con nuevas ideas y energías, y los no tan jóvenes con sabiduría y experiencia. Por lo ya vivido en 20 años de tantos desaciertos, debemos comenzar de adentro hacia afuera o de lo pequeño a lo grande y así, ir recuperando los espacios de fuerza política, como lo es el espacio universitario, que son tan importantes en el desarrollo del país y en la recuperación de nuestra democracia. Los venezolanos han resistido, insistido y persistido con acciones pertinentes para lograr la recuperación del país; sin embargo, sin la unión de todos los actores políticos de la oposición no podremos lograr la liberación del espacio universitario.
@freddyamarcano