Recientemente, recibimos un par de notas postales que refieren a nuestra persistente alusión al problema universitario, como si no fuese uno de los fundamentales y cruciales del país y que tanto contribuye al insólito mantenimiento del régimen. Parten de la peligrosa convicción del parlamentario exclusivamente circunscrito a las vicisitudes palaciegas, ajeno a las realidades que cursan, recordándonos – por cierto – al profesor que varios años atrás, engreído y fanfarrón, reclamó que nos ocupáramos de la Asamblea Nacional, porque la universidad sabía defenderse sola. Al respecto, huelgan los comentarios.
Sectores de las propias universidades allanadas por el régimen, so pretexto de las tan rentables remodelaciones, llaman a discutir un proyecto de ley de universidades que nadie conoce, pero riela en todos los medios como si de fuente legítima se tratase. E, incluso, en medios estudiantiles y, sobre todo, profesorales, los hay llamando a diligenciar la discusión con la comisión correspondiente del espurio parlamento de 2020, como si el IV Contrato Colectivo tampoco existiera.
Lo peor es que interesadamente desconocen que, desde la propia sociedad civil, gracias a Aula Abierta, surgió tiempo atrás un proyecto de ley orgánica que, faltando poco, formalmente presentado por la Fracción 16 de Julio, ingresó a la legítima Asamblea Nacional. Y, así como estuvieron pendientes de cualquier sarao parlamentario que le permitiera a esos sectores acercarse al interinato en su mejor época, el colmo sería que jamás se hubieran enterado de la propuesta legal.
Por estos días, circularon algunas fotografías de la señora rectora de la Universidad Central de Venezuela con un representante diplomático que, entendemos, quiso conocer el Aula Magna, aunque fuese por un instante, pero inmediatamente el hecho sufrió una importante e injusta embestida de rechazo de las redes, como si pudiera equipararse esa visita que probablemente derive en una donación, con un multitudinario acto de graduación en un recinto tan enfermo y deteriorado. Siendo aún críticos de las autoridades universitarias, resulta inadmisible tanta insensatez en la casa donde remodelan las sombras, pues, reclaman sectores que no fueron precisamente los que protestaron cuando allanaron una y otra vez la universidad, deleitándose la burocracia y sus contratistas con el Aula Magna, sin que fueran debidamente autorizados.
El colmo, coinciden en una vergonzosa capitulación las autoridades y gremios de la Universidad de Carabobo, dejándola a la suerte del oficialismo y del excéntrico gobernador de la entidad federal. Reclaman la independencia de la casa de estudios para entenderse con sus verdugos, olvidados por completo del artículo 109 constitucional, toda una paradoja.