Se escapó de los “gulags” y luego expuso al mundo los crímenes secretos de Putin

Se escapó de los “gulags” y luego expuso al mundo los crímenes secretos de Putin

 

«Ha sido un largo viaje, amigo», asegura mientras nos pide algo de tiempo para poner en orden su relato. A Sergei Saveliev lo detuvieron hace nueve años en Krasnodar, una ciudad del sur de Rusia situada al oeste de Crimea, tras recibir un paquete con unos altavoces donde, según la policía, se ocultaban seis kilos de drogas sintéticas. Sergei fue inicialmente internado un par de meses en un centro de arresto preventivo. Era un muchacho entonces de tan solo 23 años y, definitivamente, iba a pagar muy caro por ello. «Es complicado, ¿sabes? Había viajado a Rusia a ver un amigo que no era muy respetuoso con la ley. Yo quería pasar un buen rato, ver el mar… En fin. Fui un completo idiota. No esperes que lo cuente todo, pero digamos que me metí en un asunto completamente estúpido y acabé ocupando el lugar de otra persona a quien no pudieron encontrar. A decir verdad, tampoco le buscaron. Les bastaba cualquiera».





Por: El Mundo

Aquí su historia completa: fue condenado en Rusia por tráfico de drogas a 9 años de prisión en 2013, y posteriormente trasladado a una de las cárceles más siniestras del planeta, el Hospital de Tuberculosis del Servicio Penitenciario Federal No. 1 de Saratov. Casi inmediatamente descubrió que los funcionarios de aquel antro no solo propinaban tremendas palizas a los reclusos, sino que habían copiado el viejo modelo de los gulag soviéticos, e instituido un abominable sistema de torturas y salvajes violaciones para quebrar a los internos. Durante años, Sergei recopiló pacientemente los atroces vídeos de los suplicios grabados por los carceleros y, al ser liberado, se las ingenió para burlar todos los controles de seguridad y sacar de allí las pruebas de los crímenes cometidos intramuros. Ahora vive permanentemente amenazado en Biarritz (Francia).

En su cuenta de Whatsapp, el bielorruso se hace llamar el Escapìsta. Tiene aún tan solo 32 años, pero muchos invertirían siete vidas en acumular sus experiencias. Al igual que su amigo y protector, el opositor ruso Vladimir Osechkin, luce cara de buen chico, un muchacho común nacido en Minsk, la capital de Bielorrusia. No parecía llamado a acaparar portadas en los medios más importantes del planeta. «Tampoco había nada notable en mi familia», dice. Su madre, fallecida en 2009, trabajaba en una fábrica, y su padre era mecánico en un taller de automóviles.

«Es complicado explicar la clase de vida que teníamos a quien no conoce las realidades de Bielorrusia o Rusia. Solía buscar empleos sencillos a tiempo parcial, cosas para pagar los estudios de la universidad, y para ayudar a mi madre a tirar adelante. Era difícil pero lo intenté. Surgían dificultades cada día, claro que, de alguna forma, siempre hallábamos el modo de solucionarlas». Esa era la clase de muchacho bielorruso que acabó arrestado en Krasnodar. Luego la cárcel lo cambió todo.

Tras dos años de investigaciones y juicios, Sergei fue enviado a la colonia penal número 10 de Saratov. «Recuerdo bien mi primera noche», afirma. «Nos conducían a través de un corredor y nos llovían puñetazos de todos los lugares a modo de bienvenida. Patadas, con las manos, con palos… Y al final de aquel trayecto estaba el mayor Plugin, rodeado de varios tipos más con uniforme. Cuando no le gustaba mi respuesta, asentía suavemente y sus gorilas comenzaban a golpearme. Fue demasiado humillante. No quiero hablar de eso. Te rompen inmediatamente y todo se vuelve más sencillo para ellos».

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