Ostrov, Lost Island es un documental obligado que refleja el poderoso y arraigado sentimiento que despierta Vladimir Putin en gran parte de su población, incluso en la casi totalmente olvidada.
Por Semana
En el marco del FICCI 61 se proyectó ayer la impresionante producción de Svetlana Rodina y Stoop Laurent, que a lo largo de sus 93 minutos, sigue a una familia y a otros pocos habitantes de una isla que fue dejada en el olvido desde los años noventa, luego de décadas de actividad. En el momento de filmación, Ostrov no contaba con energía eléctrica, hospital, y tampoco permitía a sus habitantes pescar en sus mares circundantes para sobrevivir, por lo cual se ven forzados a esquivar la guardia costera.
Esta familia vive en medio del óxido de las máquinas abandonadas, de ruinas, pero prevalece el discurso de gloria rusa que el mandatario “ha recuperado” y que, según expresa Iván, el pescador y padre de esta familia, es el único capaz de llevar a buen puerto la misión sin caer en la tentación de los conflictos morales. Este ciudadano no tiene dudas de que Vladimir lo hará todo por su pueblo.
El mandatario ha confeccionado para su población una narrativa arrolladora, la ha comunicado a través de sus medios estatales, y la vemos operar en el documental, vemos ese otro lado, casi a prueba de toda duda, incluso de la gente marginada, olvidada y hasta perseguida por tratar de vivir.
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