La frase la acuñó, Franklin D. Roosevelt. Varios de sus colaboradores acudieron a presentarle quejas contra “Tacho” Somoza. Por las violaciones de DD. HH., como tirano de Nicaragua, por su obsceno enriquecimiento ilícito a costa de las necesidades de los nicaragüenses, por su pésima catadura moral. Con la respuesta de entonces, el presidente de EE. UU., resumió la que ha sido práctica de todas las cancillerías desde que el Mundo es mundo: “Sí, ‘Tacho’ Somoza, es un HdP, pero es mi, HdP”. Realpolitik o los países no tienen, ni amigos, ni enemigos, sino intereses. Tal sería el corolario.
Viene a la memoria la lenidad del señor Roosevelt, con quien era su aliado, con motivo de la irritación -por no emplear palabra más gruesa- que nos ha provocado la visita dispensada a Caracas la semana pasada, por tres enviados especiales de la Casa Blanca, Washington, D.C.. Aunque tal delegación sea un capítulo más del pragmatismo, puro y duro que ha prevalecido en las relaciones internacionales, siempre hay algo nuevo bajo el Sol.
Recordarán los lectores que, Nicolás Maduro, es un prófugo de la justicia de EE. UU. por cuya captura, el gobierno de ese país ofrece recompensa de USD 15 millones. En su contra y en contra de varios de sus relacionados, la Corte del Distrito Sur de Nueva York (caso:1:11-cr-00205-AKH) dictó orden de captura por los supuestos delitos de, posesión, tráfico, intención e introducción en EE. UU., de cocaína y armas de destrucción masiva. Maduro y sus cómplices, habrían cometido tales ilícitos entre 1999 y 2020, es decir la “pendejaíta” de 21 años consecutivos, sin solución de continuidad, con efectos plurinacionales irradiados a EE. UU., Venezuela, Colombia, México, Honduras, Irán, Siria “and elsewhere”, léase, a cualquier otra parte. Aparejado al supuesto afán de lucro personal de, Maduro, Cabello, el “Pollo” Carvajal, Alcalá Cordones, Raúl Reyes y del fallecido “Santrich”, el auto de sus procesamientos agrega propósitos terroristas.
En EE. UU., existe la muy controvertida figura de los arrestos ciudadanos (citizen’s arrest). Según la gravedad del delito y del estado o provincia en la cual se pretenda la captura de un prófugo, esta última, con las limitaciones respectivas, puede practicarla, usted, el cronista o un viandante cualquiera. Además, un evadido de la justicia, hasta que no se entregue a las autoridades, no puede apelar contra el decreto de su detención judicial, ni ejercer dentro del expediente respectivo su derecho a la defensa. (cfr., entre otros muchos, Degen v. United States, 116 S. Ct. 1777 – 1996). Tampoco, en un proceso civil, tendrá legitimidad para impugnar confiscaciones en su perjuicio (cfr. 28 Código de EE. UU. § 2466 – Privación de derechos de fugitivos).
Son las 10:00 a.m. de un día laborable cualquiera. Lo primero que preguntan las fuerzas de seguridad que acuden a determinada agencia bancaria a enfrentar una situación de rehenes es, cuáles son las demandas de los secuestradores a cambio de liberar los cautivos “¿Cuánto en moneda dura?¿Un automóvil veloz o un helicóptero para emprender la fuga?” En el caso de los enviados del señor Biden, es como si a los referidos plagiarios, en lugar de apresarlos y conducirlos al precinto policial más cercano, les pagan el rescate completo, sin la contraprestación de liberar todos sus rehenes (no solo a tres o a cuatro); que es como si le permitiesen de lunes a viernes en horario bancario, seguir secuestrando ahorristas y cuentacorrentistas y no conformes con lo anterior, les otorgasen un “negocito” que antes no tenían: a los secuestradores, el de prestar el servicio de nómina de todo el personal policial y en el caso de Maduro, la venta contante y sonante a empresas norteamericanas de barriles de petróleo, que antes se consideraba ilegal.
¿Y por qué, en lugar de la cuota petrolera que le han eliminado a Rusia a causa de su brutal invasión a Ucrania, EE. UU., no se la han asignado a los sauditas o a los canadienses? De ese trato privilegiado a favor del referido prófugo de la justicia se han quejado estos últimos.
¿Y dónde queda, a todas estas, el sacrosanto, Rule of Law o Imperio de la Ley, supuesta columna vertebral de la democracia norteamericana?
Mientras los que aspiramos una presidencia de Venezuela a medias decente, aunque sea, nos enteramos para qué cipote sirven iniciativas como la visita a Caracas de la referida comitiva, lo reconocemos: un gusto es un gusto. Me imagino que el señor presidente de EE. UU., ya se lo ha dado, a lo Franklin D. Roosevelt: “En lo adelante -exclamará gozoso, míster Biden- Maduro, es y será mi HsP. Nunca más el Hdp, del otro, HdP de, Vladimir Putin”. Aunque con semejante calaña, jamás se sabe.
@omarestacio