La señora Kathryn Turner tenía por costumbre leer los avisos fúnebres, que sobre gustos no hay nada escrito. No quería perderse la muerte de ningún conocido, para no dejar de saludar a los deudos o, llegado el caso, ir al velorio, como toda persona educada y respetuosa. En eso estaba el 23 de enero de 2001 cuando se enteró del fallecimiento de Randy Thompson y leyó los nombres de quiénes lo despedían en el obituario por si conocía a alguien y debía darle el pésame. Al joven Randy no lo conocía, pero sí a su “amada novia” Lynn Womark. A ella la conocía muy bien.
Por infobae.com
“Esta chica no tiene suerte con los hombres”, fue lo primero que pensó la señora Turner, pero fue un pensamiento fugaz, porque cuando leyó el segundo aviso fúnebre de la muerte de Thompson se le encendieron todas las luces de alarma: el difunto era un policía del condado de Forsyth, Georgia, de apenas 32 años. Y no había muerto de un tiro –que, vamos, eso le podía pasar a cualquier uniformado en cumplimiento del deber– sino por “causas naturales”.
Demasiadas casualidades, concluyó la señora Turner: su hijo Maurice Glenn, joven y policía como Thompson, también había muerto “causas naturales” hacía seis años cuando justamente – y un “fuck” se escapó de la educada boca de la dama – estaba casado con Lynn.
A la señora Turner nunca le había caído bien su ex nuera. Lynn era simpática, no podía negarlo, pero también gastadora, amante de lujos que el bueno de Maurice Glenn no podía costear, tanto que su pobre hijo debió conseguirse un segundo trabajo, en una estación de servicio, para pagar las deudas.
Además, lo había convencido para que la sacara a ella, su madre, como beneficiaria de su seguro de vida policial. Por eso, cuando Maurice Glenn murió, Lynn embolsó los 150.000 dólares de la póliza y a ella no le correspondió nada.
Una misma mujer y dos jóvenes policías muertos por causas naturales es mucha coincidencia, se dijo la señora Turner y tomó el teléfono para llamar a la Jefatura de Policía del condado de Forsyth.
Los jefes del reciente difunto Randy Thompson escucharon el relato de la señora Turner y llegaron a la misma conclusión: demasiadas coincidencias. Decidieron investigar.
La chica del 911
La sospechosa, Julia Lynn Womark tenía 32 años y, más allá de la profesión de sus dos maridos muertos, no era ajena al mundo policial.
Nacida en 1968, fue abandonada por sus padres y adoptada cuando tenía cinco meses por un matrimonio de clase media que le había dado su apellido. Los padres adoptivos se separaron cuando Lynn tenía cinco años y eso la descalabró. Primero fueron los problemas de rendimiento y conducta en la escuela y más tarde – ya en la adolescencia – el abuso de drogas que obligó a internarla en una clínica de rehabilitación en Atlanta.
En medio de todos los problemas, Lynn Womark creció queriendo ser policía y a los veinte años dio el primer paso para lograrlo. Consiguió trabajo como telefonista del 911 en la policía del condado de Cobb, Georgia. No era un trabajo estrictamente policial, pero le permitía vivir en ese mundo de uniformados que tanto anhelaba.
El siguiente paso fue dar el examen para convertirse en una agente de policía con todas las letras, pero no tuvo suerte. No se trataba solamente de sus antecedentes de abuso de drogas, el psicólogo que la examinó para el ingreso dictaminó que no tenía la suficiente estabilidad emocional como para portar un arma.
Una gripe para Glenn
Debió conformarse con su empleo periférico en el mundo policial. Por lo menos le permitía relacionarse con quienes vestían el uniforme y asistir a los mismos bares y fiestas. Así conoció a Maurice Glenn Turner –Glenn, para sus colegas – y empezaron a salir.
“Era una vagabunda. Glenn sabía que había visto a otras personas en el departamento antes que él y que había dormido con ellas. Se lo dijimos cuando se puso de novio, pero no había nada que le pudieras decir a Glenn para hacerlo cambiar de opinión. Entre nosotros apostamos sobre cuánto duraría ese matrimonio”, diría años después uno de los colegas del primer marido de Lynn durante el juicio, en un testimonio que fue rechazado por inapropiado y sexista.
Se casaron el 21 de agosto de 1993 y sacaron una hipoteca para comprar una casa. Los dos siguieron trabajando, pero los dos sueldos no eran suficientes para pagar la hipoteca y satisfacer las exigencias de Lynn. Compraron un auto cero kilómetro cuyos pagos pusieron sus cuentas más en rojo todavía, y Glenn tuvo que buscarse otro trabajo, como playero en una estación de servicio, para que no los ejecutaran los acreedores.
Por esa razón, Lynn y la madre de Glenn se llevaban de mal en peor. La señora Kathryn Turner pensaba que su nuera lo explotaba para darse la gran vida. La relación empeoró aún más, cuando Glenn le dijo a su madre que pondría a Lynn como beneficiaria de su seguro de vida policial.
“Me dijo que me iba a sacar como beneficiaria del seguro, que estaba a mi nombre, para ponerla a ella. Sonaba como si Lynn lo hubiera obligado, como si Glenn estuviera dominado por ella”, declararía la señora Turner en el juicio por la muerte de su hijo.
En 1995, Glenn estaba trabajando casi siete días a la semana para pagar las deudas de la pareja, mientras Lynn gastaba el dinero lo más rápido que podía. Según algunos colegas de Glenn, para entonces la pareja se llevaba mal. El joven policía había empezado a hablar de divorcio.
El 28 de febrero de ese año, Glenn dio parte de enfermo en el trabajo debido a una fiebre alta y un dolor de estómago paralizante. Lynn también faltó al trabajo para atenderlo y lo alimentó con lo poco que Glenn podía ingerir: sopa, gelatina y té dulce.
El 3 de marzo, cuando volvió de hacer las compras, Lynn encontró a Glenn muerto en la cama. Según el certificado de defunción, había muerto como consecuencia de una gripe que le provocó una arritmia cardíaca y terminó en infarto.
En el velorio, Lynn contó que el día anterior a su muerte Glenn había tenido alucinaciones, había dicho que quería beber nafta o tirarse desde el balcón. Seguramente la fiebre alta le había pegado mal.
El turno de Randy
Lynn cobró el seguro de 150.000 dólares, vendió la casa hipotecada y poco después se mudó a Cumming, en el condado de Forsyth. Nadie en Cobb sabía que allí la esperaba otro policía, el ayudante de sheriff Randy Thompson, con el que hacía meses mantenía una relación.
Primero vivieron juntos en un departamento y en enero de 1996, cuando Lynn tuvo a Amber, compraron una casa que se escrituró a nombre de ella porque no estaban casados. A fines de 1998 tuvieron un segundo hijo, Blake.
Para asegurar el futuro de sus hijos, Randy puso su seguro de vida a nombre de Lynn. La pareja ya se llevaba mal y el joven policía pensó que las cosas mejorarían si se alejaba un poco. No se separó definitivamente de Lynn, pero se fue a vivir solo, aunque siguió estando presente en la familia. Se veía salir juntos a los cuatro de tanto en tanto.
Las cosas continuaban así dos años después, cuando el 19 de enero de 2001, Randy y Lynn hicieron una “salida de solteros”, para lo que dejaron a los chicos con una niñera en la casa de Lynn.
Después de la cena fueron a la casa de Randy para pasar la noche juntos. Tomaron algunas copas y el policía empezó a sentirse mal, para aliviarlo, Lynn le dio dos tazas de té dulce. Para la mañana, Randy tenía vómitos y fiebre, todos los síntomas de una gripe. Lynn lo dejó en la cama y volvió a la tarde con sipa de pollo y más té dulce.
Randy se durmió, pero no despertó la mañana siguiente. Murió durante la noche, cuando Lynn había ido a su casa a cuidar a los chicos.
El certificado de defunción dijo que había muerto como consecuencia de una gripe que le provocó una arritmia cardíaca y terminó en infarto.
Asesina al descubierto
Después de escuchar el relato de la señora Turner sobre la muerte de su hijo y ver las coincidencias del caso con la muerte de Thompson, la policía del condado de Forsyth decidió realizar una autopsia.
Era algo que no se podía hacer así nomás, porque el difunto ya estaba enterrado. Hacía falta una orden del juez y la autorización de la familia. Como Randy y Lynn no estaban casados, bastó con pedir el permiso de los padres del policía, quienes al escuchar las sospechas dieron un rápido sí.
El examen de los forenses no dejó dudas: en la sangre de Randy Thompson encontraron vestigios de etilenglicol, una sustancia líquida, inodora y de sabor dulce que se utiliza para la fabricación de anticongelante de automóviles.
El resultado disparó la investigación de la muerte de Glenn Turner. Se exhumó su cadáver – con la gustosa autorización de la señora Kathryn – y se encontraron restos de etilenglicol en lo que quedaba de sus riñones seis años después. Los investigadores también comprobaron, gracias a una fotografía, que en el momento de la muerte de Glenn había un bidón de anticongelante en la casa. También obtuvieron el testimonio del encargado de un refugio de animales que, enterado del caso, se presentó y dijo que, por la época de la muerte de Glenn, Lynn lo había consultado sobre con qué veneno podía sacrificar a un perro enfermo que tenía. Glenn y su mujer jamás habían tenido un perro.
Juicios y condenas
Lynn Womark fue juzgada por el asesinato de su primer marido, Maurice Glenn Turner, en 2004 y declarada culpable. El tribunal la condenó a cadena perpetua.
Tres años después – ya presa – volvió a sentarse en el banquillo, acusada de la muerte de su segunda pareja, Randy Thompson. También la encontraron culpable.
Se probó que había envenenado a Glenn y a Randy de la misma manera: poniendo anticongelante en sus bebidas, probablemente los tés dulces que ella contó que les había preparado a los dos cuando se sintieron enfermos.
Para fijar la condena, en este caso el tribunal tuvo en cuenta la reincidencia, que la transformaba en una asesina en serie, con el agravante de que las víctimas eran policías y, además, sus parejas.
La pena fue de muerte, pero luego de una apelación fue cambiada a cadena perpetua sin libertad condicional.
Lynn Womark se suicidó en Prisión Estatal Metro, del Estado de Georgia, el 30 de agosto de 2010. La autopsia determinó que se había matado luego de guardar durante semanas el antidepresivo con que estaba medicada y tomárselo todo de una vez.
Se envenenó como había envenenado a sus maridos policías. Los forenses no pudieron determinar si había usado un té dulce para tragar las pastillas con más facilidad.
La señora Kathryn Turner no hizo comentarios sobre su muerte.