Eugene tiene 27 años y es de Jarkov. Esta mañana sin embargo se despertó en Lviv, a donde escapó manejando luego de que comenzó la invasión rusa. Fue un día especial para él: en las noticias de todo el mundo hoy se reprodujo un video de un misil impactando directo contra un edificio municipal en su ciudad. La casa de Eugene, un departamento que alquila, queda exactamente al lado del edificio destruido.
Por infobae.com
“Solo sé que quedó sin ventanas, porque estallaron. Pero no sé lo que me voy a encontrar cuando vuelva, si es que puedo volver alguna vez”, dice, mientras mira imágenes de Jarkov en el teléfono.
Ahora está en la estación central de Lviv, donde espera la llegada de su hermano Vadim, tres años mayor que él, que recién ayer dejó la ciudad.
“El segundo día de guerra le dije que debíamos irnos pero no quiso. Le insistí, pero no hubo caso. Entonces tomé mí auto y me fui hacia el oeste, hasta Lviv. Mi madre se fue en tren a otra ciudad, pero él se quedó. Finalmente, después de cómo empeoró todo, decidió salir”, cuenta.
Para Eugene el ataque comenzó con un mensaje de WhatsApp de la madre. “La primera noche de bombardeos yo estaba durmiendo con tapones en los oídos, entonces no escuché nada, ni los bombardeos. Pero cuando levanté mí madre me había escrito diciendo que no saliera a la calle, que estábamos siendo atacados”, dice.
Eugene tiene rastas y se dedica al snowboard. De hecho, hace unas semanas había decidido hacer un curso de primeros auxilios para ayudar a las personas que sufren accidentes en la montaña. Paradojas del destino, puso en práctica su conocimiento ayer, con motivo de la invasión.
“No estaba preparado para esto. Aunque muchos amigos que están en ciudades ocupadas me mandaban cosas, yo no creía que pudiera pasar. En el 2014 recibí un entrenamiento militar por el conflicto pero fueron apenas un par de clases, asistir durante algunas semanas a unas horas de entrenamiento”, cuenta.
Se lo ve alegre. Dice que siempre es optimista, que es la manera que tiene de enfrentar las cosas. Y que lo pone feliz que está por llegar su hermano. En su departamento dejó todo, muchas pinturas que colecciona, su ropa, sus recuerdos.
“Lo más gracioso es que hoy le escribí a mi vecina, que es además la dueña de mi departamento, y le pregunté si estaba bien. Me dijo que sí, que no le había pasado nada. Y después me preguntó si este mes le iba a pagar el alquiler… Así que tengo que juntar dinero. Estoy pensando en hacer un poco de Uber acá en Lviv”, dice, y se ríe.
Pocos minutos después, llega su hermano. Comienza el toque de queda en la ciudad así que tienen que irse rápido. Se abrazan, felices, y posan para una foto. Se van en la noche, juntos, algo así como felices.