Poco hay de comunista en el conflicto ucraniano. El carácter imperialista de la guerra planteada por el zar del siglo XXI Vladimir Putin se ha plasmado a lo largo del mes de combates. Impera la doctrina Brezhnev por encima de la leninista. Y no es algo nuevo. En noviembre de 1939, con Iósif Stalin al frente de la URSS, el Ejército Rojo invadió Finlandia en lo que fue, según el ABC de la época, una réplica de la política exterior de la Rusia zarista: «Con Pedro el Grande y Catalina se llegó al Báltico y al mar Negro, pero su aspiración no se limitaba allí, sino que encerraba también el Mediterráneo Oriental e, indirectamente, Montenegro hacia el Adriático». La llamada Guerra de Invierno esconde mil similitudes más con la actual.
Por ABC
Entre ellas, la capacidad de un país minúsculo de resistir a la apisonadora que representaba el Kremlin.
El mismo ABC publicó en marzo de 1940 una columna de opinión que hacía referencia a que, a pesar de haber sido derrotada, la pequeña Finlandia había logrado una «victoria moral» sobre el gigante soviético que sería difícil de olvidar para el Camarada Supremo:
«Nadie creyó que la guerra rusofinlandesa duraría más de dos semanas. Sobre un pequeño país supercivilizado, hecho para la paz, se arrojaba un pueblo semisalvaje con un ejército de millones de hombres bien armados bajo la férula de un cómitre como Stalin, de intenciones perversas. No era posible que Finlandia resistiese la atroz avalancha. El milagro se hizo, sin embargo. Hemos visto cómo, durante tres meses y medio, el minúsculo ejército finlandés, en horrorosa flexión, ha contenido el alud soviético; cómo ha abordado, con hechos gloriosos, una historia de guerra casi mítica; cómo un día y otro, el orgullo ruso era abatido por el valor de los que defendía su propio suelo contra la invasión. Pero la capacidad de resistencia de un pueblo no es ilimitada».
Hacia el fin
El origen del conflicto se remonta a los años en que Adolf Hitler y Iósif Stalin se repartieron Polonia. Días turbios en los que nazismo y comunismo andaban cogidos de la mano mientras el mundo vivía una escalada de violencia similar a la que hoy sufre Europa. Para entonces, el líder soviético ya se había anexionado también Lituania, Letonia y Estonia, y andaba más que ansioso por expandirse por otros territorios presentes en Europa. «La URSS sigue paso a paso la política de la Rusia zarista. No debe sorprendernos esta actitud de Moscú, pues es la geografía la que impone la orientación internacional de los Estados», explicaba ABC en 1939.
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