Un mes después del inicio de la invasión rusa, Ucrania resiste. Las fuerzas que Vladimir Putin lanzó a la ofensiva en la madrugada del pasado 24 han golpeado con dureza Kiev y su entorno, otras de las principales ciudades y objetivos estratégicos como centrales nucleares. Las víctimas civiles se cuentan por cientos o tal vez miles, los ucranianos que han huido del país superan ya los 3,5 millones y las huellas de la destrucción se hacen patentes por casi todo el país. Sin embargo, Moscú no ha logrado el objetivo de derribar al presidente Volodimir Zelenski y la defensa tenaz de los ucranianos ha impedido la rápida victoria que planeaba el Kremlin.
Por abc.es
El mayor conflicto bélico en suelo europeo desde la guerra de los Balcanes está teniendo también importantes efectos a escala global.
La invasión ha alterado el mercado energético y los precios, que ya habían experimentado una importante subida en numerosos países tras la pandemia, se han disparado, con niveles de inflación que no se veían en décadas, al tiempo que las propias sanciones a Rusia amenazan por perjudicar a quienes las han impuesto.
Con todo, la puerta del diálogo se mantiene abierta. Hasta ahora las negociaciones entre Rusia y Ucrania han sido infructuosas, pero desde la parte agredida se insiste en seguir hablando, mientras Moscú se aferra a su pretensión de que Kiev se distancie de Occidente y quede bajo su esfera de influencia. Estas son las claves de las cuatro semanas en que el horror de la guerra ha vuelto a Europa:
La ofensiva: de guerra relámpago a estrategia siria
Después de meses acumulando tropas en la frontera y de reconocer las repúblicas separatistas del Donbass prorruso, Putin puso en marcha un ataque en varios frentes que pocos habían previsto y con el que esperaba hacerse en poco tiempo con Ucrania. Su propósito, argumentó, era «la desmilitarización y la desnazificación» de Ucrania. El 24 de febrero sus tropas se lanzaron desde Bielorrusia hacia la capital, Kiev, al tiempo que desde Crimea, territorio ocupado por Rusia en 2014, penetraba por el sur. La central nuclear de Chernóbil, tristemente conocida por la catástrofe de 1986, también era objeto de esta ‘operación relámpago’.
A lo largo de las semanas la ofensiva se ha extendido prácticamente por todo el territorio: desde Járkov, en el noreste y segunda ciudad del país, hasta Leópolis, prácticamente a las puertas del territorio de la OTAN. En la zona de la costa del mar Negro y el mar de Azov, Moscú se ha hecho con ciudades como Jersón y Melitopol, pero no ha conseguido doblegar la resistencia de la castigada Mariúpol y tomar la simbólica Odesa.
El fracaso en el intento de lograr una victoria inmediata ha dado paso a una cierta estabilización del conflicto y a que Rusia emplee ahora una estrategia ‘a la siria’. En esta nueva fase las fuerzas rusas, cuyos tanques se han visto frenados sobre el terreno, fían su éxito a los bombardeos y el uso de artillería pesada, con el objetivo de causar una mayor destrucción y socavar la moral de la población civil. Ello incluye la utilización por primera vez en un conflicto de misiles hipersónicos, uno de los tipos de armas más poderosos con que cuenta Moscú. Además, la ONU ha alertado del lanzamiento de bombas de racimo y Ucrania denuncia el de armas termobáricas o de vacío, ambos tipos prohibidos por convenios internacionales.
Un país devastado por las bombas
La invasión rusa ha causado una destrucción como no se veía desde hacía mucho tiempo en el Viejo Continente. Las estremecedoras escenas de los ataques sufridos por la población civil han conmovido a las sociedades occidentales, acostumbradas a ver el horror de la guerra como algo ya lejano.
Los bombardeos no solo se han cebado con la capital, sino también con Járkov y, sobre todo en las últimas semanas, con Mariúpol, una estratégica ciudad portuaria a orillas del mar de Azov que ha pasado de ser un foco turístico a encarnar el espíritu de resistencia ucraniano frente a los invasores rusos.
En Mariúpol se ha vivido el bombardeo a un hospital infantil y a edificios que acogían a vecinos en busca de refugio, como un teatro o una escuela de arte. Pese al ultimátum ruso, la ciudad seniegaa rendirse.
Las autoridades locales cifraban a mediados de marzo en 2.400 los muertos solo en esta ciudad sitiada. El número total de víctimas es difícil de calcular. La Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos situaba oficialmente los civiles muertos en 902 y los heridos en 1.459 en lo que va de guerra, pero esta propia entidad reconocía que el número real es con probabilidad «considerablemente mayor».
A las víctimas se añade el drama de los refugiados. El conflicto ha causado un éxodo de más de 3,5 millones de personas, de los cuales más de dos millones han salido del país a través de Polonia, de acuerdo con los datos de la Agencia de Naciones Unidas paralos Refugiados (Acnur). La cifra de huidos equivale al 8% de la población total de Ucrania.
Tenaz defensa ucraniana
Ucrania, un país de 44 millones de habitantes y una superficie mayor que la española, ha tenido que adaptarse de la noche a la mañana al desafío colosal que supone la invasión. Las fuerzas ucranianas, a priori muy inferiores a las de Moscú, han logrado frenar el avance de los atacantes gracias a la voladura de puentes, el uso de lanzagrandas antitanques, la eficacia de las defensas antiaéreas e incluso la destreza de los hackers que han plantado cara a los ciberataques rusos. Incluso en los últimos días EE.UU. ha constatado que Ucrania podría estar recuperando terreno.
A los esfuerzos militares se suma una población civil motivada y liderada por el presidente Volodimir Zelenski, convertido en héroe nacional. Muchos ciudadanos han transformado de repente sus vidas para transformarse en combatientes dispuestos a darlo todo por salvar a su país, algo para lo que ya se venían adiestrando antes de la ofensiva de Rusia. Las imágenes de sacos terreros en Odesa o de obstáculos para frenar a los blindados en las inmediaciones de Kiev se han hecho habituales.
Apoyo desde el exterior
El invasión de Ucrania es un pulso en toda regla de Rusia a Occidente, que ha reaccionado en diferentes frentes. Por un lado, con la adopción de severas sanciones, tanto por parte de la Unión Europea como de Occidente, para dejar a Rusia fuera de los mercados financieros, si bien Moscú ha evitado por el momento entrar en bancarrota. Los oligarcas rusos próximos al Kremlin también han sido objeto de las medidas.
Las acciones diplomáticas han sido incesantes durante este mes, tanto a nivel multilateral (ONU, OTAN, UE…) como bilateral, con el claro apoyo de los países occidentales a Ucrania. El presidente Zelenski ha intervenido por videoconferencia ante los parlamentos del Reino Unido, EE.UU., Alemania e Italia, entre otros, y ha conversado con numerosos líderes mundiales, incluido el jefe del Gobierno español, Pedro Sánchez. Dirigentes de Polonia, Eslovenia y la República Checa incluso viajaron a Kiev para entrevistarse personalmente con él y mostrar su apoyo al pueblo ucraniano.
Pero no ha habido solo palabras. Desde EE.UU. y la UE se han enviado armas para que Ucrania pueda defenderse de Rusia. Incluso Alemania, rompiendo con la contención en materia militar que mantenía desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, se ha sumado a estos esfuerzos.
España no ha sido ajena a estas iniciativas y, pese a los titubeos iniciales entre discrepancias de la coalición de gobierno, decidió aportar lanzagranadas y ametralladoras.
Mientras, Rusia cuenta con el apoyo de aliados como Cuba o Venezuela. China, por su parte, se ha negado a condenar la invasión rusa, si bien hasta el momento ha optado por mantenerse al margen. El presidente chino, Xi Jinping, aseguró en una conversación con el mandatario estadounidense, Joe Biden, que el conflicto «no interesa a nadie».
Convulsión económica: los precios se disparan
La guerra en Ucrania ha dejado huella en los mercados y la economía mundial. Por una parte, las sanciones impuestas por los países occidentales han buscado aislar a Rusia del mercado financiero, lo que hizo que se desplomase el rublo y situó a ese país al borde de la bancarrota, si bien finalmente fue capaz de afrontar los pagos de su deuda a tiempo. Pero esas mismas sanciones tienen efectos en los países que las imponen, puesto que tienen más difícil cobrar desde Rusia, al tiempo que se frenan suministros energéticos y de materias primas.
La consecuencia más evidente ha sido la escalada de los precios, sobre todo del gas y del petróleo, y que se ha trasladado a otros sectores, lo que amenaza con causar una inflación en países europeos por encima de los dos dígitos.
Las posibles salidas a la guerra
Pese al desastre de la guerra, la esperanza de una salida dialogada no se ha desvanecido del todo. Ucrania y Rusia han mantenido abierto el cauce de la negociación, aunque por ahora no ha dado frutos. Han sido varias las rondas de conversaciones entre los dos países, tanto presenciales como virtuales, y el principal punto de aproximación hasta ahora ha sido el reconocimiento público por el presidente ucraniano de que su país no formará nunca parte de la OTAN, una de las principales exigencias de Moscú. Zelenski se ha mostrado dispuesto incluso a verse las caras con Putin.
Sin embargo, desde el Kremlin se rechaza por ahora esa posibilidad y se insiste en exigir, junto con un compromiso escrito de que Ucrania jamás se integrará en la Alianza Atlántica, en que se den pasos concretos para la «desnazificación» de Ucrania; el reconocimiento de la soberanía rusa sobre la anexionada península de Crimea, y la independencia definitiva de la región ucraniana del Donbass.
Los expertos no ven claro todavía cuál será el final para esta guerra que se alarga más de lo que Moscú esperaba, aunque la opción de una paz acordada con concesiones a Rusia gana fuerza. Las alternativas irían desde una extensión del conflicto más allá de Ucrania, que nadie parece desear, hasta la expulsión de Putin del poder por los propios rusos, algo que el ejercicio del poder con mano de hierro por parte del presidente ruso hace en estos momentos muy difícil.