Toda la locuacidad que exhibe Vladimir Putin para comunicar y airear sus intenciones a la opinión pública mundial contrasta con la discreción con la que disfruta de su ocio, al menos en sus escapadas secretas a la costa de Alicante. En concreto, a la urbanización de lujo Altea Hills.
Por ABC
Pocos saben de sus idas y venidas a este rincón exclusivo al que solo se tiene acceso invitado por uno de los residentes, un reducto cerrado a las miradas ajenas donde hay vigilancia permanente con cámaras las 24 horas y los siete días de la semana, y algunas de las viviendas superan los siete millones de euros de precio.
Y uno de cada cuatro privilegiados que viven en este peculiar paraíso de la privacidad son rusos, por lo que no es de extrañar ver carteles publicitarios en alfabeto cirílico.
De hecho, en el municipio hay empadronados 300 y en la misma provincia de Alicante (donde la cifra de censados global se eleva a 25.000) se encuentra la colonia más numerosa de España, más al sur, en Torrevieja, cerca de cuatro millares de residentes estables más otros muchos que forman parte de la población flotante.
Precisamente entre los torrevejenses causó sorpresa y expectación a principios del milenio la noticia publicada por una revista rusa en la que se relataba cómo Putin había realizado una operación inmobiliaria de envergadura. Muchos recuerdan la anécdota aunque el Kremlin ni confirmó ni desmintió que el mandatario hubiera invertido en la Vega Baja alicantina. Nadie fue testigo tampoco de que viniera en persona.
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