Este pasado 5 de marzo se conmemoró el Día del Campesino y el 62 aniversario de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria por parte del presidente Rómulo Betancourt. Por medio de esa legislación, la naciente democracia venezolana proporcionó tierras, créditos y asistencia técnica al campesino y estos, finalmente, pasaron de ser siervos de la gleba a ciudadanos.
Por obvias razones los adecos están orgullosos de su papel en ese episodio histórico y por ello Adonay Ochoa, Secretario Agrario Nacional de AD, celebró esta fecha en el mismo lugar en el que Betancourt dio el ejecútese a la ley: el Campo de Carabobo. Entre las reflexiones expresadas por el veterano dirigente campesino, llamó la atención una frase significativa: “no venimos a llorar el pasado, deseamos mirar al futuro”. En efecto, Venezuela ha cambiado mucho, buena parte gracias al empeño de los socialdemócratas en el siglo XX, pero los retos de presente son tan acuciantes que no hay tiempo para la nostalgia. Si hemos de mirar brevemente al pasado debe ser para captar enseñanzas clave para enfrentar las horas oscuras que nos han tocado vivir.
Pues bien, recordando ese 5 de marzo de 1960, viendo las fotos en blanco y negro, haciendo memoria para reconocer a los personajes del momento, vemos que aquel día, junto a Rómulo Betancourt, se encontraba Rafael Caldera, indiscutible líder de la oposición democristiana, el Alto Mando Militar, los representantes de la Iglesia Católica, diputados y senadores de todos los partidos que hacían vida en el Congreso Nacional, una destacada representación del liderazgo empresarial, importantes dirigentes sindicales y, obviamente, líderes campesinos de todo el país. Esa ley fue redactada y ejecutada con soporte en un amplio consenso nacional, por ello su gran éxito. No solo debemos hablar del cambio sustancial en la vida del campesino, que ya es mucho decir porque se trataba de un segmento poblacional sometido a una cruel explotación desde la época colonial, sino que también hubo un éxito político inmediato frente a los enemigos de la democracia porque las ofertas de los radicalismos políticos (el comunismo internacional y el golpismo derechista) no encontraron eco en la amplísima población rural de entonces.
Si se trata de aprendizajes útiles en el presente, he aquí el que considero fundamental: Instaurar una democracia y hacerla perdurar requiere un amplio consenso entre los demócratas, militen o no en partidos políticos, y una Coalición Democrática dispuesta a gobernar para transformar la vida de la gente de a pie. Los enemigos de la democracia, los mismos que conspiran a diario para evitar que los venezolanos elijan un gobierno a través del voto y elecciones libres y justas, no cesarán nunca su vocación destructiva, por tanto, los demócratas deben estar sólidamente unidos para enfrentar cualquier escenario. Los rencores y los reclamos entre demócratas, incluso aquellos muy legítimos, son inútiles y hasta contraproducentes frente a los autócratas de toda garra y pelaje sean Gómez, Pérez Jiménez, Chávez o Maduro.
Debemos enfrentar el contexto de un mundo en guerra, con riesgos sanitarios globales, bajo una amenazante crisis medioambiental y en medio del ataque del crimen trasnacional, todo eso no puede ser enfrentado por una autocracia militar, deben ser retos a enfrentar por una democracia plena, el deber de todos los venezolanos, no solo de los adecos, es luchar por construir esa democracia. Unirnos no es un asunto sentimental, es el requisito del contexto, así lo entendieron Betancourt, Caldera y Villalba, así lo debemos entender en el aquí y en el ahora.
Julio Castellanos / [email protected] / @rockypolitica