Sobre Miranda se ha escrito mucho y de todo, tanto para exaltarlo como vilipendiarlo. Existen dos obras clásicas de obligada consulta: la del Profesor estadounidense William Spencer Robertson, “The Life of Miranda” publicada en 1929; y “Miranda et la Revolution Francaise” del historiador venezolano Caracciolo Parra Péréz en 1924; de ambas existen ediciones mucho más recientes y traducidas al español. Pero el mejor medio para conocer la fascinante personalidad de éste gran observador de la realidad, son sus propias “Memorias” o Archivo, en 24 voluminosos tomos.
Hay autores que encuentran en la personalidad de Miranda los rasgos del americano en conflicto con su propia identidad. No hay que olvidar que Miranda vivió una transición entre su condición de súbdito español hasta la de reconocerse en americano enfrentado con la Monarquía. Miranda fue un romántico ilustrado formado en el exterior incapaz de comprender la compleja situación de la sociedad colonial y sus grupos, indudablemente, asociados a la tradición. Al entrar en contacto con el medio americano sufrió el conflicto de lo civilizado con lo bárbaro. Su imagen ideal del mundo no encajaba con las situaciones de desorden e indisciplina social en las cuales se involucró como revolucionario. Abominó de la Revolución Francesa mientras admiraba el modelo político inglés y el norteamericano. Políticamente fue excesivamente ingenuo y no cabe la menor duda que fue utilizado por el Foreing Office y el Almirantazgo inglés. Sus esfuerzos revolucionarios nunca tuvieron una plataforma social dentro de las colonias que pretendió liberar. Su quijotismo fue evidente.
Miranda con “El Leander” y la bandera tricolor nacional es una figura histórica consagrada y exaltada por la historiografía nacionalista venezolana. Ha sido asumido como “el Precursor”, el que abrió el camino a Bolívar y la ilustre generación de los libertadores. Nadie, ni siquiera sus más acérrimos enemigos, han sido capaces de negarle su constancia y compromiso en sus luchas por lograr la libertad de Hispanoamérica. No obstante, la principal sombra sobre las acciones de Miranda, y que la historiografía nacionalista ni se preocupa en abordar por considerar que hace mengua a la memoria del héroe, ha sido cuando se ha afirmado que Miranda fue un agente al servicio de Su Majestad Británica, mantenido y financiado a cambio de sus acciones conspirativas.
Esto es una polémica delicada que no se resuelve con un sí o un no, dicho tajantemente. Para quienes se resisten a percibir una mácula en el comportamiento de Miranda en su lucha por la libertad, esto es un invento y blasfemia; mientras existen los que se alegran por éste supuesto traspié que comprueba la debilidad humana y reivindican al hombre histórico junto a sus contradicciones. Para nosotros la situación no es tan sencilla. Caracciolo Parra Pérez considera legítimo que Miranda haya buscado el apoyo inglés para poder concretar sus proyectos revolucionarios y obtener dinero para vivir. El caraqueño nunca pretendió traspasar la soberanía de los americanos libres a Inglaterra. Quién desarrolló un juicio contrario a la tesis apologética es José Gil Fortoul. Para éste historiador positivista, no hay ninguna duda que Francisco de Miranda organizó su expedición con la protección material del gobierno inglés. Los documentos que revisó en los Archivos del Gobierno de Inglaterra evidencian éste hecho sin ninguna duda. “¿Resulta acaso manchada la honra de Miranda con la revelación de estos documentos? Sería injusto e inicuo decirlo. (…) En Inglaterra halló esos medios y no vaciló en un momento en aceptarlos. Dinero había que buscarlo en cualquier parte –como lo hará también Bolívar desde 1817, precisamente en Inglaterra-. Y al igual de Bolívar ofreció Miranda reembolsarlo”.
Que Miranda haya contado con el apoyo inglés para sus proyectos, no reviste la menor sospecha tanto para los funcionarios españoles que tuvieron que combatirle como por parte de la historiografía española actual. La documentación española de carácter oficial y diplomático en el tiempo en que Miranda desarrolló su actividad revolucionaria, lo presenta como un peligroso hombre de acción. Las autoridades españolas siguieron atentamente sus pasos por toda Europa y en varias oportunidades intentaron apresarlo. A Miranda se le calificó como aventurero, rebelde, sedicioso, pero muy especialmente, como traidor. Todas sus iniciativas fueron consideradas bajo el apoyo de Inglaterra. A pesar del fracaso en el año de 1806 de sus dos expediciones sobre la costa venezolana, los funcionarios españoles siempre se mostraron atentos y cautelosos ante un posible nuevo intento del caraqueño.
Concentremos nuestra atención en cómo fue percibida la invasión sobre Coro, ya que revela claramente los estados de ánimo del momento y las medidas llevadas a cabo por parte de las autoridades españolas que le hicieron frente. “La V.E. tendrá idea de la expedición sediciosa tramada por el traidor Francisco de Miranda contra estas Provincias, y ya también habrá conocido por los datos y noticias relativa a éste negocio que los Norte Americanos e Ingleses le toleran y aun fomentan su vil proyecto, aunque el día no aparece con fuerzas que puedan causar cuidado notable ni con el grueso partido que ha publicado entre estos habitantes. Él ha subsistido sin embargo esparciendo máximas de alucinación y amenazando desembarco por varias partes, tal vez, porque en mi concepto es el modo con que sostiene el corto favor que hasta ahora le han dispensado aquellos, y por último se resolvió hacerlo en Coro…”.
El Cabo Subalterno Capitán General Interino de Caracas Juan de Casas reitera una vez más el apoyo inglés y norteamericano que contó Miranda para sus actividades revolucionarias tanto en el ámbito propagandístico como en la preparación de una expedición invasora. En realidad Miranda tuvo que actuar en dos frentes y conciliar su propia actividad revolucionaria dentro del esquema general de la geopolítica inglesa. Muchas veces sufrió el desconcierto de las cambiantes alianzas inglesas en el continente, en especial, cuando Inglaterra hizo frente común con España para detener la amenaza napoleónica.
El 2 de febrero de 1806 la expedición de Miranda partió del puerto de Nueva York teniendo al “Leander” como buque insignia. El primer intento de invasión fue sobre las costas de Ocumare, muy cerca del estratégico sector central donde los puertos de La Guaira y Puerto Cabello, luego de ser controlados, garantizarían el control del país a través de la ayuda extranjera. Las autoridades diplomáticas y consulares españolas en los Estados Unidos advirtieron al Capitán General de Venezuela la salida de la expedición invasora, lo cual permitió poner en estado de alerta a todo el territorio y redoblar la vigilancia sobre la larga costa. El 28 de abril de 1806 Miranda intentó invadir sobre Ocumare pero tuvo que hacer frente a los barcos españoles ya prevenidos de su llegada; la refriega fue corta y favorable a las embarcaciones del Rey. El balance: la derrota y la toma de cincuenta y siete prisioneros que en su mayoría fueron ejecutados, además de la estrepitosa retirada a posesiones inglesas en el Caribe.
Luego de haberse recuperado del descalabro sufrido y de lograr apertrecharse nuevamente tanto en Trinidad como en Barbados, Miranda desembarca el 2 de agosto frente a la Vela de Coro en el occidente venezolano. Luego se dirige hacia la ciudad de Coro y la ocupa sin resistencia el 4 de agosto. El Comandante español de las fuerzas locales, Don Juan de Salas, consideró que era innecesario un enfrentamiento debido a las escasas fuerzas con las que contaba en ese momento. De acuerdo a las fuentes españolas las tropas de Miranda en Coro no pasaban de 500 hombres.
Lo cierto del caso es que la invasión sobre Coro no se tradujo en un éxito, casi nadie apoyó a los expedicionarios ya que la población huyó hacia las inmediaciones vecinas. Desde Caracas se hicieron prontos esfuerzos por reunir una fuerza para repelerlos. Los criollos caraqueños colaboraron activamente con sus caudales, los cuáles pusieron a disposición del Capitán General Guevara Vasconcelos para contribuir a prender al traidor Miranda. Ese mismo sector social, en los próximos cuatro años, liderará la Independencia contra España y solicitará en un momento de desesperación, la experiencia política y militar de Miranda para hacer frente a la reacción realista de 1812.
Miranda se retiró de Coro el día 8 de agosto ante la falta de apoyo popular y sin ser hostilizado por fuerza enemiga, pero antes había dejado su Proclama y el libro o Carta del Abate Viscardo. Miranda sobreestimó las fuerzas militares españolas que le iban a contraatacar y pensó ingenuamente que desde Jamaica o Trinidad el gobierno inglés le daría la ayuda militar decisiva que le había solicitado. A diferencia de la acción sobre Ocumare, las armas del Rey no se llenaron de gloria. La descalificación del invasor impune tuvo que hacerse. Hay un estado de desaliento entre las autoridades españolas ante la amenaza exterior y el aislamiento con la Metrópoli. El acoso permanente de los revolucionarios exiliados en las islas británicas, los poderosos navíos de guerra de los enemigos; el cada vez mayor e impune contrabando colocaron a la sociedad venezolana en una situación de precariedad.
La fama de Francisco de Miranda como hombre revolucionario abanderado de la libertad fue creciendo paulatinamente. Hasta el final de sus días el gobierno español se preocupó en vigilar todos sus pasos. Apodaca, Ministro Plenipotenciario español en Londres le organizó toda una operación de seguimiento y que podemos decir que acabó finalmente cuando fue remitido como prisionero a la cárcel de La Carraca en Cádiz, donde morirá abandonado por todos en el año 1816.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ
@LOMBARDIBOSCAN