Uno puede observar con asombro en muchos perros de raza y “cordón vereda”, un contagio de conducta de perros de pelar al perro “para que no sufra el calor”. De esa forma se ven muchos perros con el pelo cortado, prolijito, bien al ras, con la cabeza dejada a su largo natural y la cola al viento como un pompón.
Por Infobae
De esa forma se crearon cortes con nombres que le cargan atribuciones a Bobby o a Colita de animales silvestres muy lejanos a su comportamiento y origen: “leoncito”, “tigrecito”, y otros de increíbles e indescifrables nombres y aspectos.
Todo surge en la creencia de que le están haciendo un bien al perro, librándolo del calor. Los perros parecen reaccionar, luego del corte, como si sintieran vergüenza como si los hubieran desnudado en público.
En realidad, sienten desprotección frente a la pérdida de su manto piloso. La gran mayoría de los perros tiene dos tipos de pelo: uno largo y firme, exterior, que es el pelo verdadero, y otro más corto interior, muy fino y tenue, que es el lanugo, jarre o felpa.
La capa externa es pelo verdadero, firme y consistente, con cuerpo y sirve como excelente protección y aislamiento contra la lluvia y el frio aislando al animal de posibles heridas como si fuera una coraza natural.
Ese pelo no está sometido a mudas estacionales, o sea que no se cae, sino que sufre el reemplazo permanente, paulatino e imperceptible de la renovación biológica de la capa. La segunda capa de pelo, la interna, es responsable por sus características propias de la aislación térmica, y sufre lo que llamamos muda estacional, el perro la pierde dos veces al año para adecuar su capa al clima imperante.
No todas las razas tienen esta capa ,ni por tanto sufren la muda estacional, por ello se dice que algunas de ellas no pierden el pelo, tal es el caso del caniche o el maltés.
Resumiendo, el perro tiene un impermeable aislante por encima y un abrigado suéter por debajo que se lo saca o se lo pone según la necesidad. Por otra parte, el perro regula su situación térmica de manera muy diferente al hombre y a otros animales. El perro no transpira como los seres humanos o el caballo: Sólo tiene glándulas sudoríparas en la palma de sus manos y en la planta de sus pies, de tal forma que su regulación térmica está dada mayormente por la evaporación en su boca (el babeo), por la dilatación de la lengua (eliminando calor por radiación) y por el jadeo.
Es por eso que cuando frente a una determinada temperatura ambiente los perros jadean y babean anticipadamente y como primera reacción compensatoria. Pensamos entonces, como seres humanos, que el perro está desfalleciente de calor y si bien tiene calor no es tanto como la humanización de la situación lo sugiere.
Por ello, motivados por esta situación al pelarlo lo despojamos, sin saberlo, de toda la protección aislante que la naturaleza le brindó. Es como si a un beduino, experimentado hombre del calor y del desierto, le quitáramos las ropas con las que aísla todo su cuerpo. Al perro le arrancamos el suéter y el impermeable, pagamos buena plata por ello y como consecuencia sufre mucho más el calor porque lo privamos de su aislante natural.